Capítulo 6

Lily.

A veces, cuando sueño, puedo ver cómo sería mi vida si mamá no hubiese muerto. Me veo a mí misma, sonriendo, agarrada de los brazos de otras chicas, o de un muchacho alto y apuesto. Me veo yendo a la universidad, con notas altas y estudiando algo que me apasiona.

Pero incluso así, no es suficiente. A pesar de tener lo que quiero, siempre hay algo que falta. Un hueco que no puede ser llenado con nada. Ni siquiera con la presencia de mi madre.

Es entonces cuando me doy cuenta realmente de cuán jodida estoy.

***

Nunca he visto el mar. De pequeñas jamás fuimos, y ahora, con todo mi tiempo ocupado y el dinero totalmente monopolizado es imposible.

Suelo ver fotos todo el tiempo. Es algo que me tranquiliza, y si eso solo lo logra una fotografía, me pregunto qué sentiría si lo viera en persona.

Me encuentro haciendo justo eso, viendo una vieja foto que siempre me ha gustado en la calle principal de la ciudad. Está colocada en la repisa de un local que Nicole adora, y aunque no podemos hacer compras demasiado significativas, acostumbro dejarla comprarse algo pequeño que aunque es inútil, la hace feliz.

Debería molestarme, pero la verdad es que su sonrisa lo vale.

Cada vez, mientras ella busca que comprar, yo miro la fotografía.

No sé qué parte del mundo sea, pero para mí sin duda es la más bonita. En ella se observa el mar, tranquilo y tan limpio que sé que si estuviera allí podría ver perfectamente lo que hay debajo. No hay gente a la vista, y lo único que se puede ver más allá es el horizonte, naranja y cálido.

Es triste realmente. Solitario.

Pero me encanta.

—¡Mira! —Nicole me hace dar un respingo.

Me giro y veo que entre los dedos se le escurren dos pulseras, finas y brillantes.

—Las he comprado para nosotras —anuncia, sonriendo de oreja a oreja.

—¿Ah sí?

—Sí —asiente con entusiasmo—. ¿Te gustan?

Las miro, maravillándome por la suavidad de las hebras que las conforman, en un gris tan claro que parece plateado.

—Son muy bonitas —digo—. Preciosas.

—Me recordaron a ti —dice, y me regala una sonrisa llena de ternura.

Siento un nudo en la garganta, pero me obligo a hacerlo bajar—. Gracias, Nic —musito, ella me toma del brazo y desliza una de las pulseras por mi muñeca.

—Todo estará bien —murmura, dándome un ligero apretón—. Estaremos bien.

Escucharla me ayuda a creerlo.

***

Es tarde, más de lo normal. Así que no me sorprendo cuando encuentro a Roberto esperándome en la sala, tan quieto y distante como una estatua.

Me resulta un poco extraño. Que él me encuentre insoportable pero aun así se asegure de que vuelvo a casa. No soy idiota, no es por porque le importe o sienta algún tipo de cariño por mí, sino que se metería en un buen lío si simplemente desapareciera. Puede que no le agrade a la gente, pero si ya no me viesen alrededor de mi hermana seguramente empezarían a sospechar.

Todos saben que nunca la dejaría.

No le saludo, porque sé que normalmente eso le molesta. Cierro la puerta tan silenciosamente como puedo y me encamino a mi habitación.

—Es tarde —su voz me detiene a medio camino.

—Ya lo sé —respondo.

—¿Dónde estabas? —pregunta, pero hay algo extraño en su voz. Me recorre un escalofrío de anticipación.

—Trabajando —mantengo mi tono inexpresivo.

—¿Tú crees que soy imbécil? —su voz es un susurro, y sé que tengo que salir rápido si no quiero terminar en el suelo—. ¿Con quién estabas, Lily?

—Estaba trabajando —repito, incapaz de moverme sin darle pelea—. Algunos no podemos darnos el lujo de perder el tiempo.

—Deja de joderme y dime la puta verdad —exige, con la furia explotando en su voz.

—A veces ni siquiera tengo tiempo de dormir —respondo—. ¿Y tú te crees que lo tengo para andar tonteando por allí? Usa un poco de sentido común, Roberto.

Sé que la he liado en grande, pues de inmediato empieza a temblar de furia. Quiero patearme por ser tan idiota y no mantener la boca sellada, pero cuando se pone así, atacándome, no puedo evitar defenderme. La sumisión no está en mi naturaleza.