Mundo X

C9: Susurros en la Sombra

Las "vueltas" de Kael como administrador principal del hogar de la Presidenta Elara eran meticulosas y variadas. Desde la optimización de los sistemas energéticos residenciales hasta la gestión de los recursos nutricionales de la familia, su rol lo llevaba a interactuar con una red de otros administradores de hogar y proveedores de servicios, todos hombres dedicados a la perfección de sus esferas domésticas. Eran figuras clave en el engranaje perfecto que permitía a las mujeres de Neo-Veridia concentrarse en sus roles de liderazgo y progreso. Sin embargo, en los últimos meses, Kael había comenzado a percibir algo más allá de la eficiencia en algunos de sus encuentros.

Fue durante una visita al Centro de Distribución de Suministros Domésticos, un lugar donde la calidad y la optimización eran primordiales, que Kael conoció mejor a Elías, el administrador del hogar de la Jefa de Bioingeniería. Elías era un hombre de una lógica impecable en la organización de su despensa y la programación de los drones de limpieza, pero Kael notó en sus manos, a menudo manchadas de tierra, una delicadeza inusual. Hablaban de los nuevos protocolos para la purificación del agua, y en un momento, Elías mencionó la dificultad de mantener ciertas "especies ornamentales" que su "compañera" disfrutaba, una excusa apenas velada para hablar de las raras orquídeas que cultivaba en un pequeño invernadero personal, un acto de pura, ineficiente, belleza para la líder de su hogar.

Otro encuentro significativo fue con Marcus, el administrador del hogar de la Directora de Logística de la ciudad. Marcus era un estratega magistral, capaz de coordinar las agendas de su hogar y las necesidades de su familia con una precisión asombrosa. Pero durante una pausa en la sala de espera de un taller de mantenimiento de electrodomésticos, Marcus le mostró a Kael una pequeña pieza de cerámica, un cuenco imperfecto pero bellamente esmaltado. "Para los aceites esenciales de mi compañera", había dicho con una sonrisa apenas perceptible, "le gusta la forma en que el aroma se retiene". Y Kael había notado el brillo en sus ojos al hablar de ese "cuenco", un brillo que no aparecía al hablar de la eficiencia de los sistemas de reciclaje de su hogar.

Estos no eran los únicos. Había otros, dispersos en la vasta red de administradores de hogar en Neo-Veridia: un hombre que, mientras discutía la programación de las rutinas de ejercicio, compartía en voz baja su pasión por la poesía antigua que le leía a la líder de su hogar; otro que, mientras supervisaba el mantenimiento de los sistemas de climatización, dedicaba horas a restaurar viejos instrumentos musicales para la relajación de su compañera.

Kael, con su propia vida secreta, comenzó a reconocer los signos. Eran como él, hombres que habían encontrado una manera de mantener una parte de sí mismos, una parte "ineficiente" y profundamente humana, a salvo de las exigencias del sistema. No hablaban abiertamente de sus vidas personales o de sus relaciones, pero había una comprensión tácita, un reconocimiento mutuo en sus miradas, en sus gestos sutiles cuando mencionaban a las líderes de sus hogares. No eran solo relaciones funcionales; eran vínculos de afecto, de cuidado, de amor.

Un día, mientras coordinaba la entrega de un nuevo lote de ingredientes orgánicos con Elías, la conversación derivó hacia la "adaptabilidad de las estructuras familiares". Elías, con una voz baja, dijo: "A veces, Kael, el hogar más robusto es el que permite pequeñas desviaciones, pequeñas expresiones que, con el tiempo, pueden convertirse en la norma. Como una flor que nace en medio del pavimento".

Kael asintió, su mente ya conectando los puntos. "Y si esas 'expresiones' son las que permiten una mayor conexión, una intimidad más profunda..."

Elías lo miró, una chispa de comprensión en sus ojos. "Precisamente. La eficiencia es vital, sí. Pero la capacidad de *sentir*... eso es lo que realmente nos hace adaptables. Lo que nos permite nutrir más allá de lo programado, tanto a nuestros hogares como a quienes los lideran".

Esa tarde, Kael se encontró con Marcus para discutir la optimización de los horarios de ocio. Después de la reunión formal, Marcus guardó sus tabletas y, con un gesto inusual, invitó a Kael a tomar un té de hierbas que él mismo cultivaba. Fue entonces cuando Marcus, mirando el cuenco de cerámica que Kael había visto antes, confesó con un susurro: "Mi compañera... ella lo aprecia. Dice que es bueno para el alma tener algo hecho con las manos. Un secreto, claro, para el sistema".

Kael sintió una punzada de algo parecido a la camaradería. "Entiendo", dijo, y por primera vez, no se sintió solo en su compleja existencia. No solo él era el único en tener una vida personal y una relación "secreta" con la líder de su hogar.

Kael se dio cuenta de que la "evolución" de la que había hablado con Elara no era solo una quimera. Había una red silenciosa, una corriente subterránea de humanidad que fluía bajo la superficie pulida de Neo-Veridia. Y quizás, solo quizás, los niños, con su curiosidad y su compasión innata, eran los catalizadores perfectos para que esa corriente emergiera, para que el sistema aprendiera a "respirar un poco más".




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