Mujer de alas.

Capítulo 36

Nicole. 

-¿Ya lo pensaste bien? -la tía Helen pregunta a medio bocado ante la bomba que acabo de soltarle. 

Asiento, con toda la tranquilidad que soy capaz de fingir. 

Fernando sigue masticando, pero no aleja sus ojos del punto fijo en la pared frente a él. No lo ha hecho desde que empecé a hablar. Pero Mauro sí que me mira, evaluándome. 

Fuerzo una sonrisa, apartándome los largos y lacios mechones de cabellos de la cara. 

-Es una escuela excelente –digo-. Sus programas son increíbles y soy una buena candidata para una beca completa. La ubicación del apartamento es la ideal, está a solo diez minutos y... 

-Y está en otro estado –Mauro me interrumpe, frunciendo el ceño-. Lo que significa no podríamos estar pendientes de ti. 

-No es que nunca vaya a regresar, Mau –replico, restándole importancia a su preocupación-. Y podemos hablar por teléfono todos los días. 

-¿Y eso estaría bien para ti? -contraataca. 

Honestamente, no.  

-No salto de alegría, obviamente –admito, solo porque sé que en esto no puedo mentirles-. Pero seré capaz de hacerlo. 

Fernando finalmente me mira, sus ojos marrones se oscurecen. Con preocupación o furia, no puedo decidirme.  

-¿Qué hay de Lily? -Mauro pregunta, pendiente de mi reacción. 

No puedo evitarlo, me encojo como si me hubiese soltado un puñetazo-. Estoy dándole su espacio. 

Mauro resopla-. ¿Ah sí?  

-Es lo que ella quiere –señalo, pero la culpa ya está aquí. 

-Ah, Nic, querer y necesitar son cosas muy distintas. 

Los ojos me pican con incomodidad, y soy incapaz de sostenerle la mirada después de eso. Sé que estoy actuando como una estúpida cobarde. El saber que no puedo si quiera mirar a Lily a la cara me enloquece, sobre todo porque mis razones están borrosas. 

-Sabes que respeto tus decisiones -tía Helen interviene-. Pero estoy de acuerdo con Mauro. Lily te necesita más que nunca, cariño, creo que alejarte ahora no sería bueno para ella. Ni para ti, si soy honesta. 

La preocupación en su cara enciende algo en mí-. Solo lo dices porque no estás de acuerdo en que me vaya con Daniel, ¿cuándo te ha preocupado lo que pase con mi hermana?  

Me arrepiento apenas escupo la pregunta. 

La tía Helen traga con fuerza, poniéndose tiesa en su silla-. Tienes razón -dice, hablando antes de que pueda disculparme-. No soy una gran fan de Daniel, no me gusta cómo actúa alrededor de ti, y soy lo suficientemente prejuiciosa para admitirlo –hace una pausa, clavándome la mirada-. Y en cuanto a Lily, sé que tienen todo el derecho de decirlo, que yo no la ayudé cuándo me lo pidió, pero estoy haciendo todo lo que puedo para enmendarlo. Es mi sobrina, mi familia, sin importar quién es su padre, y me preocupo por ella tanto como tú, Nicole. 

Ella nunca me llama Nicole. Así que sé que acabo de herirla. 

-Lo lamento –respondo, avergonzada-. No quise decir eso. 

La tía Helen suelta un suspiro resignado-. Lo sé -dice-. Está bien, Nic.  

No lo está, pero no la contradigo. 

-Ninguno de nosotros confía en Daniel lo suficiente para estar cómodos con estos planes –Mauro encausa la conversación de nuevo-. Sé que estás en total libertar de hacerlo, cariño, pero también sé que simplemente estás cediendo a los deseos de tu novio. Si realmente quisieras esto, no estarías tratando de convencerte a ti misma.  

Bajo la mirada, concentrándome en el mantel azul que cubre la mesa.  

-Daniel y yo no estamos en el mejor momento –anuncio-. Todo ha sido complicado, y las cosas con Lily lo empeoraron. Yo solo... tengo la esperanza de que la distancia pueda ayudarnos a volver a lo que éramos. Él es... yo lo quiero en mi vida. Y sé que ustedes cuidarán de mi hermana. 

Fernando se ríe, pero es un sonido que nunca había escuchado de él. Es frío y cínico, y me pone la piel de gallina. 

-Increíble -murmura, negando-. Ella te dio su vida, y tú estás abandonándola por un patán abusador.  

El aire se me atora en la garganta. 

-¿Qué...? -balbuceo sin poder pronunciar una frase entera. 

-¿De qué hablas? -Mauro le pregunta a su hermano, y soy perfectamente consciente de lo peligroso que su tono se vuelve. 

Fernando aprieta los labios, reacio-. Veo la forma en la cual te trata –escupe-. Como si fueras de su propiedad, una cosa que él tiene el derecho de manipular a su antojo. 

Es todo lo que dice, pero el horror en sus ojos es mucho más profundo que eso. Y sé, con total seguridad, que él lo sabe. O al menos lo sospecha. Lo que Daniel me hace.  

-No tengo idea de que hablas –niego, suprimiendo el pánico que me llena. 

-No mientas –replica-. ¿No es eso por lo que Lily y tu pelearon? Ella lo descubrió y tú te niegas a dejarlo. 

-No tienes idea de nada –escupo-. Mi hermana y yo peleamos porque ella es incapaz de separar su miseria autoinfligida de personas increíbles que no quieren otra cosa que tratarla y amarla. 

Fernando compone su expresión, pero esta vez su indignación está al tope. Mauro, a su lado, está mudo y me mira de una manera muy extraña, entre sorprendido y decepcionado. 

Es entonces cuando caigo en cuenta de lo que acabo de decir. 

Fernando se para, camina a mi lado de la sala y le da un beso a la tía Helen, le hace una seña con la cabeza a su hermano mayor y se detiene agachándose justo frente a mí. 

-¿Sabes una cosa, Nic? -murmura-.  Yo, de entre todos, nunca pensé que te diría algo como esto, pero en este momento, con esa forma de pensar tuya, espero que sepas no te mereces a tu hermana –hace una pausa y me mira, sin inmutarse al ver las lágrimas que escurren por mi cara-. Nunca digas algo como eso frente a ella, por favor. Estarías cerrándole el ataúd en la cara. 

Sollozo, y en sus ojos no veo ni rastro de simpatía, nada del amor que normalmente me regala. Luego se pone de pie y se marcha, cerrando con suavidad la puerta. 



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En el texto hay: romance, drama, ficcion

Editado: 03.01.2021

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