My life

Capítulo 19

Maratón 3/5

Estaba en mis clases de pintura, cuando la profesora Edwards, me llamó.

— ¡Zoey!.

La señora Edwards ya era una mujer de avanzada edad, pero era muy dulce y paciente con nosotros.

— ¿Ocupa algo, profesora?.

— La presentación de sus pinturas es en unos días y aún no tengo a alguien que pueda tomar fotos, ¿conoces a alguien?.

Dudé unos minutos.

— Sí, pero no se si estuviera disponible.

Pareció aliviarla un poco.

— Muchas gracias, Zoey. No se te olvide avisarme.

—No — Recogí mis cosas para ir a ver a Crawford.

La primera persona que se me vino a la mente, fué Dylan, aunque ha estado muy ocupado estas semanas. Ganaron la semifinal y el equipo con el que van a jugar para ganar el torneo es muy bueno, así que han entrenado el doble.

Me dirigí a los departamentos de hombres y me sentía nerviosa porque era la primera vez que me dirigía ahí.

Me detuve en el apartamento número cinco, y justo en ese momento Isaac iba saliendo con un pequeño regalo.

Me vió y se notó algo sorprendido.

— Hola, Zoey — me sonrió.

— Hola — lo saludé con la mano.

—¿Buscas a Dylan?.

Asentí.

— Interesante… — entrecerró los ojos.

—¡Qué bonito regalo, Isaac! — fingí sorpresa — ¿para quién es?.

Se dió cuenta del pequeño paquete de sus manos y se sonrojó al instante.

—¿Esto? es para… ummm… un … amigo.

Enarqué una ceja.

— ¿Tu amigo está por los dormitorios de mujeres?.

— ¡Se me hace tarde! — fingió ver la hora en su reloj — Dylan está en su habitación, enfrente de la mía, en la número cuatro — salió corriendo.

Suspiré.

Cerré la puerta del departamento y caminé hasta la habitación de Crawford.

Los nervios aumentaron, era la primera vez que estaba rodeada de hombres.

Toqué dos veces la puerta.

Se apareció un Dylan con el pelo húmedo y desordenado; tenía puesta ya su pijama, que era un pantalón y camisa gris.

Se sorprendió al verme.

— ¿Zoey? — me miró desconcertado.

—¿Esperabas a alguien más?.

— ¡No! — se aclaró la garganta — pasa.

La habitación de Dylan era muy diferente a la mía; tenía varias repisas con vinilos de diferentes bandas antiguas, su cámara perfectamente colocada en su estuche, fotografías de su familia y de una persona que no conocía; y principalmente, olía a él, olía como un día de verano; tranquilo, relajado y te hacía sentir en calma.

—¿Ocupas algo? — cerró la puerta.

Yo me quedé parada a un lado de su cama.

— Y-yo… quería pedirte ayuda en algo.

—¿En qué? — se mostró interesado.

— Va a haber una pequeña exposición de los estudiantes de arte y … oh, eso ya lo sabes — negué con la cabeza — el punto es que ocupan un fotógrafo y eres la única persona que conozco que toma fotos. !Está bien si no quieres… solo quería preguntárselo, la señora Edwards quiere que yo tome las fotos, pero como fotógrafa soy una mierda — ¿por qué divagaba tanto .

Lo pensó por unos minutos.

— Veré que puedo hacer.

— ¿ En- enserio? — dije atónita.

— No soy el mejor fotógrafo, pero haré lo mejor.

Corrí hacia él y le dí un abrazo.

—¡Gracias! — esparcí varios besos alrededor de su cara.

¿¡Pero qué estás haciendo!?.

Volví a la realidad y me dí cuenta de la estupidez que cometí.

Ví alarmada la cara de Crawford.

Estaba sonrojado — demasiado, diría yo — y su boca formaba una perfecta o.

Me separé de su lado rápidamente.

—¡Adiós! y gracias — cerré la puerta y corrí lo más rápido que pude hacia la habitación de Olive.

— ABRE LA PUERTA OLIVE ANNABELLE GREEN.

— ¿Estás bien, dude?.

— ¡Cometí la estupidez más grande del planeta!.

— Lo dudo, pero pasa.

En su buró, tenía el mismo regalo que Isaac tenía.

—¿Y eso? — lo señalé.

— Nada — se encogió de hombros.

— Porque ví a Isaac con ese mismo regalo.

Lo aventó hacia un lugar de su habitación.

—¿Qué regalo?.

—¿Hay algo…

—¡NO!.

Me dirigió hacia su cama.

— Mejor cuéntame, qué has hecho.




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