Capitulo 1 — La inocencia
Desde pequeña pensaba que la vida era solo jugar, ser feliz, la familia, amigos, solo diversión. Las risas llenaban el lugar dando una alegría inolvidable, los días parecían eternos, el sol brillando espléndidamente y meriendas dulces.
La voz de mamá llamándome para cenar, el abrazo de papá al volver del trabajo, las risas y momentos compartidos, con mis amigas en el recreo. No conocía otro amor que ese: el que se da sin pedir nada a cambio, el que se encuentra en una mirada atenta, en una mano que sostiene, en un "todo va a estar bien" dicho a tiempo. Para mí, amar era preocuparse, estar cerca, cuidar, era esperar a alguien con entusiasmo, preparar un dibujo para sorprender, correr a abrazar sin motivo, solo dar cariño.
Vivía rodeada de afectos sencillos, pequeños gestos que, en mi mundo de niña, eran gigantes. Y creía firmemente que así sería siempre; que el amor era eso: presencia, cariño, un brazo que cura todo, una mano que no suelta, palabras que calman. Todo tan bello, increíble, alegre....entonces....¿Que podría salir mal?
Capitulo 2 — Algo distinto sin definir
Comencé la primaria....con los zapatos nuevos que me apretaban un poco, y una mochila rosa que parecía demaciado grande para mí hombros pequeños. El olor a libros nuevos y lápices llenaba el aire. Me sentía con una mezcla de emoción y nervios, no sabía que iba a suceder, solo que iba a estar rodeada de niños y niñas que no conocía.
Hasta que llegó èl; se llamaba Mateo, aunque tarde en aprenderme su nombre. Tenía el cabello rebelde y unos ojos grandes hermosos de color del mar. Se sentaba dos asientos más adelante de la mía y aveces me miraba por unos segundos mientras la maestra explicaba.
No entendía bien que me pasaba cuando él me miraba, ni porqué sentía que el recreo se hacía más largo cuando estábamos cerca. Un día, me presto su goma de borrar y me dijo algo que no entendí del todo, "Pareces una rosa". Me sonroje y no supe que decir.
Yo no sabía que era era eso que sentía, ni como llamarlo, solo sentía una mezcla extraña, como si tuviera mariposas en el estómago, no sabía si era por él o por estar en la escuela, o por algo más que no sabía explicar.
Pasábamos los recreos sentados en el pasto, sin decir casi nada, mirando el cielo o jugando a las escondidas. No había palabras de amor, ni promesas, solo la compañía de alguien que me hacía sentir diferente, aunque no sabía bien por qué.
Con el tiempo, al año siguiente. Mateo y yo nos fuimos alejando. No hubo despedidas ni finales tristes, solo el paso del tiempo y nuevas cosas y personas que conocer; pero ese cosquilleo, esa sensación rara y dulce, quedó guardada en un rincón del corazón, sin nombre, sin definicion.
Capitulo 3 — Nuevos cambios
Pasaron seis años. Me di cuenta que todo es distinto a como pensaba en mi infancia, la vida no solo trata de jugar, divertirse compartir afecto, momentos con amigos y la familia. Aparecieron nuevas emociones, dudas, cambios....cosas que siempre existieron, pero que recién ahora empiezo a darme cuenta.
Aunque aveces extraño esa etapa de mi infancia en la que todo parecía simple, en la que ahora las cosas son complicadas. No sé bien lo que siento, y otras veces me estreso pensando demaciado todo, es inevitable.
En la secundaria empecé a ver qué cada persona lleva sus propias batallas, ya no todo es blanco o negro, hay grises, hay silencios, descubrimientos: ¿Quien soy?, ¿Que me gusta?, ¿Que me molesta?, ¿Que me hace bien, y que no?.
Aunque es un poco confuso, también es emocionante, porque entre tantas preguntas, también aparecen pequeñas respuestas. Me doy cuenta de que estoy cambiando, y no es tan malo como parece, y esto es parte del camino.
Capitulo 4 — De un amor a otro
Lo conocí en secundaria, me miraba de lejos y me sonreía tímidamente, hasta que un día se armó de valor y me habló; se presentó con un sonrisa sincera, y desde entonces empezamos a conversar. A las pocas semanas ya éramos amigos, y con el tiempo los mejor amigos. Pero algo diferente, una amistad diferente y única, el siempre estaba a mi lado, en los momentos malos y buenos, me cuidaba, me escuchaba, me hacía sentir parte de su mundo....casi como fuera una más de su familia.
Su afecto, su compresión....todo eso fue creciendo dentro de mí, hasta transformarse en algo más profundo: amor. Un amor intenso, honesto, que nació sin que me diera cuenta. No sé si el sentía lo mismo, o si solo me veía como una hermana del alma.... supongo que solo el tiempo podrá demostrarlo.
Un día me levanté, comencé el día como cualquier otro pero algo distinto, con una energía espléndida, no se porque me sentía así, sentía que el mundo estaba de mi lado, sin razón, pero lo sentía.
Al llegar al liceo, lo ví esperandome en la entrada, como siempre, con esa sonrisa suya que lograba que todo a mi alrededor se volviera espléndido.
— ¡Buenos días! — me dijo con entusiasmo, y note algo diferente en su voz....¿Nervios?, ¿Ansiedad? . No supe identificarlo en ese momento, pero lo sentí.
Durante el recreo, me llevo a un rincón del patio donde solíamos hablar de todo y de nada. Me ofreció una barra de chocolate, como en esos primeros días en que comenzamos a ser amigos...y con una voz suave y una pequeña risa cariñosa me dijo:
— ¿Te acuerdas de esto?— Siempre decías que el chocolate arregla cualquier día.
— Y lo sigo creyendo — respondí, tratando de esconder los nervios que tenía.
Hubo un silencio, no incómodo, sino lleno; como si ambos supiéramos que algo estaba por cambiar, pero ninguno quisiera ser el primero en romper el hielo. Hasta que de repente me dijo con una voz suave:
— ¿Alguna vez te has preguntado si...lo nuestro podría ser algo más?
Mi corazón se detuvo. No supe que decir, quería saltar de alegría, supe que ese amor que había crecido dentro de mí....no era solo de mi lado, sino de ambos.