POV JOSEPH
Después de haber pasado toda la tarde en el parque donde conocí a Abigail, tomo mis cosas y camino sin algún rumbo fijo; tengo claro que en este momento tendría que estar en mi cuarto, mientras mi madre cocina tranquila y mi padre ve la televisión, y sin falta alguna, Sofia en mi cuarto hablando de alguna cosa sin importancia. Pero sin embargo, me encuentro caminando por las calle de Los Ángeles, con el viento golpeando mi rostro; una luna en todo su resplandor se luce en lo alto del cielo oscuro y pocas estrellas un tanto alejadas de dónde ella estaba, ésta me recordaba a Isabella, tan bella y a la vez tan sola; aunque ésto, no la hacía menos hermosa, de lo contrario, la hacía más especial.
Mi mente divaga en el rostro de Isabella, pero una voz femenina pidiendo ayuda me saca de mis alucinaciones.
A lo lejos, al final de una calle solitaria y con poca iluminación, veo un grupo de personas pero entre ellas veo como una mujer forcejea para soltarse del agarre de los que allí estaban. Me acerco más tratando de que no me notaran, lo que técnicamente era casi imposible por la guitarra que colgaba a mis espaldas.
— ¡Hey, Sí. Ustedes.! – los llamo con autoridad y sus rostros confundidos se fijan en mi. Al darse la vuelta, dieron paso a la muchacha que pedía ayuda y la sangre se me heló al ver de quién se trataba. — Es un poco injusto y bastante maleducado, acorralar a una señorita en una calle oscura como lo es ésta.
— Eso no te importa, niño. – me dice el más grande de los que allí estaban, en general, se podía notar que tendrían entre diecisiete y diecinueve años. — Puedes irte por dónde viniste sino quieres tener problemas.
Se dan la vuelta para continuar en lo que hacían y aquellos ojos azules me miraban con súplica y vergüenza.
— Ya, por favor. – digo con aburrimiento y me quito todas las cosas que traía encima y trato de relajar los músculos que en este mismo momento estaban tensionados — Déjenla tranquila. Ahora, bien pueden irse y olvidaremos todo lo ocurrido, ó pueden quedarse aquí y esperar que las autoridades se encarguen de ustedes. Pero claro, Ustedes deciden.
Poco a poco, todos se alejan con la ira saliéndole por los poros pero aún así, se van resignados. Salgo de la calle y continúo mi camino, los pasos de Thalia se escuchan detrás de mi y me doy la vuelta para hacerle frente.
— ¿Qué? – mi voz sale cortante y tajante, sus ojos muestran dolor y vergüenza.
— Gracias. – su dulce... Su voz sale llena de timidez, algo poco característico de ella; siempre fue una chica decidida.
— Lo hubiera hecho por cualquiera. – me doy la vuelta y continúo caminando pero sus pasos aún se escuchan detrás al seguirme.
— ¡¿QUE CARAJOS QUIERES?! – Ella se sobresalta y algo en mi interior se llena de culpa. Trato de calmarme y la voz me sale más apaciguada. — ¿Porque me estás siguiendo?.
Pellizco el puente de mi nariz y la observo a la espera de una respuesta.
— L-la verdad e-es... – Titubea y baja el rostro esperando recobrar la compostura. - La verdad es que... Este es mi camino a mi casa. — me explica con una sonrisa tímida y me doy un golpe mental en la frente.
— ¡Oh! – ¡¿Cómo arreglo esto?! — No quería... Lo cierto es que... Pensé...
— Tranquilo, tranquilo. – me interrumpe y esa sonrisa que tanto amaba se dibuja de nuevo en su rostro. — Quizás, No sé... Si quieras acompañarme y... Hablamos, tomamos algo y pues, te agradezco por rescatarme... Cómo en los viejos tiempo.
"Cómo en los viejos tiempos"
Un extraño sentimiento de nostalgia se instala en mi pecho y una larga fila de imágenes y recuerdos se cruza en mi mente para al final solo aparecer el rostro de Thalia y al instante es reemplazado por el de Isabella.
Thalia nota mi desconcierto y trata de alivianar el ambiente.
— ¡Lo siento! No quería incomodarte. – empieza a juguetear con sus manos como lo hacía cada vez que estaba nerviosa. — Me refería a una invitación en son de amigos, no quiero que me malinterpretes. Pero ya, si no puedes ir, está bien.
La parte racional de mi ser, me pedía a gritos que recordara el daño que ese pequeño ser me causo, que no era momento de citas "amistosas" y; simple y llanamente tengo que empezar la búsqueda de Isabella, sentía como cada segundo que perdía, era un segundo más dónde ella corría demasiado peligro.
— Iré. – ignore todo pensamiento racional y decidí hacerle caso a aquella parte emocional que me pedía que la escuchara.
Su rostro se ilumina al oír mi respuesta y solo recibo una pequeña sonrisa como respuesta y un ademán para que la siga.
Continuamos caminando uno a lado del otro en un silencio que no se hacía cómodo, pero tampoco lo contrario. Caminamos unas cuantas calles más hasta llegar a una pequeña calle llena de edificios de apartamentos de alquiler; nos detenemos en frente de un pequeño edificio de seis piso y ella saca un pequeño manojo de llaves del bolso que colgaba de su hombro.
— Dame un segundo, por favor. – me da un pequeña sonrisa de lado y se pone en frente a la puerta para introducir la llave en el cerrojo. - Planta cuatro, ¿te importaría subir por las escaleras? Al parecer el elevador está en mantenimiento.
Niego y la sigo para empezar a subir por las escaleras. Tantos pensamientos y preguntas me llenan la mente. Piso dos. ¿Dónde estás Isabella? Porque no nos das una pista.
Piso tres. ¿Porque ayude a Thalía? ¿En realidad si hubiera hecho eso por cualquiera?. Piso cuatro. Mi amor por ella.... No. Eso no puede ser.
— Llegamos. – la voz de Thalia me saca de mis cavilaciones y estamos frente a una puerta de madera de roble con la inscripción 406 en ella. — Estás en tu casa.
Al abrirla, da paso a un pequeño salón de estar, con conexión a la cocina; el lugar es pequeño pero perfecto para una sola persona, todo el lugar está amoblado al estilo moderno pero sin quitarle el toque femenino.