Mujer de alas.

Capítulo 12

Nicole.

El calor del verano ha sido tan intenso todo el día que ya estoy resignada a portar el bronceado que parece permanente en mi piel.

Julia está en las mismas, solamente que en ella es mucho más evidente.

Fernando la tiene sujeta por los hombros, rodeándola con cariño. Observarlos hace que mi corazón se encoja un poco. Ellos siguen siendo tan cercanos como cuando eran niños, y aunque las cosas entre nosotros nunca regresaron a cómo eran antes de la muerte de Roberto, al menos seguíamos en un contacto muy usual. Pero desde que estoy saliendo con Daniel en serio, Fernando se ha alejado definitivamente de mí. La única razón por la que está aquí es por Julia. A mí me evita lo más que puede, aunque a veces resulta imposible, considerando que la tía Helen es muy amiga de su madre, y que Mauro, Gabriel y Roger siempre me están invitando con ellos.

Estamos en el centro de la ciudad, inmersos en mi tienda favorita. La próxima semana será el cumpleaños de Natalia, y necesitamos buscarle un par de regalos a juego para darle.

La tienda sigue siendo tan espectacular como siempre, con todas estas antigüedades y accesorios únicos que siempre me han gustado.

Siento que la pulsera planteada que llevo rodeándome la muñeca y que nunca me quito de repente pesa una tonelada.

—¿Qué te parecen estos, Nic?—Julia pregunta mostrándome un par de aretes largos y coloridos.

Asiento, pensando en el collar que acabo de ver en la parte trasera que combina a la perfección. Estoy a punto de darme la vuelta para ir a buscarlo, cuando algo en la parte frontal de tienda capta mi atención.

O más bien, alguien.

Ella está parada allí afuera, totalmente quieta y envuelta en una playera negra que le va tan grande que la hace parecer una niña.

Como si el tiempo nunca hubiera pasado.

Su cabello, antaño del color dulce del caramelo, está sujeto sobre su cabeza en una bola desordenada de rizos de un tono más oscuro.

Su figura es tan frágil que no estoy segura de que pueda sostener su propio peso por mucho tiempo.

Está de espaldas a mí y aunque no puedo verle el rostro la reconocería en cualquier lugar del mundo.

Siento que el corazón se me expande y se contrae al mismo tiempo dentro de mi pecho.

Que el aire de repente es tan pesado que me aplasta.

El terror comienza a correr por mi cuerpo, escalando y enrollándose en mis extremidades tiesas y sin vida.

Julia sigue la dirección de mi mirada y abre la boca con sorpresa genuina.

—¿Qué pasa? —Fernando pregunta al percatarse de mi cara devastada.

Yo me limito a mirarla sin apartar mis ojos de su espalda, temiendo que se desvanezca en el aire, pero también que se dé la vuelta y me vea aquí, parada como una idiota contemplando a un fantasma.

Empiezo a temblar, y por un momento la vista se me nubla y creo que caeré al piso, pero Fernando ya está aquí y me sujeta anclándome a sus brazos.

La chica está tan quieta que probablemente podría ser una estatua si no supiera que está hecha de carne y hueso.

Está parada frente al escaparate, con la mirada y su atención fija en el cuadro que cuelga de la pared. El cuadro que siempre le ha gustado.

Porque es Lily quien está allí, parada bajo la luz del sol como si fuera un sueño lejano.

Las emociones que normalmente me abruman se apoderan de todo mí ser, duplicándose y creciendo hasta llenarme.

Creo que ya llevo un rato llorando, porque cuando Fernando me limpia las mejillas, puedo sentir como están embadurnadas de lágrimas.

Puedo notar por la rigidez con la que me toca que no está del todo cómodo, aunque no sé si es por mi cercanía o por estar viendo a mi hermana. De cualquier manera, no me alejo, porque sé que sería incapaz de sostenerme por mi cuenta.

—¿Qué hace aquí? —Fernando me pregunta como si yo pudiera saberlo.

Niego con la cabeza, puesto que de hablar probablemente nada con sentido saldría de mi boca.

—Creí que le quedaban un par de años todavía —sus ojos recorren la figura de mi hermana, y por lo que parece no está nada contento.

Siento la imperiosa necesidad de ponerme a pelear y exigirle que deje de mirarla de esa forma, pero realmente no tengo cara para hacerlo.

Y eso solo hace que me sienta peor.

Cuando Lily se marcha sin mirar atrás, casi me desmayo del puro alivio de haber estado a salvo de su mirada, sin embargo, las lágrimas no paran de salir.



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En el texto hay: romance, drama, ficcion

Editado: 03.01.2021

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