Mujer de alas.

Capítulo 9

Nicole.

—El jurado ha decidido que la señorita Liliana Arellano Mondragón, quien ha sido acusada de homicidio premeditado, es culpable —el Juez habla con una voz grave y sin una pizca de paciencia—. Se decidió que la acusada pasará el mes próximo recluida en el Tutelar de menores hasta cumplir la mayoría de edad. Posteriormente será traslada a la cárcel para mujeres de la ciudad de México, en cumplimiento de una condena de siete años.

Mi mundo se tambalea hasta caer a pedazos a mis pies inútiles. No puedo hacer que el aire entre a mis pulmones con la suficiente rapidez, y lo único que tengo en mi mente, brillando como un escaparate de neón, es la culpa.

Mi hermana hizo esto por mí. Por darme una vida mejor. Por protegerme de un monstruo que tarde o temprano me habría terminado apaleando como a ella.

Las lágrimas escurren por mi rostro, pálido y rígido como el de un muerto. Natalia me sujeta con fuerza de una mano, y Mauro se sujeta a la que tengo libre como si soltarme de repente fuera hacerlo desvanecerse.

Ellos no podían creer lo que había pasado. Al principio, habían estado tan ofuscados con la muerte de Roberto que ni se les pasó por la cabeza que Lily me había salvado la vida. Hasta que la vieron.

La Policía se limitó a llevarla al Hospital Central, pero la atención no había llegado más lejos de hacerle una revisión superficial. Natalia se negó a llevarme al hospital, así que hice lo que mi hermana habría hecho de estar en mi lugar.

En cuanto ellos se descuidaron un poco, arranqué sus garras lejos de mí y me eché a correr como alma que lleva el diablo. Soy rápida, lo sé muy bien y pude adelantar gran parte del camino. Al final ellos me alcanzaron, pero les dije que si no me dejaban ver como estaba mi hermana los odiaría por el resto de mi vida.

Cuando por fin las autoridades me dejaron verla, no pude evitar echarme a llorar como una histérica. Lily estaba colocada en una camilla de cualquier manera, con una de sus manos esposada a los tubos de la camilla, sangrando y completamente inconsciente. Su rostro tan familiar como el mío estaba tan hinchado que era difícil creer que pertenecía a la mujer más hermosa que yo conocía.

Natalia no tardó en alcanzarme al ver mi reacción, y cuando ella finalmente vio lo que Roberto había dejado de mi hermana cayó de rodillas arrastrándome con ella.

Su expresión era un reflejo de la mía. Culpa, profunda y terrible. Porque ella ignoró a Lily la primera vez que intentamos escapar. Porque ella había atribuido sus acciones a una niña caprichosa deseosa de atención. Porque ella la había tratado como una idiota durante todos esos años.

Después de dejarme ver lo mal que se sentía consigo misma, se puso hecha una furia exigiendo que Lily recibiera atención medica inmediatamente.

Una atención que se le negó por casi media hora más.

Finalmente, después de todo el papeleo que Natalia había hecho y todas las amenazas pronunciadas por su boca intelectual, los Médicos dijeron que las heridas no eran prioridad.

Natalia le soltó una bofetada al Médico que tenía más próximo, y hubiera continuado con el siguiente de no ser por la rápida intervención de Mauro.

Ella gritó al personal que podían irse al infierno, y que si Lily no recibía una revisión honesta y un completo tratamiento para recuperarse ella tomaría las medidas para hacer que todo el Hospital se viera envuelto en un escándalo tan grande que nunca nadie en su sano juicio regresaría allí.

Poco después Mía hizo aparición arrastrando a un Doctor de aspecto inexperto envuelta en un torbellino de lágrimas y furia. La antigua amiga de mamá se echó a llorar en el momento en el que vio a mi hermana, y aunque nunca lo mencionaría, fui testigo de cómo Mauro la imitó al poner los ojos sobre el rostro de Lily.

El Doctor resultó ser una de las personas más eficientes que había visto, y sin siquiera ponerse los guantes empezó a examinar a mi hermana con cuidadoso detalle. Mía se recompuso lo suficiente para ayudarlo y de manera mecánica—como Lily solía decirme—se obligó a recuperar la calma.

Ella estuvo en el hospital durante casi dos semanas, pero cuando recuperó la conciencia, a la única persona que la Policía le permitió visitas fue a mí.

De cualquier forma, yo sabía que ella no querría ver a nadie más.

No hablaba mucho, pero siempre, cada vez que me tenía cerca murmuraba lo mismo —. Le he matado Nic.

Para cuando los Médicos decidieron que ya estaba en condiciones de moverse, a pesar de sus costillas rotas y un brazo con la misma suerte, la trasladaron de inmediato a la Policía Estatal.



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En el texto hay: romance, drama, ficcion

Editado: 03.01.2021

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