Mundos Oscuros [editando]

Capitulo 10: El intruso

"Hay momentos en la vida donde, a pesar del caos, el simple acto de seguir adelante se convierte en una promesa de que todo puede mejorar."

- Autora

El sonido de los pasos apresurados resonaba en los pasillos mientras corría hacia clase, el reloj marcando que llegaría tarde. La ansiedad se apoderaba de mí, y con cada zancada, la multitud parecía volverse más densa. De repente, sin previo aviso, tropecé y caí hacia adelante, preparándome para el impacto. Pero en lugar de golpear el suelo, unas manos fuertes me atraparon.

—Whoa, fácil ahí —dijo una voz profunda y suave, mientras me enderezaba con cuidado. Al levantar la vista, me encontré con los ojos oscuros de Kim Seung Lee.

Lo reconocí al instante, no solo por las habladurías que habían circulado en la universidad, sino también por su presencia. Kim, con su atractivo asiático, tenía un aire que me recordaba a los protagonistas de los K-dramas que tanto disfrutaba. Su cabello negro liso caía de manera desenfadada sobre su frente, y sus rasgos eran tan definidos que casi parecían sacados de una serie de televisión.

—Gracias —respondí, apartando rápidamente la vista, sintiendo que un leve rubor me subía a las mejillas. Aunque agradecida, había algo en él que me hacía sentir incómoda.

—No hay problema, parece que tenías prisa —dijo, su tono juguetón revelando que disfrutaba de la situación.

—Sí, estoy tarde para clase —dije, intentando sonar indiferente. No quería que supiera que su cercanía me afectaba.

Kim sonrió, pero algo en su mirada me hizo dudar. En el fondo, sabía que había más detrás de su sonrisa. Su atractivo podía ser envolvente, pero también había oído rumores que insinuaban que era de aquellos que solo atraían problemas.

—Soy Kim —dijo, extendiendo la mano. Me quedé mirándolo, dudando.

—Isabella —dije finalmente, estrechando su mano brevemente, sintiendo una chispa incómoda al contacto.

—Así que tú eres Isabella. He oído tu nombre, pero nunca creí que nos encontraríamos así —dijo, su tono ligero, casi como si estuviera jugando.

Traté de mantener una expresión neutral, pero no pude evitar que la desconfianza se filtrara en mi voz.

—He escuchado sobre ti también —respondí, apenas audaz—. Espero que no sea todo lo que dicen.

—¿Y qué dicen? —preguntó, arqueando una ceja, pero su sonrisa seguía allí, como si no le importara.

—Que eres problemático —solté, casi sin pensar, y vi cómo su expresión se tornaba en sorpresa, pero rápidamente volvió a sonreír.

—Bueno, no me gusta que me cataloguen —dijo, un brillo de desafío en sus ojos—. Pero te prometo que no soy como dicen.

Justo cuando pensé que la conversación podría profundizar, un grupo de estudiantes pasó corriendo a nuestro lado, rompiendo el hechizo.

—Bueno, no quiero retrasarte más. Suerte en clase, Isabella —dijo, dándole un ligero toque a mi brazo antes de seguir su camino.

Mientras lo veía alejarse, una mezcla de confusión y desconfianza se enredaba en mi mente. Había algo intrigante en él, pero también algo que me hacía recordar la historia complicada de mi entorno.

Después de correr para lograr llegar a clase a tiempo, la lección transcurrió con normalidad, pero mi mente estaba en otra parte. El timbre del receso resonó por todo el campus, y decidí que un poco de café y una charla con Audrey y Joseph eran justo lo que necesitaba para despejarme. Caminé hacia la cafetería, sintiendo que el bullicio de los estudiantes a mi alrededor me envolvía, pero la inquietud de la mañana todavía pesaba en mí.

Al llegar, el aroma del café recién hecho me dio la bienvenida. Vi a Audrey y Joseph sentados en una mesa cerca de la ventana, riendo y compartiendo bromas sobre el último proyecto de psicología.

—¡Hey, Isabella! —gritó Audrey, levantando la mano y sonriendo—. Ven, únete a nosotros. Estábamos hablando de lo complicado que es hacer que un grupo se enfoque en un tema de clase.

Me acerqué y tomé asiento, sintiéndome un poco más ligera con su energía.

—La próxima vez, deberías traer a todos los que se distraen. Podrías hacer un experimento —bromeé, mientras Joseph rodaba los ojos.

—Oh, seguro, Isabella. Solo quiero que me califiquen como "profesor más divertido" —dijo Joseph, riendo—. Aunque estoy empezando a pensar que deberíamos aplicar el método de castigo.

—¿Castigo? —preguntó Audrey con una sonrisa pícara—. ¿Tienes algo en mente, profesor?

Los tres nos reímos mientras continuábamos con nuestras bromas, pero la atmósfera cambió de repente cuando la puerta de la cafetería se abrió de golpe. Kim entró, y el ambiente pareció congelarse. Sus ojos se encontraron con los de Joseph, y la tensión era palpable.

—Ah, miren quién acaba de llegar —dijo Audrey, con una mirada curiosa—. Es Kim.

Kim se acercó a nuestra mesa, y aunque su sonrisa era cálida, sentí una mezcla de confusión y desconfianza.

—Hola, Isabella —dijo, su voz suave como si no hubiera pasado nada.

—Hola —respondí, tratando de mantener un tono neutral, aunque la incomodidad del encuentro matutino aún pesaba en mí.

Antes de que pudiera articular algo más, Joseph se inclinó hacia adelante, su expresión se tornó seria.

—Quizás deberías mantenerte alejado de Isabella —dijo, su voz firme, marcando un claro límite.

Kim arqueó una ceja, manteniendo su sonrisa, pero había un destello de desafío en sus ojos.

—No hay problema, solo estaba saludando —respondió Kim, pero su tono insinuaba que no iba a retroceder fácilmente.

Mientras el ambiente se tornaba incómodo, decidí cambiar de tema.

—¿Alguien quiere café? —pregunté, intentando aliviar la tensión.

Kim se aleja y el aire se siente más ligero, aunque la tensión entre Joseph y él todavía persistía. Audrey miró a ambos con curiosidad. —¿Qué fue eso? —preguntó, sorprendida por la dinámica.

Me encogí de hombros sintiendo que no era el momento adecuado para profundizar.




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