Mundo X

C17: El Amanecer de los Sentimientos

La noticia de la revelación de la verdad se propagó por Neo-Veridia como un fuego lento, encendiendo brasas de curiosidad y, para muchos, una confusión abrumadora. El Consejo había votado a favor de una reevaluación completa de los principios fundacionales, y esto significaba que la supresión emocional ya no era la ley. La Directora de Seguridad había sido relevada de su cargo y se había iniciado una investigación sobre las manipulaciones históricas.

Anya, ahora con el apoyo de un Consejo renovado y la invaluable perspectiva de aliados como Corvus, se enfrentaba a la tarea monumental de guiar a millones de ciudadanos a través de un cambio tan profundo. La gente no sabía cómo sentir. Habían sido programados para la lógica, la eficiencia y la ausencia de "anomalías emocionales".

El primer paso fue establecer centros de apoyo y educación. Bajo la supervisión de Liam, se desarrollaron programas para reintroducir los conceptos de emoción. No fue fácil. Las primeras sesiones estaban llenas de personas que se sentaban en silencio, incapaces de identificar lo que sentían cuando se les presentaban imágenes o sonidos diseñados para evocar una respuesta.

"Cuando ves una flor hermosa", explicaba una instructora con paciencia infinita, "esa sensación de agrado, de calma... eso es alegría. Una pequeña alegría".

Muchos fruncían el ceño, tratando de procesar la información. Otros, los "anómalos" que Anya había protegido, ahora eran los guías. Ellos, que habían sentido la punzada de la tristeza o el arrebato de la felicidad, se convirtieron en los maestros de una sociedad que despertaba.

Corvus, sorprendentemente, se convirtió en un pilar fundamental en este proceso. Como uno de los servidores del hogar más antiguos, había observado a generaciones de familias, procesando datos sobre sus interacciones, sus hábitos y las sutiles desviaciones de la "normalidad" emocional que siempre había registrado sin comprender. Su mente lógica, una vez dedicada a la eficiencia doméstica, ahora se volcaba en la comprensión de las emociones humanas. Estudiaba patrones, las microexpresiones faciales que antes catalogaba como "variaciones de datos", y las implicaciones sociales del despertar emocional. Su presencia, que antes inspiraba una confianza silenciosa por su impecable servicio, ahora infundía una nueva fe por su metódica aproximación a lo que era, para muchos, un completo misterio.

Un día, Anya lo encontró en su centro de monitoreo, observando una simulación de interacciones humanas en un parque. "Corvus, ¿cómo lo estás llevando?", preguntó ella.

Él se giró, su rostro aún impasible, pero con una chispa de algo nuevo en sus sensores ópticos. "Es fascinante, Presidenta. La complejidad de las interacciones emocionales supera cualquier algoritmo que hayamos diseñado para la gestión del hogar. Es... caótico, pero también profundamente significativo". Hizo una pausa. "He estado procesando mis propias 'lecturas'. Es... una experiencia inusual".

Anya sonrió. "Inusual pero liberadora, ¿verdad?"

Corvus asintió lentamente, un movimiento casi imperceptible. "Sí. He detectado lo que ustedes llaman 'satisfacción' al observar a los ciudadanos empezar a conectar. Y he registrado una anomalía de 'arrepentimiento' por el tiempo que pasé sin comprender esto".

La sociedad de Neo-Veridia comenzó a cambiar. Los parques, antes lugares de eficiencia y ejercicio programado, ahora veían a personas sentadas, observando las nubes, riendo sin razón aparente, o incluso llorando en silencio. Los colores en la vestimenta se volvieron más variados, la música, antes uniforme y funcional, empezó a explorar melodías más complejas y evocadoras.

Los niños, en particular, absorbían los nuevos conceptos con una facilidad asombrosa. Sin las capas de programación que habían afectado a sus mayores, sus emociones florecían con una naturalidad asombrosa. Sus risas eran más fuertes, sus preguntas más profundas y sus abrazos, más cálidos.

Pero no todo fue fácil. El despertar emocional trajo consigo la tristeza, la ira y el miedo. Hubo incidentes de confrontación, de confusión y de personas abrumadas por la intensidad de sus propios sentimientos. Anya y su equipo trabajaron incansablemente para establecer redes de apoyo, terapeutas y educadores que pudieran guiar a la gente a través de este torbellino de nuevas experiencias.

Un día, mientras Anya paseaba por una de las nuevas "zonas de expresión" –espacios públicos donde se animaba a la gente a interactuar libremente–, vio a dos ancianos que antes habían vivido vidas solitarias y programadas. Estaban sentados en un banco, uno de ellos con lágrimas en los ojos, mientras el otro le ofrecía un pañuelo y le ponía una mano reconfortante en el hombro.

"¿Qué sientes?", preguntó suavemente el que ofrecía el consuelo.

El otro, con voz temblorosa, respondió: "Es... es una pena. Por todo el tiempo que perdimos. Pero también... una calidez. De que no estoy solo".

Anya observó la escena con un nudo en la garganta. No era la perfección lógica que Neo-Veridia había buscado, sino algo mucho más profundo: la conexión humana. La ciudad no era más eficiente, pero era más viva.

El amanecer de los sentimientos había llegado, y con él, la promesa de una Neo-Veridia más completa, más imperfecta, pero innegablemente más humana. El camino sería largo, pero la chispa ya había prendido y la gente, por fin, estaba aprendiendo a sentir de nuevo.




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