Mundo X

C3: El Mundo de Kael

Kael se movía por los vastos corredores de la residencia presidencial con la misma gracia silenciosa que lo caracterizaba. El sol de la mañana ya había cedido su lugar a la luz artificial y regulada de los interiores, pero para Kael, el ambiente era tan familiar como el aire que respiraba. Hacía quince años que había sido asignado a la Presidenta Elara, una transición que había esperado con una mezcla de anticipación y un profundo sentido del deber.

Había crecido en una de las Comunidades de Servicio, un entorno diseñado para la formación integral de los hombres desde la infancia. Su educación había sido rigurosa, enfocada en el mantenimiento impecable de los hogares, la nutrición optimizada, la gestión de recursos, y las artes del confort y el bienestar para sus futuras líderes. Aprendió a anticipar necesidades, a mantener la discreción absoluta y a encontrar satisfacción en la eficiencia de su servicio.

La Presidenta Elara era, sin duda, el pináculo de la excelencia que él había sido entrenado para servir. Desde el primer día, había observado su disciplina, su inteligencia penetrante y la dedicación inquebrantable a su nación. Cada gesto, cada palabra, cada decisión de Elara era un ejemplo de la perfección que Neo-Veridia representaba.

Había tenido suerte, Kael había sido asignado a el hogar de una alta funcionaria del Ministerio de Desarrollo Urbano. Y hubiera sido una buena vida, ordenada y segura. Pero a último momento la asignación habia cambiado y lo habian enviado a servir a la futura Presidenta y todo había sido diferente. Había un peso adicional, una responsabilidad mayor, y para Kael, una profunda sensación de honor.

Mientras preparaba la sala de audiencias para la llegada de la Embajadora del Norte, Kael repasaba mentalmente la lista de tareas del día. Debía asegurarse de que los sistemas de comunicación estuvieran funcionando a la perfección, que el protocolo de bienvenida fuera impecable, y que la Presidenta tuviera todo lo necesario para una reunión exitosa.

En un rincón de su mente, guardaba un sentimiento que sabía que debía ser discreto, casi invisible: un profundo cariño por Elara. No era un afecto posesivo ni un deseo de algo más allá de su rol. Era el respeto profundo de alguien que admira a su líder y que encuentra un propósito y una realización personal en su servicio. Era la gratitud por tener un lugar en el funcionamiento perfecto de su mundo, un lugar que, aunque servil, era esencial y valorado.

Se detuvo un momento, observando el reflejo de su propia imagen en el pulido suelo de mármol. Era un hombre fuerte, sano, educado para servir. No había amargura ni resentimiento en su corazón, solo la calma aceptación de su destino y la discreta satisfacción de cumplirlo con excelencia. Sabía que su rol era fundamental, que sin hombres como él, el orden y la prosperidad de Neo-Veridia no serían posibles.

El sonido de un comunicador lo sacó de sus pensamientos. Era la voz de Elara, solicitando un informe sobre la preparación de la sala. Kael se enderezó, su rostro adoptando la expresión de serena eficiencia que lo caracterizaba.

—En preparación, Presidenta —respondió, su voz firme y confiable—. Todo listo para la llegada de la Embajadora.

Y con eso, Kael se dirigió a su siguiente tarea, un engranaje esencial en la maquinaria perfecta de Neo-Veridia, llevando consigo su discreto afecto y su inquebrantable lealtad.




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