Alex.
La extrañaba, extrañaba a mi pequeña amiga, mi pequeña protegida, extrañaba a esa niña de cinco años de grandes ojos azul celestes quién me miraba haciendo pucheros para convencerme de darle galletas a escondidas antes del almuerzo sin que nuestros padres se enterasen.
Dios, en serio extrañaba a Artemis, desde que ella desapareció no he vuelto a sonreír de la misma forma, yo era tan sólo tres años mayor que ella cuando ocurrió aquél horrible asesinato a su familia y nunca encontraron rastros de ella luego. Solía verla en las reuniones del consejo a las que nuestros padres asistían y jugábamos juntos, incluso mi familia visitaba mucho a la suya en aquellos tiempos.
En ese entonces no podía dejar de insistirles a mis padres que debíamos buscarla y encontrarla, pero nunca me hacían caso y alegaban que ella estaba muerta para que dejara de ser tan terco e insistente. En cuanto asumí el mandato de mi pueblo los mandé al corno y comencé una búsqueda intensiva de ella a escondidas de los demás reinos, puesto que si ellos se enteraban perdería la confianza que tanto me había costado ganar.
Ahora trabajaba para ellos y no dudaban en darme información, claro que nunca los apoyaría en lo que querían hacer, él la quería a ella, para poder gobernar y disfrutar de su cuerpo mientras hacía que sufra, lo había dejado claro en cada reunión que hacía y cada que hablaba así de ella me daban ganas de romperle la mandíbula y dejarle claro que debía respetarla pero no podía dejarme llevar por mis impulsos y estropear todo.
Desde que me dijeron que ella se encontraba en algún lugar de Silverwood corría todas las mañanas por allí intentando encontrarla. De alguna forma siempre me veían los malditos guardias por lo que terminaba huyendo de ellos, nunca encontraba a nadie excepto por esa mañana en la que, corriendo de los guardias me crucé con esa extraña chica.
Ella poseía ojos iguales a los que recordaba alguna vez me miraron para pedir abrazos, galletas y que los consolara cada que los demás herederos la empujaban en las reuniones.
Excepto que, la persona que los poseía era totalmente distinta a la que esperaba los tuviese, ésta tenía el cabello color chocolate desgastando su color hasta terminar casi rubio en las puntas, desprendía un olor a elfo horriblemente fuerte y al parecer era bastante malhumorada. En cambio mi adorada amiga tenía el cabello tan blanco como la nieve y bajo la luz de la noche brillaba como si la misma luna hubiese bañado en plata cada hebra de su sedoso cabello, claramente ella no era la única en su familia que tenía está característica tan peculiar, por lo general lo heredaban sólo las mujeres pero habían algunos casos en los que los hombres también lo tenían, los hombres de su familia eran Lycans gracias a que su bisabuela la diosa de la luna se había enamorado de los lobos y hombres cuando bajó de los cielos a conocer el lugar que su padre había creado, de la unión de estos creo al primer Lycan heredero directo y la primera diosa luna de Whitewood, la abuela de Artemis. Si, hubo incesto y tuvieron pequeños lobos y diosas de los cuales los más fuertes fueron los siguientes gobernantes hasta llegar a Artemis, la primer Lycan mujer en su familia y eso era algo que sólo yo sabía.
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Editado: 09.03.2019