Míster problemático✓

Epilogo

Dos meses después

Como era de esperarse, Amadeus no cumplió con su palabra de seguir adelante con sus supuestas amenazas. Con los documentos que ahora tenía Allana en su poder y notariados por un juez, desistió de la mejor manera, aunque muy inconforme, porque tanto él como mi padre debían justificar sus patrimonios.

La suerte para ellos fue que no lograron concretar entregas de dinero y solo tenían acuerdos de negocios con ese hombre Gambino.

―Me voy, encárgate de que el señor Baxter y sus asesores rindan cuentas con el director Woods ―digo a mi secretaria y ella asiente.

Querría hacerlo yo misma, pero Arnold me ordenó que enviara a Baxter con él porque quería escuchar todo aquello que me había exigido. No insistí porque dejó a mi cargo el nuevo modelo de expansión de la marca a una línea más contemporánea. De allí que él seguirá dirigiendo el sello de hoteles tradicionales y yo me haré cargo de la nueva construcción de un hotel boutique en la isla de Martas, ya que los abuelos advirtieron que solo cederían los terrenos si yo los administraba.

Imaginé que mamá se enojaría conmigo, pero muy contrario a lo que esperaba se muestra más amable y no ha vuelto a mencionar nada sobre mi matrimonio con Allan. Y con respecto a ello, si bien seguimos adelante, también hicimos algunos cambios. Empezando por vender la casa y mudarnos a un piso más cómodo para los dos.

Por suerte no fue difícil encontrar un lugar nuevo, pero mientras lo estamos adecuando nos estamos quedando en casa de sus padres. No me atraía mucho la idea, pero Anabella insistió tanto porque Allan sigue en tratamiento y no me quedó más remedio que ceder, además que la otra opción la ofreció mi madre, así que eso contribuyó a que no hubiera más discusión porque mi suegra ya no es tan amiga de mi querida madre.

Todo lo que ocurrió creo una ruptura entre las dos familias y el único pacto que queda por cumplir es el matrimonio de Dennis y Alanna, si así lo deciden, porque a diferencia nuestra, ya no están obligados a cumplir con ese acuerdo.

Al llegar al ascensor me encuentro con Dariel que lleva una caja en sus manos. Sus cosas porque el puesto que él tenía ahora lo ocupará Albert, que será el nuevo supervisor entre las dos líneas de hoteles.

―Debes estar muy feliz de lo que lograste ―masculla a mi lado.

Me ladeo para mirarle arrugando el gesto.

―Tal vez, pero prefiero pensar que estoy satisfecha de que todo funcione con más claridad ―emito sonriente.

La verdad es que me alegra que todo ese lío haya acabado porque así ni él ni su padre volverán a entrometerse dado que la última junta que hubo ratificó el puesto de Arnold como director general y a Roland como presidente vitalicio, acabando con las ilusiones de Amadeus a quien se le dio la opción de retirar sus acciones. Como era de esperar, se negó, pero la condición es que no podrá comprar más de las que ya heredó.

―Aún sigo sin entender como lo preferiste a él.

―Y yo, como sigues preguntándotelo, porque sigo prefiriéndolo mil veces que a ti ―espeto.

El ascensor llega y cuando las puertas se abren, Allan está dentro.

―¿Bajas? ―me pregunto jocoso.

Dariel nos mira con disgusto a ambos y elige ir al otro. No puedo evitar reír. Alan alza sus cejas señalando que tiene el dedo presionando el botón para que no se cierren las puertas.

―¿Qué haces aquí? ―pregunto después que entro, poniéndome a su lado―, pensé que nos veríamos en la tienda de decoraciones.

―Solo vine a confirmar lo que me dijo Albert, y ya veo que es cierto. Me preocupaba que tuvieras que encontrártelo seguido.

―Ya no será así, Albert lo asignó a su torre, así que ya no tiene que venir a merodear por aquí, a menos que haya junta, pero como él y su padre han sido excluidos de ellas, su único contacto será Albert. Eso debe tenerle muy enojado porque esperaba que fuera lo contrario.

―Así es, pero no le queda de otra que esconder el rabo y morderse la lengua ―repone Allan. Le observo juntando mis cejas y notando como su cabello cada vez le ha crecido más―, ¿qué, te gusto? ―pregunta socarrón y yo refunfuño poniendo los ojos en blanco.

Llegamos a la recepción porque es obvio que vino a buscarme y por suerte no lo ha hecho en moto. En la tienda de decoraciones nos encontramos con Adela, quien ya nos espera. Una semana después de todo ese rollo retomé todas las cosas que tenía planeadas, entre ellas la celebración de la fiesta de mi sobrina, que será el próximo sábado en un parque de diversiones y la decoración de la oficina de Allan.

Hoy nos citamos con ella para definir la mueblería, no era necesario que viniera para ello, pero insistió.

―Disculpa la tardanza, había un poco de tráfico ―le digo acercándome a ella para saludarla.

―No te preocupes ―responde ella muy afable y luego mira a Allan. Después a mí y yo me alzo de hombros―, por qué no empezamos, seguro tienen cosas que hacer, después ―añade.

―Tiene razón, así que veamos que nos tienes preparado.

Al principio Allan no estaba muy de acuerdo en que la contratara, pero luego de todo lo que ocurrió resultó una muy buena idea porque ella me ahorró casi todo el trabajo y se encargó de encontrar todo lo que se me vino a la cabeza y que por falta de tiempo no me podía poner a buscar. Adela es experta en decorar y lo cierto es que estoy preparándole un contrato de trabajo para el look que tendrá el nuevo hotel, aunque admito que toda la idea surgió luego de que Allan me llevara a ese hotel.




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