"Y sin duda lo venció a tal punto en que se destruyera lo más posible."
Ms Oyola tiene un encanto de ángel, un rostro de ángel y unos ojos de ángel. Su mirada es increíble como si lo supiera todo. No sé qué decir solo pude animarme a los minutos para subir de nuevo a su salón y esta vez aclarar las cosas por más idiota que sonara. Y en cuanto subí aquellas escaleras suspiré de nervios, entré a su salón atrapando su mirada desconcertada, confundida, para luego notar como sus labios se movieron en un gesto de disgusto que me perforó el corazón horriblemente.
-Ms Oyola ¿Dime que lo viste?-Solté con un seriedad fingida.
-Miriam, yo tuve una visión.-Dijo mientras corrí y me le acerqué de la impresión que eso me causó.
-¿Lo viste? ¿Lo mataste? ¿Brillo salió de tus ojos?-Le preguntaba una pregunta tras otra pero no habló. Me dejó en la intriga y no me respondió.
-¿Oyola?-Dije mientras noté una lágrima que bajó de una de sus mejillas y suspiró.
-Eh, no sé qué decirte Miriam.-Dijo preocupada
-El, el que viste se llama Seut.-Le dije a prisas para ver si era de eso de lo que se trataba su visión.
-El es un atormentador mental ¿qué dices?-Me dijo mientras me comenzó a mirar raro. Y yo me quedé sorprendida. ¿Atormentador mental? ¿A qué se refería con eso? ¿A que estaba loca?
-Eh, no es nada, olvídalo.-Dije con temor ante lo que fuera a reaccionar.
-¿Y qué sabes tú de lo que yo vi?-Preguntó con seriedad y sin titubeos para tratar de sacarme información.
-Yo, vi lo mismo que tu.-Le repliqué y ella parpadeó muchas veces de confusión.
-¿Qué viste tu?-Me preguntó y yo tragué fuerte sin saber por dónde empezar a describir aquella escenas.
-Nos quería matar. Te iba a matar. El día que me intenté suicidar...-Me callé porque había metido la pata en decirle eso.
-¿Qué hiciste qué, Miriam?-Preguntó levantándose de su silla. Y ya no iba a mentir, no podía hacerlo en su frente.
-Me intenté de quitar la vida, por eso falté.-Afirmé ante su sorpresa.
-¡Qué!-Gritó mientras se movió en dirección a mí y me abrazó pero yo solo me quedé mirando su espalda y pensando en el atormentador mental. ¿Me había vuelto loca o qué? Ella abrazaba mi cuerpo mientras lo único que pude hacer fue susurrar a su oído. Le pedí disculpas por esa acción tan grave que había tomado pero ella solo se echó a llorar descontroladamente con desespero arrugando mi camiseta por detrás como si perderme fuera algo tan significante para ella. ¿Qué podía significar yo para Oyola? Nada, una niña estúpida como yo y ahora loca no era una personalidad para admirar. Sin embargo si me destruyeron sus llantos a mi oído, y que una y otra vez repitiera que si me perdía que sufriría más de lo que yo me imaginaba.