Alicia corría tras el tiempo, apresurada por su encuentro, su mundo tan real como solía recordarlo. Quieta sobre la roca, esperaba un cambio de estación, el frío se hacía costumbre en sus ojos, las palabras caían por el peso del vacío.
Estaba cansada, sus manos soltaban granos del alba, pronto se dio cuenta, el verano no llegaría ese día, se había quedado junto al calor del sentir lejano, le temía congelar su corazón regresando junto a ella, prometiendo un nuevo comienzo, donde lo paralelo tenía otra forma, más cruda, seca y triste como para ofrecer la mano a quien no significaba nada en el intento.