Mujer de alas.

Capítulo 19

Lily.

Llevo poco más de quince minutos esperando a que Clarissa se aparezca.

Ella sabe que estoy aquí, claro, pero seguramente sigue hecha una furia por haber intervenido con sus hijos.

La culpa me pesa en la conciencia como antes debió hacerlo, pues finalmente me di cuenta de lo malo que es meterse en la vida de otras personas.

Joder, ojalá lo hubiese pensado antes.

Hace un par de días que no hablo con mi hermana, y no porque ella no lo haya intentado. Me llama cada hora, desde el fin de semana, pero francamente su voz es la última que quiero escuchar en este momento.

He tenido algunos momentos de mierda, sin poder dormir y bebiendo como un verdadero cosaco. No obstante, me lo merezco. Cuando fui a ver a los niños de Clarissa, realmente pensé que era lo mejor para ella, pero ahora, después de que mi hermana decidió que debía encontrarme con nuestro padre sin decirme siquiera que él había regresado a su vida, supe cuan profundamente lo había jodido todo metiéndome dónde no me habían llamado.

Así que sí, entiendo por qué Clarissa no da señales de venir en está ocasión. Estoy a punto de largarme, cuando la veo venir hacia la mesa dando pasos alargados y perezosos. Su mono naranja de balancea sin ninguna elegancia de un lado a otro, aparta la silla y se sienta sin decir una palabra.

—Hola —digo, sintiendo la culpa duplicarse al ver cómo ella evita deliberadamente mirarme a los ojos.

Clarissa alza las cejas, sin hablar.

—Quiero disculparme contigo —declaro, y ahora sí que me mira con fijeza—. No debí hacer lo que hice. En su momento pensé que era lo correcto, pero llevabas la razón, yo no tenía ningún derecho. Lo lamento mucho, Clarissa.

La mujer me regala una sonrisa tentativa, pues sabe que obtener una disculpa mía es cosa de otro mundo. Suspira y me tiene la mano con la palma hacia arriba.

—No habrás tenido la desfachatez de venir sin nada que aminore mi furia, ¿verdad? —alega.

Casi le sonrío de vuelta.

Rebusco dentro de mi bolsa y le entrego el sobre de esta semana. Clarissa alza una ceja, pero no dice nada. Abre el sobre en un movimiento delicado y saca el contenido con manos temblorosas. Esparce las tres fotografías en la mesa y las contempla con una muda consternación.

Abro la boca para disculparme nuevamente, pero ella me manda a callar con un gesto de su mano.

Se pasa un par de minutos así, simplemente observando las fotografías con detalle. Una es de María, ataviada en un vestido de volantes de un rosa resplandeciente y con una sonrisa que le ocupa la mitad de la cara. En la otra, Benjamín lleva puesta su playera favorita de dragones, pero a diferencia de su hermana, su boca está ligeramente ladeada en una sonrisa tímida y cautelosa. La fotografía restante es de los niños con su tía. Clara los abraza y sonríe a todo lo ancho de su boca.

—Están tan grandes —Clarissa murmura apenas haciéndose escuchar—. Mis niños.

Me quedo callada, esperando a que su furia reviva.

Solo que… no lo hace.

Clarissa se echa a llorar y yo no estoy muy segura de cómo proceder. Ella no me da mucho tiempo para pensarlo. Alarga ambos brazos y toma mis manos entre las suyas.

—Gracias —musita.

La miro sin comprender.

—No estuvo bien, Lily —ella explica, sin dejar de llorar por completo—. Yo jamás lo habría hecho por mi cuenta, pero… llevaba años soñando con esto. Imaginaba cómo sería poder hablarles, verlos, pero siempre me dije que era mejor si me mantenía apartada, tanto para mí como para ellos. Solo que no fue así. Me estaba marchitando, pero desde la semana pasada, cuando he visto sus dibujos, no he podido parar de sentirme más feliz, más completa. Y todo eso es gracias a ti.

—A mi imprudencia —replico, pensando en lo poco que he cambiado después de todo.

A Clarissa se le suaviza el gesto—. Puede ser —me da un apretón—. Pero también a tu compasión. A tu empatía.

—Creí que me odiarías por la eternidad —confieso, no queriendo esperanzarme demasiado.

—Oh, te sigo odiando un poco —su sonrisa es lobuna y sugerente—. Pero estoy segura de que lo superaré en cuanto vea a mis hijos.

—Ellos están ansiosos por verte —admito, recordando sus expresiones cuando me preguntaron acerca del día en que volverían a ver su madre—. Ambos.

—No más que yo —ella responde—. Pero estoy preocupada también. ¿Cómo van a reaccionar cuando sepan dónde he estado todo este tiempo?



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En el texto hay: romance, drama, ficcion

Editado: 03.01.2021

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