(Narrador tercera persona)
Dos meses después
Joseph camina por el cementerio con un ramo de flores en su mano; todo había terminado de una forma que si pudiera cambiarlo, no dudaría en hacerlo. Se acerca a la tumba mirando desde lejos que no es la única persona en estar allí.
— Sabía que estarías aquí. – la joven lo mira con sus ojos lleno de lágrimas.
— Quería agradecerle nuevamente por todo. – dice con una flor en su regazo. — De no ser por él, yo hubiera muerto. Dió su vida por mi.
Isabella se levanta del suelo y se sacude los restos de tierra de su ropa, ya habían pasado varios meses desde el atentado y hace unos semanas atrás había vuelto a usar su cabello negro.
— Te dejaré solo. – dice Isabella dejando la flor sobre su tumba.
— Podrías quedarte aquí, si quieres. – Joseph la mira preocupado por su semblante pálido.
— Estoy bien, Kepler. – ella le regala una sonrisa que a él le quita el aliento. — Quiero caminar un poco, te esperaré en la salida.
Isabella se pone en marcha y Joseph se sienta en el lugar que hace poco ocupaba ella.
— ¿Quien creería que toda esa locura acabaría asi? – Joseph pone el ramo junto a la flor de Isabella. — Extrañaba a mi mejor amigo.
Joseph suelta un suspiro y extrañamente, una lágrima solitaria resbala por su mejilla.
— Nunca fuiste una persona reprochable. – En su mente solo cruzaban esos momentos dónde su amistad era la más fuerte. — Si hubiéramos podido saber que toda esta historia acabaría de esta manera, estoy seguro que no nos hubiéramos dejado llevar por el rencor.
El viento soplaba moviendo la ramas de los árboles y a su al rededor, los pétalos sueltos volaban quitando el aura de tristeza característico de los cementerios.
— Bueno. – Joseph se sienta recomponiendo su postura y suspira — Quiero disculparme, sé que ahora ya no tiene mucho valor; pero quisiera quitarme este peso.
Joseph levanta su rostro y a lo lejos ve como Isabella, está sentada frente a la tumba de su madre; Isabella llevaba mucho tiempo sin ir a visitar la tumba de su madre, no le gusta el ambiente pesado que cubría el cementerio.
— Tantas cosas que quisiera decirte si te tuviera conmigo. – Isabella sentía ese peso en su garganta de todas las cosas que necesitaba soltar. — No sé que debo hacer, como actuar y mucho menos, no sé cómo ser...
Flash back
Todos los amigos de Isabella se encuentran a la expectativa del momento en que, al final, Isabella pudiera despertar.
Había tenido una recaída a causa de no haber tomado su medicamento y ahora, estaba luchando por su vida en una sala del hospital ya que, el tumor se había extendido complicando el proceso.
— Ahora con el estado de Isabella se complica la posibilidad de una operación de emergencia. – el doctor se acerca hacia un padre desesperado. — Solo queda esperar que ocurra un milagro; podemos manejarlo con medicamentos y demás tratamientos, pero es todo lo que podemos hacer en el momento.
Todos sentían como el panorama se quebraba e Isabella más lejos de sus vidas.
— ¡Doctor, doctor! – una enfermera se acerca hasta el doctor que continuaba hablando con el padre de Isabella — la paciente de la 303 ha despertado.
Todos se levantan por inercia y un gran suspiro de alivio se oye departe de los presentes.
— Joseph, puedes entrar a verla mientras yo hablo con el doctor. – El sr. John le regala una sonrisa a Joseph y éste sin esperar un segundo, se encamina hacia la habitación de Isabella.
Por la mente de Kepler se repetía la imagen de Isabella cuando estuvo en estado de coma y ahora, después de dos semanas; había vuelto a llenar su vida de esperanza.
Una enfermera junto a la camilla de Isabella, se encuentraba haciendo un chequeo general en el momento en que Joseph entra por la puerta sin siquiera tocar antes.
El corazón de los dos comienza a latir rápidamente y solo una sonrisa compartida es la testiga de ello.
— Iré a hablar con el doctor, los dejaré para que puedan hablar. – la enfermera toma la planilla y antes de salir les da precauciones para no alterar la presión de isabella, que en el momento, se encuentra sensible.
— Te ves fatal. – Isabella habla con una sonrisa que a Joseph, le devuelve la vida.
Aún en el rostro de Joseph habían pequeños rastros de los golpes de aquel día.
— Tu no te ves muy bien que digamos. – el ambiente se empezaba a sentir más liviano entre ellos, y podrían asegurar que esa extraña relación que mantenían, era la razón.
La puerta es abierta y por ella entran el padre de Isabella, seguidamente del doctor.
— Bueno, Isabella. – dice el doctor con una sonrisa acercándose a ella y Joseph haciéndose a un lado para darle espacio. — ¿Como te sientes?
— Me siento de maravilla. – dice Isabella con el sarcasmo tan propio de ella y todos en la habitación rien al verla rodar sus ojos.
— Al parecer, esa es una buena señal. – el doctor revisa la planilla que la enfermera minutos antes le entrego y mirando una observación al final de la hoja le pregunta a Isabella: — ¿Como ha estado tu alimentación?
— No es que me haya alimentado muy bien con todo lo ocurrido. – dice con una sonrisa irónica. — Pero lo poco que ingería lo devolvía.
Todos escuchan atentamente la conversación entre Isabella y el doctor.
— ¿Has tenido algún retraso últimamente? – Isabella le da un vuelco su corazón al recordar los test y sus dos semanas de retraso.
— Yo... – Isabella no podía articular palabras alguna pensando en las posibilidades de que en realidad, si tuviera un bebé creciendo dentro de ella.
— Los exámenes de sangre revelaron que estás embarazada. – todos en la habitación se encuentran estupefactos. ¡¿Isabella será madre?!