Míster problemático

Capítulo 73

La compañía de los abuelos resultó mejor de lo que esperaba, además de que prometieron no regresar a la isla hasta que papá cumpliera con su parte y mamá dejara de interferir. Dennis también decidió hospedarse en mi casa. Dice que no los soporta, pero asumo que es porque los abuelos le dejan hacer lo que le da la gana. Además, es un chico inteligente y jamás defrauda con sus notas.

―Cariño, sé que hoy es un día crucial y espero que puedan acabar con todo ese asunto ―me dice la abuela mientras cepilla mi cabello―, ¿puedes venir con nosotros y tomarte un tiempo de descanso?

―Gracias, abuela, pero no lo creo. Si me relajo solo me volveré loca pensando en estupideces. Así que es mejor mantenerme ocupada, además pronto será el cumpleaños de tu nieta ―digo, recordando que es una tarea que tengo por hacer, así como lo otro…

Lo cierto es que la realidad del divorcio cada día es deprimente, así que prefiero no pensar en eso para no seguir perturbándome. A veces quiero romper mi promesa y buscarle, pero luego solo me contengo.

―Piénsalo bien, a lo mejor y puede que haya la posibilidad de ocuparte en la construcción del hotel ―menciona y yo le miro sorprendida.

―Creí que cancelarían ese proyecto.

―No lo haremos, pero tampoco tenemos pensado cederle los terrenos a tu padre para que deje que ese hombre los use a su antojo. Si llegamos a un acuerdo, te pondríamos a ti al frente, no a tu padre.

―Gracias, abuela, supongo que con esto recibirá una gran lección.

―Lo haremos, Lou, pero con la condición de que George ceda su lugar a Dennis.

―Eso…

―Lo dejará en su posición y Roland, no podrá romper ese acuerdo, a menos que él y su hija decidan terminar la relación.

―¿Pensé que odiaban esta alianza? ―emito y ella se ríe.

―Odiábamos a Allan por meterse contigo, pero jamás pensamos que salvaguardar los capitales fuera una mala idea, exceptuando las malas decisiones de tu padre.

―No suena tan mal ―emito.

―Bien, ¿nos vamos?

Dennis aparece en la puerta.

Miro a la abuela.

―¿Seguro que quieren ir?

―Por supuesto.

Quien dice eso es el abuelo. Me hacen bufar, así que me apresuro para que salgamos de casa rumbo a la oficina. Había pensado tener la reunión personalmente con Miles Baxter, pero a la final decido que papá debía encargarse de ello, porque si la postura de ese tipo sigue siendo la misma, solo quiere decir que no hizo nada y eso solo perjudicará su posición.

Sin embargo, estoy segura de que lo hizo porque mi padre no se arriesgará a perder la posición que tiene, considerando que todos terminarán hundiéndose con Amadeus. Nos vamos en mi auto y a las nueve llegamos al edificio administrativo. No es un horario propio de mí para llegar a mi trabajo, pero hoy es un día diferente y quería llegar justo a la reunión de junta, a la que todos confirmaron, y en especial, Roland.

Le pido a Dennis que entre con los abuelos mientras voy con mi secretaria a mi oficina y reviso que todos los detalles estén en orden en el acta. Es ella quien me confirma que solo faltan por llegar, los Woods. Mi corazón da un salto, pero luego me recompongo porque Allan no estará entre ellos.

―Eso es todo. Encárgate de que reciban la copia de estos documentos como lo indiqué ―le digo.

Ella se va y yo me quedo un momento para serenarme, pero cuando estoy por salir, tocan la puerta.

―Adelante ―digo pensando que es la secretaria que se olvidó algo, pero no, es esa mujer.

Rebeca.

―¿Se puede? ―pregunta, haciéndome resoplar.

―Asumo que solo pasaste por aquí para regodearte ―espeto.

De todos modos, entra toda sonriente.

―Por supuesto que no, solo vengo a darte las gracias.

―¿He hecho algo por ti que debas agradecerme?

―Por supuesto, Allan ya es libre, aunque el asunto es que sigue sin recordarte. Pero no creo que sea un gran problema, desde que lo conocí su propósito siempre fue olvidarte ―contesta toda arrogante.

―Bien por ti ―expreso quitándole importancia a sus palabras.

Es claro que esa mujer solo viene a sacarme de quicio.

―Entonces recuérdalo bien, lo de hoy, es gracias a mí.

Esa mujer me hace poner los ojos en blanco.

―¿Terminaste?

―Sí ―responde y se va.

La observo cómo se marcha toda oronda con unas ganas insanas de desgreñarla, pero me contengo cuando la puerta se abre después y es Alaska quien entra azorada por ella. Me quedo quieta viendo cómo se acerca, me toma de los hombros con fuerza y después me abraza.

―¿Qué haces aquí?

―¡Qué crees tonta! Vine a ver cómo acaba este circo.

―No va a ver ningún espectáculo si todos hacen lo que tienen que hacer.

―¿Y qué hay de ti? Sigues aparentando ser la chica de hierro.




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