—Dylan se ve diferente, ¿no crees?.
—¿Diferente? — Olive me miró extrañada.
—Si, hoy se ve… radiante — miré a Crawford desde las gradas — como se le desordenaba el cabello mientras corre, como se le formaban arrugitas en su frente cuando se concentraba, la manera en la que sonreía cuando anotan un punto, como se le iluminaban los ojos con el sol — suspiré — a veces siento que lo conozco desde hace mucho.
Have I known you 20 seconds or 20 years?…
Abrí los ojos como platos cuando me dí cuenta que lo había dicho en voz alta.
Giré mi cabeza para ver la reacción de mi mejor amiga; se quedó unos momentos en silencio tratando de conectar los puntos, hasta que…
—¡AHHHH, LO SABÍA! — me sacudió por unos segundos.
—¡Olive! — la reprendí — nos van a sacar de aquí.
Estábamos en las gradas de la cancha de rugby; era el último entrenamiento antes de la gran final, que fué esa tarde.
—Lo siento, ¡pero estoy muy emocionada!.
—¿Por qué?.
—Tenía sospechas de que tuvieran algo, pero no quería presionarlos y…
¡¿Espera, qué?!.
—No somos novios — la interrumpí.
—¿No? — frunció el ceño.
Negué.
No me atrevía a decirle a Dylan sobre mis sentimientos; ¿Y si no eran correspondidos? ¿Cómo estaré segura?.
When you know, you know…
—¿Pero te gusta?.
—Y-yo — agaché mi cabeza y asentí.
—¿Y por qué no le dices?.
—¿Cómo sabré si es correspondido? — suspiré.
Olive enarcó una ceja.
—Porque cuando lo sabes, lo sabes.
Negué varias veces.
—No quiero que nada cambie entre nosotros, no quiero arriesgarme.
—Bien — se sentó de nuevo — hablando de tu príncipe azul, allí viene.
Volteé alarmada por si estaba lo suficientemente cerca para que hubiera escuchado, pero no, estaba recién cambiado.
—¿Listo? — preguntó la peliverde.
—Sip, espero que no les haya aburrido.
—Claro que no — rodé los ojos — ya estoy entendiendo mejor el juego.
Sonrió.
Nos quedamos varios minutos viéndonos a los ojos.
—¿Nos vamos? — preguntó Olive con los brazos cruzados.
Salimos del campo y nos dirigimos a los comedores.
—Hoy voy a estar con los del equipo — nos dió una mirada de disculpa.
Ambas asentimos y le dijimos que no se preocupara; antes de irse, sacó de su mochila una sudadera blanca que en la parte de atrás venía su apellido y el número con el que jugaba cada partido.
La dobló y me la entregó.
Lo miré sorprendida.
— Probablemente tengas frío y por si no tres suéter o algo, no es como si significara algo — el color rojo se apoderó de sus mejillas.
Sonreí nerviosa.
— Gracias, nos vemos más tarde.
Me dí la vuelta para dirigirme hacia nuestra banca, sintiéndome ¿feliz?. Dylan me dió una prenda suya, tal vez para él no signifique nada, pero para mí es lo contrario.
Me senté con Olive al lado mío, puse la sudadera en mi regazo y no dejé de sonreír.
—¡Qué asco!.
—¿Qué?.
—Van a ser de esas típicas parejas melosas, ¡y yo voy a tener que aguantarlos todo el día por ser el mal tercio!.
Rodé los ojos.
—No somos pareja, y no necesariamente tienes que ser el mal tercio — le dí un trago a mi agua.
—¿De qué estás hablando? — frunció el ceño.
—Que tú e Isaac…
Me miró con cara indignada.
—¿¡Cómo te atreves!?, eso jamás va a pasar.
La miré incrédula.
—Como tu digas.
Terminamos nuestra comida y nos fuimos a nuestras habitaciones. Cerré la puerta de mi habitación y me aventé en la cama dando gritos de alegría, mientras me probaba la sudadera de Crawford.
Me ví en el espejo y me quedaba muy grande, llegaba hasta mis muslos.
¿Cómo podía comparar mi 1.65 con el 1.80 de él?.
Me quité la sudadera para darme una ducha y un dulce olor impregnó el aire.
Su perfume.
Ese perfume que me hacía sentir tranquila; como en casa.
Fuí al baño para darme la ducha y arreglarme para esa tarde.
Estilicé mis cabellos ondulados y me puse una playera blanca; encima la sudadera de Crawford, unos jeans y mis converse. Decidí dejar mi pelo suelto para esta ocasión.
Me puse un poquito de perfume y revisé si mi celular tenía nuevos mensajes.