La resistencia a las políticas de Anya no era un murmullo aislado; se había convertido en un coro disonante que resonaba en los pasillos del poder y en las reuniones de los administradores de hogar. La Directora de Seguridad Ciudadana, en particular, se había convertido en una figura central de la oposición. Su pragmatismo, antes visto como una virtud, ahora se manifestaba como una férrea defensa de la tradición. Para ella, las innovaciones de Anya no eran una evolución, sino una peligrosa desviación que amenazaba la estabilidad cuidadosamente construida de Neo-Veridia.
"Presidenta Anya", interpeló la Directora en una sesión del Consejo, su voz fría y firme, "hemos recibido reportes de una disminución en la eficiencia operativa en varios sectores. Administradores de hogar que antes eran modelos de precisión, ahora parecen... distraídos. ¿Podría ser que esta nueva 'libertad emocional' esté interfiriendo con el cumplimiento de sus deberes primordiales?"
Anya mantuvo la calma, pero el peso de la acusación era palpable. "Directora, la adaptación a nuevos paradigmas siempre conlleva un período de ajuste. No confundamos la exploración de nuevas formas de ser con una deficiencia operativa. Al contrario, creemos que a largo plazo, esta integración de bienestar potenciará la eficiencia".
Sin embargo, las palabras de la Directora encontraron eco en otros líderes y administradores. Corvus, el administrador de hogar de la Jefa de Bioingeniería, había comenzado a organizar reuniones secretas con otros administradores descontentos. Compartían sus frustraciones, la sensación de que sus roles estaban siendo devaluados, que la "sensibilidad" era una debilidad y no una fortaleza. "Nos están pidiendo que seamos algo que no somos", dijo Corvus en una de esas reuniones clandestinas. "Nuestro propósito es servir, no sentir. Esta ciudad fue construida sobre la lógica, no sobre las emociones".
Liam, consciente de la creciente polarización, intentaba tender puentes. Hablaba con sus colegas, compartiendo su experiencia personal, cómo su conexión con la Directora Principal de Infraestructura no solo le permitía anticipar sus necesidades, sino que le brindaba una satisfacción que iba más allá del mero cumplimiento de tareas. "El amor no es una distracción", les decía, "es una fuerza que nos impulsa a ser mejores, a cuidar con más dedicación". Pero sus palabras, aunque sinceras, a menudo chocaban con la incredulidad. Para muchos, la idea de "amor" en el contexto de sus funciones era una reliquia de un pasado borroso, casi mítico.
Fue en este clima de creciente disenso que Elara, ahora una consejera sabia y respetada, decidió intervenir. Había observado a Anya con orgullo, pero también con una preocupación creciente. Sabía que la batalla no era solo por políticas, sino por la esencia misma de Neo-Veridia. Convocó una reunión privada con Anya y Liam.
"La resistencia no es solo miedo al cambio, mis queridos", comenzó Elara, su voz suave pero cargada de autoridad. "Es un eco de un pasado que hemos intentado borrar, pero que todavía resuena en la memoria colectiva".
Anya frunció el ceño. "¿A qué te refieres, madre?"
"Cuando Kael y yo comenzamos a explorar lo que significaba 'sentir', lo hicimos en secreto, porque la ciudad había sido construida sobre la premisa de que las emociones eran ineficientes, incluso peligrosas", explicó Elara. "La 'Gran Purga Emocional' que llevó a la fundación de Neo-Veridia no fue solo un evento histórico; fue una reestructuración profunda de la psique colectiva. Se nos enseñó que las emociones llevaban al caos, a la guerra, a la destrucción. Se nos programó para creer que la lógica pura era el único camino a la paz y la prosperidad".
Liam, que había estado escuchando atentamente, asintió. "Sí, en los archivos históricos se menciona vagamente, pero siempre de forma muy abstracta. Como una etapa oscura que se superó".
"Exactamente", continuó Elara. "Lo que ustedes están proponiendo, Anya, no es solo una nueva política. Es una reintroducción de aquello que fue activamente erradicado. Para muchos, especialmente para los más antiguos, esto no es solo un cambio de procedimiento; es una amenaza existencial a todo lo que creen que es Neo-Veridia. Es como si les pidieras que abrieran la puerta de nuevo a aquello que sus ancestros juraron cerrar para siempre".
Anya sintió un escalofrío. La magnitud de la tarea era mucho mayor de lo que había imaginado. No era solo una cuestión de convencer a la gente de los beneficios de sus políticas, sino de desmantelar siglos de condicionamiento, de reescribir la narrativa fundamental de su sociedad. La resistencia no era obstinación; era miedo, un miedo profundamente arraigado a repetir los errores del pasado.
"Entonces, ¿cómo podemos avanzar, madre?", preguntó Anya, sintiendo el peso de la historia sobre sus hombros.
Elara miró a sus hijos, sus ojos brillando con una mezcla de amor y determinación. "Debemos recordarles de dónde venimos, sí. Pero también debemos mostrarles hacia dónde podemos ir. No con decretos, sino con ejemplos. Con historias. Y, quizás, con una verdad que ha estado oculta durante demasiado tiempo".
Liam, con una nueva comprensión, añadió: "Necesitamos mostrarles que la emoción no es el caos, sino la chispa que enciende la verdadera innovación y la resiliencia".
La crisis no era solo una prueba de liderazgo para Anya; era una oportunidad para sanar una herida ancestral en el corazón de Neo-Veridia. La verdadera batalla no sería contra las políticas, sino contra el miedo al pasado.