"A veces, las palabras son el mejor consuelo que podemos ofrecer."
- Khalil Gibran
Narrado por Joseph
Me quedé mirando el monitor. Los números se repetían. Constantes, monótonos. La frecuencia cardíaca de Isabella era lo único que mantenía un ritmo en este caos. Sentado junto a su cama, tenía la sensación de que el tiempo se detenía cada vez que entraba aquí. Afuera, todo seguía, pero en esta habitación, el mundo parecía suspendido.
Me resulta absurdo lo frágil que puede ser la vida. Un segundo estás bien, al siguiente... estás en una cama, con tubos conectados a ti, mientras todo el mundo a tu alrededor espera. Esperar. Odio esa palabra. Nunca he sido bueno con la incertidumbre. Estudiar psicología me ha enseñado a buscar respuestas, a no quedarme en el aire con preguntas sin resolver. Pero esto... esto es diferente.
Tomo su mano. Está tibia, pero no reacciona. La he sostenido tantas veces en estos días que ya ni siquiera sé si lo hago por ella o por mí. Supongo que necesito sentir que sigue aquí, que aún está con nosotros. Lo que daría por un simple movimiento, una señal. Algo que me diga que no la estoy perdiendo.
No sé cómo llegamos a esto. No sé cómo permití que todo entre nosotros se volviera tan... complicado. Siempre pensé que podía manejarlo, mantener cierta distancia. Ser profesional, ser amigo, ser... lo que fuera necesario. Pero la realidad es que, sin darme cuenta, me hundí en algo que no supe manejar.
Vuelvo a mirarla. Su rostro está sereno, casi en paz, como si estuviera en otro lugar, en algún sitio donde nada de esto importa. Tal vez, en algún rincón de su mente, está soñando con cosas mejores. Quizás está en la playa, la que siempre menciona, recordando a su madre. Eso me hace pensar en su enfermedad, en lo que le ocurrió a su madre. Herencia genética... cruel ironía.
"La vida no es justa." Pienso en eso mientras el ruido de las máquinas sigue llenando el vacío de la habitación. Nunca quise reconocerlo, pero sí, estoy asustado. El miedo siempre está ahí, justo debajo de la superficie, como una bestia que espera el momento adecuado para atacar.
No suelo dejarme llevar por las emociones, pero ella… Isabella siempre ha tenido una forma de derribar mis defensas. Es curioso cómo alguien puede cambiar tanto tu vida sin siquiera intentarlo. Y ahora, cuando no tengo idea de si va a despertar, lo que más me pesa es todo lo que nunca le dije. Todos esos sentimientos que decidí ignorar por mantener las cosas "en orden". Qué ironía.
Me acerco un poco más, inclinándome hacia ella. Mi voz es baja, pero en esta habitación tan silenciosa, parece resonar más de lo que quisiera.
—Isabella... —empiezo, sin saber muy bien qué decir—. No sé si puedes escucharme, pero necesito que sepas algo. Siempre traté de ser el tipo que no se involucra demasiado, el que mantiene las cosas simples.
Hago una pausa, buscando las palabras.
—Pero la verdad es que no soy tan fuerte como pensé. Nunca lo fui, no cuando se trata de ti.
Siento cómo las palabras comienzan a escapar de mí. No debería estar confesándole esto ahora, no cuando ni siquiera sé si va a salir de esto. Pero en este momento, ya no me importa.
—Te quiero —lo digo casi en un susurro. Es la primera vez que lo admito en voz alta, y aunque sé que no me escuchará, el simple hecho de decirlo me deja con un extraño alivio—. No sé en qué momento ocurrió, pero es la verdad. Y aunque no sea el momento adecuado para decirlo... te quiero.
La miro nuevamente. No hay reacción, no hay cambio. Pero no esperaba otra cosa. Quizás estoy haciendo esto más por mí que por ella, pero no importa. Lo dicho, dicho está.
Miro la ventana. Afuera, el día comienza a desvanecerse. Las luces del hospital se vuelven más intensas a medida que el sol se esconde. No sé qué va a pasar, no sé si va a despertar o si las cosas van a mejorar. Pero por ahora, lo único que puedo hacer es esperar.
Odio esperar.
aasado y no he sido consciente de él, en un momento despierto en un espacio vacío y al siguiente caigo de nuevo en la inconsciencia. Durante las últimas hora he empezado a reconocer voces, y al tratar de identificar su dueño, pero un dolor agudo se instala en mi cabeza y esto solo significa... Hundirme de nuevo en la oscuridad.
Despierta Isabella, eres fuerte. Despierta
Esa voz, mi corazón empieza a latir y un sentimiento de seguridad se abre paso en mi pecho, comienzo a escuchar unos pitidos que se aceleran conforme a mis latidos.
Cálmate Sky, shhh cálmate.
El sonido de la máquina se apacigua e intento con todas mis fuerzas abrir mis ojos, pero esto hace que me sienta más cansada aún.
Tu padre y yo hemos estado aquí todos los días,no sabes cuánto he extrañado ver tus ojos arrogantes.
Sin duda es el mismo inepto y presumido Kepler.
Ya hablé con todos tus profesores, y para mí sorpresa tus excelentes calificaciones te permitirán no tener ningún problema hasta que retomes las clases.
Me imaginé zacandole la lengua, lo sé.
¿Quien creería que la dura Isabella Sky, abriría su dura coraza? No, me corrijo. Él tumbó los altos muros.
Valentina ha estado irritante últimamente, aunque creo que para ti eso no sería nada extraño. Ya hasta imagino tu rostro de: "Kepler, ella es un error de la naturaleza". Cómo olvidar el día que defendiste a esa chica ¿Cómo se llamaba?... ¿Cleo?¡Ah! Loren... Eso. El rostro de Valentina era digno de una fotografía, ese día me juré nunca hacerte enojar.
Sabia decisión Kepler, trate de reír pero ésta se quedaba aferrada en mi garganta. Escucho el timbre de un teléfono.
¿Hola?
Lo mejor de estar inconsciente, o físicamente estarlo, es que podré escuchar su conversación sin que se entere, trato de reír pero nuevamente, un nudo en mí garganta lo impide.