Quería salir huyendo de ese lugar.
Estuve frente a mi futuro psicólogo y empecé a procesar que todo iba a cambiar, para bien o para mal.
El señor Jonhnson es muy alto, delgado, tiene el pelo corto entre castaño y pelirrojo, usa lentes y se ve que tiene alrededor de treinta años.
Pensé que usaría un traje, pese a que es un lugar al aire libre. Llevaba puesta una camisa tipo polo blanco y unos jeans azul marino.
Se ve agradable y a decir verdad, un poco tierno por los lentes negros que usa.
— Hola, Zoey. — me dijo con una voz grave.
— Hola.
— ¿Quieres que te enseñe el lugar?.
Asentí con la cabeza.
— Bueno, los dejo para que se conozcan. Zoey, aquí está la llave de tu habitación. — Mariana me dió dos llaves. Supongo por si se me pierde una.
— Vamos — me dejó pasar por otra puerta de vidrio.
Siendo sincera, el lugar me resultó hermoso. En los lados estaban los salones y las habitaciones. Medio estaba un jardín lleno de flores y había bancas para sentarse.
—¿Quieres presentarte?.
Negué con la cabeza.
Como odiaba hacer eso en la escuela.
— ¿Prefieres que lo haga primero? — sugirió.
— Si.
— Me llamo Nicholas, puedes llamarme Nick, tengo 26 años, mi color favorito es el verde, me gusta ayudar a las personas y hacerlas sentir mejor, mi hobbie es jugar futbol con mis amigos, aunque no tengo muchos.
Ya somos dos, amigo
— ¿Puedo hacerte una pregunta?.
— Claro.
— ¿ Por qué no te gusta presentarte?.
— Porque… me recuerda a todos los primeros días de clase que todos los maestros nos pedían presentarnos en frente de toda la maldita clase para contar prácticamente la historia de nuestra vida, y no importaba que ya nos conocíamos, teníamos que pasar por ese infierno ocho veces seguidas cada año.
Abrí los ojos sorprendida.
¿Desde cuándo me abro así con las personas?.
Y más con un desconocido.
Normalmente trato de cerrarme con las personas para no sentirme vulnerable.
Pero con él, sentí una confianza que no pude explicar.
El plan de no decir nada para que te expulsen, se ha ido por el caño.
Volteé rápido a su dirección para ver su cara, sorprendentemente, ni se inmutó por el vómito verbal que hice.
— Muy bien.
¿Sólo va a decir eso?.
¿ No piensa que estoy loca?.
Bueno, no sería ético de su parte pero, ¿lo pensará?.
— ¿Sabes que no te voy a obligar a decir algo que no quieres compartir con alguien más, verdad?.
— Supongo.
Suspiré y hablé de lo único que podía decir en ese momento.
— Soy Zoey, tengo 15 años, me gustaba leer, mi color favorito es el lila y no hablo mucho.
Creo que no lo va a creer por lo de hace rato.
Asintió con la cabeza y seguimos con el recorrido en silencio.
Me mostró el comedor, los salones de clases, las canchas para hacer deportes y por último mi habitación.
— Vas a compartir con 3 compañeras.
Oh no.
Abrí la puerta y entré.
Era como un pequeño departamento. Enfrente estaba la sala, al lado la cocina, a la vuelta cuatro puertas de madera que eran las habitaciones.
Vale, al menos no compartiríamos cama.
— Y por último para que puedas poner tus cosas, el toque de queda es a las 9:00, puedes salir de tu habitación, pero no a la de otros grupos.
— Ok — no es que tenga amigos para visitarlos.
— Y… — se aclaró la garganta — no puedes usar objetos punzocortantes y que contengan flama.
— ¿Por qué ? — pregunté confusa.
— Porque en tu informe dice que te autolesionas.
— Pero nunca me he cortado ni quemado.
— Pero si lo haces.
Aparté la mirada. Me acabo de hundir en el pozo yo sola.
— ¿Otra cosa?.
— El desayuno es a las 10:00 y a las 11:00 es una junta para informarles sobre las clases y cosas generales.
— Gracias.
— Que descanses — esbozó una sonrisa.
Y se fué, quedándome sola.
Aún no han llegado mis otras compañeras, pero no quiero conocerlas.
Entré a mi habitación y me sentí extraña al ver que dormiría sola.
La habitación era sorprendentemente grande. Una cama doble con sábanas blancas, una pared color menta,un espejo de cuerpo completo, un escritorio blanco con un pequeño librero, el cuarto de baño, un armario color café y un pequeño buró azul cielo al lado de la cama en donde se encuentra un interruptor para cargar mi celular.
Acomodé mi ropa en el armario y dejé la maleta en algún rincón de mi nueva habitación. Saqué mi celular y vi la hora.
7:00 pm. En media hora tendría que ir a cenar, pero no iba a ir, no quiero estar en medio de tantas personas y paralizarme al momento de tener que hablar con ellas.
Saqué mis audífonos y escuché música, sintiendo un gran vacío dentro.
Me quedé pensando en porqué no podía ser normal.
¿ Por qué no puedo hacer amigos?.
¿ Por qué tengo que comprarme tanto?.
Solo quería a alguien para que fuera mi amigo, para escucharlo y que me escuche, para no sentirme tan sola en este pozo que estoy desde hace 5 años y poder sentirme valorada por alguien,porque cada vez que traté de mejorar mi autoestima, mi conciencia encontraba un nuevo defecto.
No quería hundirme en este vacío lleno de soledad.
Sentí algunas lágrimas rodando por mis mejillas y las apartè rápidamente, ya no quiero llorar.
Quiero ser feliz.
Ya era de madrugada y aún seguía despierta, traté de alejar esos pensamientos y tratar de dormirme.
Minutos más tarde, sentí como se me cerraban mis ojos y llegaba la calma de todo el día.
♡♡♡
Al día siguiente, me desperté a las 7:00 am, pero no quería salir de la cama.
Normalmente cuando tengo un bajón emocional me quedaba en la cama hasta mediodía, solo para comer y tomar agua.
El desayuno es a las 8:00 am, tenía que bañarme y arreglarme para salir, y espero que después de esto, no haya otras actividades en la agenda, no quiero ver a nadie el día de hoy.