Mundos Oscuros [editando]

Capitulo 9: Raíces y vínculos

"A veces, la vida continúa sin hacer ruido, como si el peso de los días pasados fuera solo una sombra que acompaña en silencio."

- Autora

La habitación quedó en un silencio opresivo, roto solo por el sonido constante del monitor que seguía mi ritmo cardíaco. Mis ojos no se apartaban de Rick, el hombre que una vez había sido una figura paternal, pero que ahora era poco más que una sombra del pasado. Mi cuerpo parecía inmóvil, atrapado entre el deseo de huir y la necesidad de enfrentar lo que fuera que él viniera a decirme.

Joseph se levantó de su asiento, aún visiblemente confundido. Miró de mí a Rick, esperando alguna señal, alguna explicación, pero no podía dársela. Aún no.

—¿Quién es este? —preguntó Joseph, su tono cuidadoso, casi protector.

Rick avanzó un paso hacia la cama, pero detuvo su movimiento al ver cómo mis manos se crispaban alrededor de la sábana. Era como si sintiera que su sola presencia me hacía daño, pero aun así no retrocedió.

—Soy Rick —dijo en voz baja, su mirada clavada en mí—. Su padre.

La palabra "padre" resonó en la habitación como un eco vacío. Mi madre, antes de morir, me había advertido en su carta que no confiara en él. Que Rick, de alguna manera, no era quien yo creía. Y ahora, después de todo este tiempo, aparecía como si nada hubiera pasado.

—No —murmuré, apenas capaz de formar palabras—. No eres mi padre.

Joseph dio un paso hacia mí, colocándose instintivamente entre Rick y yo, aunque su confusión era palpable. Rick exhaló lentamente, como si esperara esa respuesta.

—Isabella, sé que esto es difícil. Sé que... las cosas no están bien. Pero estoy aquí para hablar. Para intentar arreglar lo que pueda —su voz era grave, cargada de una mezcla de culpa y algo que casi podría confundirse con arrepentimiento.

Intentar arreglarlo. Esa frase me provocó un nudo en el estómago. ¿Cómo se supone que iba a arreglar años de silencio y secretos? No había nada que pudiera decir para borrar lo que ya estaba hecho.

—¿Arreglar? —repetí, con una risa amarga que me sorprendió incluso a mí misma—. ¿De qué hablas, Rick? Todo lo que ha pasado, todo lo que has hecho... no se arregla con palabras.

Joseph me miró con una mezcla de preocupación y desconcierto. Sabía que le debía una explicación, pero no era el momento. No podía lidiar con ambas cosas al mismo tiempo: el pasado y lo que estaba por venir. Todo se sentía demasiado abrumador.

Rick dio un paso más, pero antes de que pudiera acercarse, Joseph se interpuso.

—Creo que es mejor que te vayas —le dijo, con un tono firme que nunca antes le había escuchado.

Rick lo miró, pero no discutió. Asintió, sus ojos todavía fijos en los míos, como si esperara una respuesta, alguna señal de que las cosas podrían cambiar entre nosotros. Pero no le di nada. Solo lo observé, vacía, incapaz de procesar lo que significaba su reaparición.

—Estaré en la ciudad por un tiempo —dijo finalmente, mientras se retiraba—. Si decides hablar... ya sabes cómo encontrarme.

La puerta se cerró con un leve clic, y el silencio que dejó atrás fue ensordecedor. Me dejé caer contra la almohada, exhausta, como si la breve conversación hubiera drenado cada gramo de energía que me quedaba.

Joseph, que seguía a mi lado, me observaba con una mezcla de preocupación y confusión. Sabía que necesitaba una explicación, pero las palabras no querían salir. Mi madre, antes de morir, me había advertido en su carta que no confiara en él. Rick era una figura cargada de secretos, y su regreso solo confirmaba lo que ella me había escrito en aquella carta. Me sentía como si estuviera a punto de desmoronarme, pero el apoyo silencioso de Joseph me mantenía anclada en la realidad.

—Bella... ¿qué está pasando? —preguntó Joseph con suavidad, su mano cálida aún descansando sobre la mía, dándome un leve apretón.

Era la primera vez que Joseph me llamaba de esa manera, y solo escuchar esa palabra en su voz removió algo en mi interior. Respiré hondo, intentando organizar mis pensamientos y olvidar la sensación que su tono había dejado en mí. No podía seguir ocultando lo que estaba sucediendo, no cuando ya todo comenzaba a desmoronarse frente a mis ojos.

—Rick es... —dudé, las palabras pesando como plomo en mi lengua—. Es mi padre biológico.

Joseph frunció el ceño, visiblemente sorprendido. Sabía que no había hablado mucho sobre mi padre, pero esto, evidentemente, lo había tomado por sorpresa.

—¿Él? —preguntó en voz baja, casi como si no pudiera creerlo—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

—Porque es un tema del que no suelo hablar —dije—. No me gusta ir por ahí diciendo que mi padre biológico me abandonó, ¿sabes?

Joseph asintió, comprendiendo que estaba lidiando con mucho más de lo que él podía imaginar. Su mirada cálida y solidaria me hizo sentir un poco más fuerte.

—Sí, claro. Lo siento —dijo en voz baja, apretando suavemente mi mano—. No tienes que enfrentarlo sola. Estoy aquí, y lo estaré siempre que me necesites.

La habitación seguía impregnada de una tensión densa, como si cada palabra hubiera dejado un rastro indeleble en el aire. Sin embargo, después de lo que acababa de pasar, el agotamiento emocional comenzaba a ceder, y poco a poco me di cuenta de que necesitaba respirar, salir de ese espacio que parecía empequeñecer con cada segundo que pasaba.

Joseph, aún a mi lado, no había soltado mi mano. Lo sentía presente, firme, como un ancla en medio de la tormenta. Sabía que no necesitaba decir nada más por ahora; simplemente estar allí era suficiente.

—Quizá deberíamos salir un poco —murmuró, como si leyera mis pensamientos—. Tenemos esa actividad en el refugio, y creo que podría distraernos un poco... despejar la mente.

Levanté la vista y lo miré. Sabía que lo decía con la mejor intención, y aunque parte de mí quería quedarme ahí, perdida en mis pensamientos, la otra parte necesitaba salir, moverse, dejar atrás la sensación opresiva que me había dejado la conversación con Rick.




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