Navidad (in)deseable

Sipnosis

     Pequeños copos de nieve caían despacio como las plumas de un ángel, cubriendo todo a su paso con un mantel blanco y brillante tan hipnotizante para la vista. Al mismo tiempo congelando todo, sesgando la vida a cualquier cosa viviente que toque.

 

     El sonido de la música retumbaba por toda el área de la pequeña zona en donde el mundo se encontraba reunido, esperando a que den las 12 de la noche para que todas las familias  empiecen su tan gloriosa noche buena.

 

     El frío el cual es el mejor amigo de la nieve y la peor pesadilla de los indigentes, se encontraba en su máximo apogeo. Se encontraba inclemente ante cualquier cosa.

 

     Desde lejos se pueden ver a los niños corriendo felices mientras jugaban en la nieve. Las casas decoradas con diferentes iluminaciones se asemejan a las luciérnagas que brillan bellamente en una noche llena de penumbras, se podría decir que eran la luz celestial del lugar.

 

     Las risas, aplausos y el sonido de las voces jocosas que contaban chistes para animar el ambiente se mezclaban con el contraste del silencio que había en el parque más cercano lleno de oscuridad y desolación.

 

     Muy a lo lejos se encontraba una mujer en sus apenas 23 años, sentada en un banco de madera podrida y desgastada con el cabello revoltoso y enredado como un nido de pájaros, con la ropa sucia y desordenada y la cara pálida hecha una sopa hecha de lágrimas.

 

     El bullicio de la multitud llegaba a sus oídos como un pequeño susurro inquietante y molesto. Los diminutos copos de nieve caían en su cabello, en sus manos y pies descalzos sin derretirse. Cualquiera podría confundir esa presencia con algún muñeco viejo y desgastado tirado en el basurero.

 

     El frío había congelado su cuerpo por completo, incluso las lágrimas que salían se congelaban al pasar por su mejilla. Tanto las articulaciones de su cuerpo al igual que sus músculos se encontraban completamente rígidos, no podía moverse, su cuerpo era demasiado pesado como para eso.

 

     Si no fuera por su pecho que se sacudía brutalmente y su cara que no paraba de hacer muecas extrañas, pasaría de ser un despojo humano a un cadáver.

 

     Lorena después de quién sabe cuántas horas abrió sus ojos para toparse con sus manos cubiertas completamente con una nieve tan blanca que le quemó los ojos. Aun siendo de noche brillaba demasiado.

 

     Su aliento dejó una estela de humo blanco al sacarlo de su cuerpo. Aun sentía ese inmenso ardor en la garganta y un punzante dolor en el pecho que casi no la dejaba respirar. Sus ojos estaban irritados y sus cuerpo le temblaba, no por el ambiente a su alrededor, sino por sus recuerdos.

 

     Alcanzó a mover la cabeza hacia el cielo negro lleno de pequeñas pepitas blancas y una perla gigante tapada parcialmente por los pinos del lugar en donde se encontraba.

 

     No podía tragar saliva para calmar su ardor, sentía miles de agujas incrustadas en su garganta pasando por su esófago hasta llegar al estómago. Si hacía un simple movimiento el dolor la mataría.

 

     Si es que ya no se encontraba muerta.

 

     Nunca se imaginó que el día de Nochebuena lo pasaría de esa forma: en un parque abandonado, sin buena ropa, sin una casa, sin comida.

 

     Sin familia.



#12868 en Thriller

En el texto hay: tragedia, drama, muerte

Editado: 10.11.2020

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