Mundos Oscuros [editando]

Capitulo 2: Encuentros destinados

"No hay casualidades, solo encuentros que estaban esperados desde siempre."

Jorge Luis Borges.

— No. No iré –digo rotundamente.

— Pero, ¿por qué? –pregunta Audrey, haciendo un leve mohín.

— ¿Habrán muchas personas reunidas?

— Posiblemente.

— Y estamos a treinta y dos grados centígrados.

— Sí.

— Allí tienes la respuesta –digo, volviendo a centrarme en el libro que tengo entre mis manos.

— Vamos, Bella. No tienes que hacer nada que no quieras. Solo acompáñame. – suplica–. Además, creo que te haría bien asistir.

— No lo sé, Audrey. No soy muy buena en esas cosas –digo, con un deje de cansancio.

Más tarde, me encuentro caminando resignada por los senderos del campus, siguiendo a Audrey hacia el área donde se está llevando a cabo la actividad pro-ambiental, una actividad dirigida por los de psicología. El aire es fresco y lleva consigo el suave aroma de la hierba recién cortada. Un grupo de estudiantes están reunidos, charlando animadamente mientras preparan todo para dicha actividad. Intento no sentirme fuera de lugar, pero la incomodidad es inevitable.

Audrey me toma del brazo y me lleva hacia un grupo donde están colocando carteles de la conservación ambiental y su impacto en la salud mental. Es entonces cuando lo veo por primera vez.

— ¡Joseph! –llama Audrey con entusiasmo–. Ven aquí, quiero que conozcas a alguien.

Un joven alto y esbelto con cabello castaño oscuro y ojos marrones profundos se gira hacia nosotros. Tiene una sonrisa cálida y una actitud relajada que contrasta con mi propio nerviosismo. Camina hacia nosotras con confianza, y de inmediato siento como una alarma automática dentro de mí se activa.

— Joseph, esta es Isabella –dice Audrey–. Bella, este es Joseph Carter. Es uno de los organizadores de la actividad.

— Hola, Isabella –saluda Joseph, extendiendo su mano con una sonrisa–. Es un placer conocerte.

Dudo un momento antes de estrechar su mano. Su apretón es firme pero amable, y su mirada parece indagar más allá de la superficie.

— Hola –respondo, simplemente.

— Joseph también estudia psicología –explica Audrey–. Ha estado muy involucrado en estas actividades porque cree que la conexión con la naturaleza puede ayudar a la salud mental.

— Así es –añade Joseph–. Es sorprendente lo mucho que un poco de aire fresco y trabajo comunitario pueden hacer por el ánimo de una persona.

"¡Genial! Aire fresco y trabajo comunitario." , pienso con sarcasmo.

Asiento, aunque internamente sigo luchando contra mis impulsos de correr de nuevo hacia la habitación y encerrarme allí. Lejos de las personas y lejos del sol.

— Bueno, espero que disfrutes de la actividad –dice Joseph, dándome una sonrisa alentadora–. Si necesitas algo o tienes alguna pregunta, no dudes en acercarte.

Audrey me sonríe complacida de haberme sacado de mi habitación. Yo solo espero que el día pase rápido. Nos unimos al grupo que se dedica a plantar árboles en una sección del campus. Me concentro en la tarea, dejando que el trabajo manual desvíe mis pensamientos de la incomodidad de estar rodeada de desconocidos. Sin embargo, no puedo evitar sentir la presencia de Joseph cerca de mí, supervisando y ayudando a todos con una energía positiva y contagiosa.

Mientras tomamos un breve descanso, veo que Audrey y Joseph se alejan. Ellos parecen enfrascarse en una conversación, gesticulando hacia mí de vez en cuando. La curiosidad me pica, pero decido no intervenir.

A pesar de mi reticencia inicial, encuentro algo relajante en trabajo manual, en la conexión directa con la tierra. Es casi terapéutico, como si al plantar cada árbol, también estuviera plantando una semilla de esperanza en mi interior.

Después de un rato, Joseph regresa, está vez con dos botellas de agua y una sonrisa amable.

— ¿Cómo va todo por aquí? –pregunta, extendiéndome una de las botellas.

— Bien, gracias –respondo, aceptando el agua con una tímida sonrisa.

— Tienes buena mano para esto, Isabella –dice con una sonrisa—. ¿Lo habías hecho antes?

— No, en realidad no. Es... interesante.

— Me alegra escuchar eso –responde—. La naturaleza tiene una manera de curar que a menudo subestimamos.

Asiento, sin saber muy bien qué decir. Hay algo en su presencia que me desarma.

Nos sentamos en el césped, tomando un breve descanso. Joseph comienza a hablar sobre los beneficios de la conexión con la naturaleza y cómo puede influir positivamente en nuestra salud mental. Al principio, solo escucho por cortesía, pero pronto me encuentro realmente interesada en sus palabras.

— ¿Y tú, Isabella? –pregunta de repente, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

La pregunta me toma por sorpresa. Me encojo de hombros.

— Me gusta dibujar –respondo finalmente.

— Impresionante. –dice Joseph con entusiasmo—. ¿Has pensado en mostrar tu trabajo? Podrías inspirar a otras personas.

— No sé... –dudo—. No creo que sea tan buena.

Joseph me mira con una intensidad que no esperaba, sus ojos reflejan una comprensión profunda. — A veces somos nuestros peores críticos –dice suavemente—. Pero todos tenemos algo valioso que compartir. Piensa en ello, ¿sí?

Antes de que pueda responder, Audrey regresa con más suministros y nos pide ayuda para organizar la siguiente parte de la actividad. La conversación con Joseph queda en el aire, pero sus palabras resuenan en mi mente. Más tarde, mientras ayudamos a limpiar después del evento, noto a Audrey y Joseph hablando animadamente con otros estudiantes. Decido unirme a ellos, intentando superar mi incomodidad social. La risa y el compañerismo del grupo son contagiosos, y por primera vez en mucho tiempo, no me siento incómoda.

Joseph se acerca nuevamente, esta vez con una invitación inesperada.




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