Mundos Diferentes

CAPÍTULO 8- CASUALIDADES DE LA VIDA

POV JESS

El domingo me lo pasé terminando tareas y ayudando a mi padre a archivar papeles del trabajo. No entiendo como no tenía un ayudante para que le echara una mano con los casos y una agenda para apuntar todos los juicios a los que tenía que asistir. Él siempre dice que la clave es la memoria pero como se le vaya la cabeza, dudo mucho que sus clientes vayan a estar muy satisfechos al ver que no acude al juicio para defenderlos. Bueno, a pesar de todo, tuve un domingo tranquilo. A la noche llamé a Liz para preguntarle cómo estaba:

-Liz, ¿cómo te encuentras? –Dije interesada.

-Bien, gracias por preocuparte. –Dijo agradecida.

-Te tengo que contar una cosa que pasó anoche. –Añadió.

-Cuéntame.

-Como bien sabes, cuando te dejamos en casa, Philip me llevó a la mía. Me acompañó hasta la puerta y me deseó buenas noches. –Dijo emocionada.

-¿Y qué? ¿Nada más? –Dije extrañada.

-Claro tonta, ¿crees que le pondría tanto entusiasmo a esta conversación solo para decirte que me deseo buenas noches?

-¡Pues sigue contando que me tienes intrigada! –Dije nerviosa.

-Pues que… ¡me besó! –Dijo con tono alegre.

-¿En serio? ¡Dios mío! Me alegro tanto Liz… -Exclamé.

-Sí tía, es maravilloso. –Dijo Liz con una sonrisa de oreja a oreja.

Hablamos durante varias horas más y nos fuimos a dormir.

Me desperté temprano para poder vestirme y arreglarme tranquila. Ya estaba haciendo calor asique decidí ponerme algo más fresquito. Elegí una camiseta blanca de mangas cortas y un short. Mi padre se ofreció a llevarme al instituto ya que esa mañana no tenía ninguna reunión. Le di un beso como agradecimiento y me bajé del coche. A primera hora tocaba aguantar a la señora Morris, la profesora de Literatura, que si no fuera por ella, las clases me parecerían más productivas. Estábamos todos esperando a que empezase la clase:

-Prestad atención, hoy ha llegado un chico nuevo:

Yo estaba tan ocupada escribiéndole una nota a Liz que no me di cuenta de lo que estaba pasando. De repente escuche una voz, una voz familiar y subí la cabeza:

-¡Hola a todos, me llamo Jacob! –Dijo mientras miraba a toda la clase.

No puede ser, es él. Es el chico que me habló en el bar. Su sonrisa, sus ojos, su mirada, dios, es él. No me puedo creer que sea el chico nuevo.

-¿Alguien sería tan amable de enseñarle el instituto después de clase? –Dijo la profesora.

-¡YO MISMA! –Grité.

Cuando me levanté, se percató de mi existencia y sonrió.

-Muy bien señorita Bennett, muchas gracias. –Dijo la profesora.

Jacob se sentó solo a dos mesas de mí y no paró de mirarme durante todo la hora. Cuando sonó la alarma, me dispuse a ir a su mesa para servirle de guía.

-Jess, gracias por ofrecerte como voluntaria para enseñarme el instituto.

-No hay de qué, te aseguro que no te perderás.

Salimos de la clase y lo primero que le enseñé fue la cafetería seguido de las clases de física, matemáticas y demás asignaturas horribles que existía en el horario. A la hora de comer, bajé con Liz explicándole por el camino por qué había actuado así en clase de literatura y lo que pasó en el bar, entonces lo entendió todo porque la verdad es que se sorprendió al ver que conocía a Jacob.

-Tía, ¿ese es Jacob? –Dijo extrañada.

-Sí, pero es Jacob rodeado de arpías. –Aclaré.

Jacob estaba en una mesa alejada donde estaba siendo acosado por todas. Me acerqué a él para saludarlo y así lograr que se fueran.

-Hola Jacob. –Dije un poco nerviosa por saber que me observaban con desprecio.

-¡Jess! Te estaba esperando. –Dijo con tono alegre.

-¿En serio estabas esperándola a ella? –Dijo Diana mientras me miraba de arriba abajo.

-Sí, ¿algún problema? –Dijo Jacob un poco enfadado.

-Diana, ¿no ves que sobras? Y bueno, vosotras también. –Dije con tono borde.

Diana y las arpías de sus amigas me miraron con cara de asco y se fueron a otra mesa a molestar.

-¡Qué pesadas! Menos mal que se han ido –Dijo aliviado.

-Si bueno, son así pero se acaban cansando. –Dije con tono tranquilizador.

-No me tendrías que haber dejado solo. –Dijo poniéndome su sonrisa pícara.

-¿No sabes cuidarte solito? –Dije en tono gracioso.

-Es mejor si me cuidas tu ¿no? –Dijo mientras no paraba de mirarme fijamente.

Con ese comentario me dejó de piedra. Cómo era posible que me haya puesto tan nerviosa solo con decirme eso.

-¿Vamos fuera? Hace un día precioso. –Añadió.

-¡Vale! –Acepté.

Una vez fuera:

-¿Y bueno, como es que estás en este instituto? ¿Te acabas de mudar con tu familia o qué? –Dije interesada.




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