Míster problemático

Capítulo 74

―¿Todavía sigues enojada? ―Allan me pregunta.

Arrugo la cara, y si no fuera porque sigue convaleciente, además que estoy conduciendo le daría otro golpazo en la cabeza. Él muy idiota, sonríe.

―¿Acaso me hiciste firmar ese maldito papel para reírte de mí?

―¿Acaso querías firmarlo de verdad? ―pregunta frunciendo la expresión.

Suspiro con fuerza apretando el volante cuando nos detenemos en el semáforo.

―No, pero dijiste que era parte del trato. Esa mujer cumplió su palabra y se supone que tú debes cumplir la tuya.

―¿No me digas que ya te hiciste a la idea de que te deje por ella?

―Deja de bromear, no es gracioso.

―Lo sé, es solo que no creí que en serio te volvieras loquita por mí.

―¡Basta!

―De todos modos, eso es lo que vamos a hacer.

Cuando mencionó eso frente a todos quería festejar porque estaba aliviada de que lo del divorcio no era real, pero eso no significaba que el asunto con esa mujer estuviera arreglado. Me preguntaba por qué no emitió ninguna palabra cuando Allan dijo básicamente que había sido una mentira bien fraguada, así como su problema de memoria para que ninguno de ellos luego no pudiera eximirse de su culpa.

A pesar de dejarles en claro sus malas prácticas administrativas, después de dar fin a la reunión, Amadeus y Dariel salieron hechos unas furias junto a esa mujer, amenazando a Roland con que no se saldría con la suya. Pero lo cierto es que solo son patadas de ahogados porque la conexión con ese mafioso está más que comprobada, e inclusive por eso mi padre no se atrevió a protestar. Supongo que mi relación con ellos quedará fragmentada, por no decir rota, sin embargo, en el fondo me alegra porque ya no se atreverán a pedirme ninguna otra cosa con respecto a mi matrimonio con Allan.

―Aparte de dejarme y casarte con ella, ¿Qué más le prometiste? ―pregunto cuando nos ponemos en marcha otra vez.

Yo sigo mirando al frente de mi camino, pero sé que él me está mirando.

―No fue eso lo que le ofrecí ―responde y yo me ladeo para mirarle.

―¿A qué te refieres?

―Te sorprendería saber que ella no es tan villana como crees, y el hecho de que apareciera fue bastante provechoso para ambos.

―¿Por qué no hablas claro?

―Dariel la conoció cuando entabló negocios con ese hombre Gambino, y es por eso por lo que supo de la relación que tuvimos y todo lo que pasó cuando sucedieron los casos ―responde.

Sus palabras me recuerdan que fue su primo él que me habló de la fama que Allan tenía, y no por alabarlo, sino para hablarme mal de él.

―Sigue ―le pido.

―Nuestra relación terminó en el momento en que ella se enredó con ese hombre y me prometí jamás volver a buscarla; sin embargo, es ella quien me ha buscado a mí.

―De eso no me queda dudas ―murmuro.

―Cuando la llamé Becka lo hice solo para ver como reaccionabas ―repone haciéndome bufar―, y vaya que funcionó.

―¡Bien Don Juan! ―exclamo y él se ríe.

―Solo quería saber si en verdad sentías algo por mí. Tuvimos sexo muchas veces, pero por experiencia sé que eso no significa que fuera por amor, y la respuesta es que no, jamás me enamoré de Becka porque en mi cabeza siempre seguías estando tú, y cuando te dije que quería vengarme era cierto porque odiaba enterarme de lo bien que estabas manejando tu compromiso con Albert olvidándote de mí cuando yo no pude sacarte de mi cabeza.

―¿Estás confesando tus culpas?

―Eso parece; pero es más una confesión de sentimientos ―repone con algo de sarcasmo.

―Allan ―pronuncio.

―Solo hay una cosa que Rebeca quiere que haga por ella a cambio de hundir a sus clientes ―expresa evitando que diga algo al respecto de sus sinceras palabras, luego se recuesta en la silla exhalando con fuerza.

―¿Tiene que ver con su hijo?―pregunto lo que intuyo.

―Así es ―confirma.

―¿Es tuyo?

―¡Por supuesto que no! ―bufa―. Aunque no lo negaría si lo fuera.

―¿Entonces?

―Solo quiere protegerlo para evitar que ese hombre pueda reclamarlo y se lo quite.

―¿No me digas que te pidió que te hagas cargo de su paternidad? ―pregunto con zozobra.

Allan hace silencio y parece que allí está la respuesta, pero no hablo más del tema y más que molestarme me desconcierta. Llegamos a su edificio y subimos a su oficina. La chica, esa Beth, no está en su puesto y en la sala de espera de la recepción está su socio Heinz y esa mujer. Suspiro con fuerza y casi quiero reír por lo irrisorio que ahora me parece el asunto.

―¿Ya se lo aclaraste? ―ella le pregunta y me resulta algo cínica.

―Se lo acabo de contar ―Allan le responde―, pero es decisión de ella.

―¿Qué? ―pregunto espantada cuando agrega eso.

Había pensado que él lo decidiría por sí mismo, y a la final fue un plan entre ellos dos. Esa mujer también se sorprende.




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