Mundos Oscuros [editando]

Capitulo 11: El eco del destino

"El miedo a sufrir es peor que el sufrimiento mismo."

- Paulo Coelho

—Vaya, Joseph. Sigues con las mismas tonterías.

Me volteé de inmediato, viendo a una joven con ojos oscuros y una actitud tan fría como su tono. Me ignoraba por completo, sus ojos estaban clavados en Joseph. Y ahí fue cuando me sorprendí.

Joseph, siempre tan calmado, tan amable —el estudiante de psicología que parecía tener una solución serena para todo—, se tensó de una manera que nunca había visto antes. Su mandíbula se apretó, y cuando habló, su voz estaba llena de una repulsión que jamás le había escuchado.

—Thalía.

Había oído ese nombre minutos antes, pero verla en persona era distinto. No sabía si sentirme irritada por su interrupción o simplemente incómoda por la tensión evidente entre ellos. Lo que sí sabía es que Joseph nunca reaccionaba así, y me descolocaba verlo tan molesto.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Joseph, casi con un gruñido.

Thalía sonrió de una manera que hizo que todo mi cuerpo se pusiera en alerta. Aún ni siquiera me había dirigido una mirada.

—No pensé que te importaría lo que hago, considerando lo ocupado que estás —dijo con veneno en la voz, haciendo un gesto exagerado hacia mí, aunque sin dignarse a mirarme directamente.

Era como si yo no existiera, como si no valiera la pena ni ser reconocida. Y aunque no entendía del todo lo que estaba pasando, la incomodidad en el ambiente era tan densa que casi me costaba respirar.

Joseph bufó, claramente irritado. Verlo así me inquietaba, ya que estaba acostumbrada a su tono relajado y siempre amable, sin importar la situación.

—No tienes nada que hacer aquí, Thalía —respondió él con firmeza, su desagrado tan evidente que incluso me hizo estremecer. Joseph, que siempre era la persona más tranquila que conocía, ahora estaba al borde del colapso.

Finalmente, Thalía me dirigió una mirada rápida, como si apenas se hubiera dado cuenta de que estaba allí. Me recorrió de arriba abajo, y el desprecio en su mirada me calentó la sangre.

—Y tú debes ser la nueva "amiga" —dijo, el sarcasmo goteando de cada palabra. Me hervía la sangre, pero antes de que pudiera responder, Thalía ya había vuelto su atención a Joseph, ignorándome de nuevo.

Joseph dio un paso adelante, poniéndose casi entre nosotras dos, su cara una mezcla de furia contenida y repulsión.

—Vete —dijo él con firmeza—. Ya no tienes nada que ver conmigo.

Justo cuando la situación parecía no poder tensarse más, Kim apareció, como si la escena le divirtiera. Caminó con su típico aire despreocupado, aunque algo en su mirada mostraba que estaba prestando más atención de lo que dejaba ver.

—¿Otra vez causando problemas, Thalía? —dijo Kim, con una sonrisa ligera que solo sirvió para agravar las cosas.

Thalía lo miró como si quisiera atravesarlo con los ojos.

—Y tú siempre metido donde no te llaman —espetó con dureza, claramente irritada por su presencia.

Yo seguía en el medio, sintiéndome pequeña entre la furia de Joseph, el sarcasmo de Thalía y la provocación de Kim. Estaba acostumbrada a ver a Joseph tan paciente, incluso en las peores situaciones, que me costaba comprender este lado de él. Algo en Thalía lo descomponía de una manera que no había imaginado posible.

—Lárgate, Thalía —dijo Joseph una vez más, pero esta vez su voz era más baja, cargada de una repulsión que me hizo estremecer. Nunca lo había visto así, y eso me hacía sentir más incómoda de lo que ya estaba.

Thalía soltó una pequeña risa amarga antes de lanzarme una última mirada.

—Cuídate, Isabella —dijo con una mezcla de burla y advertencia—. No todo es lo que parece. —Y, sin decir más, se dio la vuelta y se fue.

El aire quedó enrarecido mientras la veía alejarse. Joseph suspiró, sus hombros se relajaron ligeramente, pero la repulsión seguía grabada en su rostro.

Mi cabeza empezaba a doler, un dolor sordo y profundo que latía detrás de mis ojos. Al principio, lo ignoré, atribuyéndolo al estrés de la escena con Thalía y la incomodidad de estar en medio de una situación que no comprendía. Joseph seguía caminando a mi lado, pero su semblante no había mejorado del todo. Aunque intentaba disimular, el disgusto seguía allí, justo bajo la superficie.

—Perdona por todo eso —dijo finalmente, rompiendo el silencio incómodo—. No quería que estuvieras presente para algo así. Thalía no tenía que aparecerse de esa forma.

—No te preocupes —le respondí con una sonrisa tensa—. No fue tu culpa.

Quise cambiar de tema, pero el dolor de cabeza empezaba a intensificarse, y por un segundo, todo a mi alrededor pareció volverse más brillante, como si el sol estuviera demasiado cerca.

—¿Estás bien? —preguntó Joseph, notando mi incomodidad.

Me detuve un momento, apretando los ojos para aliviar la punzada en mi sien. Me había dolido la cabeza antes, pero esto era diferente. Algo profundo, como si algo estuviera apretando dentro de mi cráneo.

—Sí, solo... solo es un dolor de cabeza —intenté restarle importancia, pero ni yo misma me lo creí.

Seguimos caminando unos minutos más, pero sentí cómo mi cuerpo empezaba a sentirse más pesado. Joseph seguía hablando, pero sus palabras parecían perderse en el aire, como si alguien estuviera bajando el volumen lentamente. Mi visión se nubló, las luces del sol en el campus se volvían más brillantes, demasiado brillantes, y de repente sentí que mis piernas no me sostenían más.

—Isabella, ¿estás segura de que estás bien? —La preocupación en la voz de Joseph era evidente ahora.

Quise responderle, pero antes de poder hacerlo, sentí como si el suelo desapareciera bajo mis pies. Todo se oscureció de golpe, como si alguien hubiera apagado las luces de una habitación. No escuché nada más. Solo el vacío.

Cuando abrí los ojos, todo era blanco. Pero no era el blanco brillante de antes. Era el blanco estéril de una habitación de hospital. Mi cuerpo estaba pesado, y cuando intenté moverme, el dolor que había sentido antes en mi cabeza volvió con una intensidad que casi me hizo perder el aliento.




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