My Last Chance

Capítulo I: "Caso 360"

Estación de Policía de Memphis.

—No quiero asustarlos—dijo el hombre sosteniendo su taza de café firmemente mientras se paraba frente a una docena de agentes policiales que lo observaban sin perder detalle de lo que iba a anunciarles—, pero esto se está saliendo de las manos del gobierno. No saben cómo actuar y necesitan nuestra ayuda para intervenir en el caso. Creen que nosotros podemos tener un mejor resultado ya que según sus investigaciones el contacto está aquí, en Memphis.

—¿Volvieron los anónimos? —Preguntó el hombre que estaba sentando hasta el final de la sala de conferencias comiéndose un donut y tomando nota de los acuerdos y desacuerdos de la reunión semanal de la Estación de Policía de Memphis.

—No me han dado mayor detalle pero todo pare indicar que sí—Suspiró el hombre y tomó asiento.

—Pero el FBI dijo que se iba a encargar de ellos—dijo el otro hombre que estaba en la mesa de forma redonda ubicada al centro de la sala.

—El FBI tiene asuntos nacionales más importantes que atender que notas de advertencia de unos narcotraficantes para uno de nuestros agentes. Recuerden que trabajamos bajo la importancia de los casos,  hay otros más relevantes. Esa es la forma en que trabaja nuestro gobierno y tenemos que aceptarlo —Los demás lo miraron sin aceptar las políticas completamente pero rigiéndose por ellas.

—Pero tenemos que hacer algo—Saltó uno molesto. Era un oficial rubio y de ojos verdes saltones el cual apodaban “Rapid Peter” por su habilidad para correr—. No podemos quedarnos sentados viendo como unos mal nacidos matan a nuestra amiga.

—Cálmate Peter—Le dijo uno a su lado.

—¡No, no me calmo!—Replicó furioso—Estoy harto. Estoy harto de que nos quedemos esperando que otras personas resuelvan nuestros problemas por arte de magia. Estamos hablando de un ser humano. De una compañera de trabajo, de mi mejor amiga, ¡maldita sea!

—No podemos hacer nada hasta que el gobierno nos autorice tomar acción en el caso—le dijo el comandante.

—Pero comandante, señor. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Todos participamos en la Caso 360 y solamente una persona está pagando el precio por defendernos a todos—Indignado dijo lo que muchos en la Estación callaban porque era lo cierto.

El Caso 360 había sido un caso en el que habían participado todos los oficiales de la estación. Un caso peligroso de narcotráfico con importantes capturas en el operativo, incluso con rehenes que se habían salvado gracias a la inteligencia y valentía de uno de sus agentes.

—Estoy de acuerdo con usted Sargento Thompson; pero no podemos hacer más por Johnson que esperar —Peter se pasó las manos por el rostro cansado.

—¿Entonces cual será nuestra acción, sentarnos a esperar que le pase algo? —Preguntó al comandante.

—Debemos proteger a Johnson, hasta que el gobierno me indique el plan que debemos seguir. Por el momento la Sargento estará asignada a escritorio hasta que sepamos como proseguir.

—Se pondrá furiosa—Dijo Peter.

—Entonces si no le gusta que venga a hablar conmigo. Es una orden Thompson comuníquesela a Johnson—Mirándolo fijamente Peter suspiró—. Tiene que aceptarlo. Es por su propio bien— Sin más salió acompañado de más agentes hasta que solo uno permaneció en su puesto, pensando en cómo tendría que decirle a su mejor amiga que estaba designada a un escritorio hasta nuevo aviso sin que le rompiera los huesos.

 

No podría ser peor se decía Maya tocándose la cabeza con una jaqueca mortal y tratando de disfrutar de su pastel de queso después de todo lo que había pasado para llegar a esa cafetería. Nada podría ser peor después de todo lo que le había pasado ese día. Su único día libre en tres meses.

Primero, al levantarse el convertidor de la ducha de agua caliente se había arruinado y había saltado al sentir un agua caerle en la espalda como sacada del mismísimo Polo Norte con quizás mil grados bajo cero. Tratando de dejar atrás la horrorosa ducha iba dispuesta a preparar su desayuno, solo para descubrir que la leche se había acabado.

Furiosa maldijo por lo alto observando el refrigerador vacío; pero el desastre no había acabado allí. El único huevo que tenía se le había caído al suelo por su enojo por la falta de leche. Ahora no tenía ni leche, ni huevo y peor aún no tenía desayuno.

Había tenido que salir a la tienda a comprar comida y su coche había decidido pasar sobre un clavo reventando un neumático. Por si fuera poco, la llanta de repuesto no estaba inflada desde la última vez que le había pasado. Ahora no tenía ni leche, ni huevo, ni desayuno, ni llanta de repuesto. Claro, como toda mañana del demonio solo era el inicio. Faltaba algo fenomenal. 



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En el texto hay: angeles, policias, lesbico

Editado: 13.05.2018

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