Mujer de alas.

Capítulo 25

Nicole.

No estoy sola cuando despierto. Lo sé, porque un suave peso me impide mover mis piernas adormecidas.

―¿Lily?

Quien se levanta, sobresaltado y con el cabello alborotado definitivamente no es Lily.

―Hola, Nic ―Fernando me regala una sonrisa tímida y preocupada―. Escuché que tuviste un día difícil.

Por un momento no entiendo de lo que me habla, pero luego recuerdo.

Y es como si hubiese encendido un interruptor. El dolor me cae encima, y sin poderlo evitar, empiezo a llorar como una niña pequeña.

Me limpio las mejillas furiosamente, sintiéndome estúpida e infantil.

―¿Dónde está mi hermana? ―pregunto, entre hipidos, sabiendo que solo necesito tenerla cerca para saber que todo estará bien, que ella hará que todo se arregle.

―Pasó hace un rato, pero estabas dormida ―él me responde―. Vendrá cuando salga del trabajo.

Me quedo quieta, con el pánico aplastándome el pecho.

―Julia no tarda en llegar ―Fernando sigue hablando al ver que no respondo―. Tu tía pensó que tal vez necesitas compañía.

Apenas lo escucho.

Todo lo que veo, todo en lo que pienso, es en mi padre de la mano de esos niños. En esa niña llamándolo padre. En la expresión de su rostro cuando se dio cuenta de que estábamos allí. Vergüenza y terror.

―Él tiene otros hijos ―murmuro―. Un niño y una niña.

―Eso escuché ―Fernando corrobora.

―No entiendo ―alego―. Ya tenía dos hijas.

Esta vez, Fernando no puede responderme.

***

La tarde se va en un suspiro, como si en solo un parpadeo las horas se hubiesen desvanecido. Mi corazón está paralizado, esperando que todo esto sea una simple broma.

Sé que no lo es.

No cuando la devastación ya ha echado raíces en mi interior. Y ni Julia y Fernando, sentados frente a mí parloteando de cosas sin sentido, pueden hacer que algo cambie.

Daniel ya me ha llamado un par de veces, y aunque sé que está preocupado, no soporto que me vea en este de este modo, así que cuando dijo que ya venía de camino a casa, le pedí que diera media vuelta. Solo así, sin explicaciones ni disculpas.

Probablemente estará enojado, pero en este momento, no logro hacer que me importe.

Ya ha oscurecido cuando Mauro llega a casa.

Se ve tan cansado como Fernando, a pesar de que no ha estado tratando con mi desesperación todo el día.

No dice nada, solo me abraza, fuerte y seguro, como lo ha hecho durante toda mi vida.

―Deberías comer algo ―murmura, de repente―. Helen ha dicho que no has querido probar bocado en todo el día.

―No tengo hambre ―respondo.

―Vamos, Nic ―él me reprocha con una voz dura―. Eso de ser una cabezota no va contigo.

Casi me hace reír.

―Si como algo, seguro no tardaré en echarlo ―replico, de forma más estable.

―Bueno ―una voz llena de desdén responde desde la puerta―. Pues seguro como el demonio que estaré muy enojada por eso.

Me levanto tan rápido que estoy a punto de caer de bruces, pero Lily ya está aquí.

Me sostiene, cuidadosa y con un cariño escrito en el rostro tan grande que me hace tambalearme de vuelta. En su mano libre sujeta un par de bolsas con recipientes dentro. El suave aroma de las papas fritas me llega a la nariz.

―¿Sabes lo caras que son estas cosas? ―pregunta, sin dejarme ver ni un rastro de otra cosa que no sea una suave diversión―. He gastado toda mi paga de hoy en ellas. Cada maldito centavo, así que más te vale no vomitar ni una.

Me rio, negando ligeramente.

Mauro se levanta y le quita las bolsas, rozándole el dorso de la mano con delicadeza. Lily aleja su mano rápidamente, como si el toque de Mauro le hubiese pasado electricidad por el cuerpo.

―¿Qué tal lo llevas? ―pregunta, volviendo su atención a mí.

Los ojos vuelven a llenárseme de lágrimas.

Mi hermana me rodea con sus brazos, sin importarle lo ridícula que estoy siendo.

―Todo estará bien ―susurra―. Él no vale tus lágrimas, lo sabes, ¿verdad?

Incluso con el dolor apachurrándome el corazón, no soy capaz de estar de acuerdo con ella. Amo a mi padre, y es difícil pensar en él como un traidor a pesar de que lo ha sido.



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En el texto hay: romance, drama, ficcion

Editado: 03.01.2021

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