-¡Cállense las dos! Esto puede terminar muy mal, si no ponen reglas para que puedan vivir sin matarse.
- ¡No exageres Jairo! Yo no me meteré con la navidad de tu novia, siempre y cuando, ella, mantengas la navidad, “lejos” de mi camino.
- ¡Sólo será en mis cosas y en mi lado de la casa!
- Pues… ¡Listo! ¡Se acabó la discusión!
Y Estrella buscó la cafetera y se sirvió un café en una taza con Santa Claus dibujado, miró con seriedad a María y ésta con sonrisa burlona, dijo:
- ¡Te tocara beber café en baso! “Aunque te puedo prestar esa hermosa taza “navideña””
Jairo miró con disgusto a María, por seguir buscando pleito: pero Estrella sin hacer comentario, dejo la taza y se sirvió café en un vaso, saliendo luego, sin decir nada.
- María, debes dejar de hacer eso… Además no sabes el por qué Estrella detesta la navidad.
- ¡No hay razón para odiar la navidad a esa grado!
- ¿Quién sabe María? ¿Quién sabe? ¡No sabemos nada de ella!
- ¡Y ni me interesa! El que no disfrute de la navidad, para mí es razón suficiente para mantenerla lejos de mí.
- Bueno, es que tú también llegas a un fanatismo que…
- ¡No me digas eso Jairo! ¡No quiero pelear contigo por culpa de esa Grinch negra!
Él sonrió y la besó repetidamente, para luego, decir:
- ¡Tranquila mi “Duende de navidad”! ¡Te amo!
Navidad época de regalos, alegría, de paz y amor, donde todos tratan de ser y dar lo mejor, desde las calles sucias y tenebrosas, pasan a ser avenidas resplandecientes, las casas apagadas en esos días encienden las mil y una luz, y decoraciones por donde se vea; pero hay cosas que ni la más hermosa navidad puede hacer, quitarle la tristeza a un ser que se ve sin hogar, sin familia, sin mente que lo pueda guiar.
María con un emparedado en la mano y un café con leche en la otra, se arrodillo en aquella esquina y con suave voz, llamó:
- ¡Señora! ¡Señora!
La mujer cubierta con una sábana sucia, con un agujero por donde le salía un brazo, se despertó… Mirando como ida a la muchacha.
- Levántese. Le traje algo para que coma.
Sin dar las gracias y con una prisa que asustó a María, le quitó el pan y el café de las manos. La joven se había levantado rápido ante la actitud de la anciana y en el paso de retroceder, se tropezó con alguien que pasaba en ese instante, al mirar, era Estrella, que moviendo negativamente la cabeza le hizo una señal con el dedo pasándolo como cuchillo por el cuello, siguió sin decir nada. Aquella actitud, inquieto a María que miró a la mujer devorando la comida y sin poder evitarlo fue tras su compañera de habitación, alcanzándola en la parada.
- ¡Oye espera! ¿Qué quisiste decir con ese gesto?
- ¿Qué estás loca?
- ¡Esa mujer tiene hambre y es navidad!
- ¡Ah! ¿Les matas el hambre a todos los mendigos en navidad? ¡Uf! “Los santos se quedan pendejos a tu lado”
- ¡Deja el sarcasmo! Que yo por lo menos les doy unos segundos de felicidad, en cambio tú…
- No todos queremos que nos vean como buenos… Además deberías tener cuidado, esa vieja zarrapastrosa un día de estos te va a dar un mal susto, esa gente se puede volver loca y…
Con aquellas palabras María vio como los ojos de estrella se humedecían y bajando la cabeza se fue, sin decir nada más, ni volverla a mirar.
El volumen de la música era tal que los vidrios de las ventanas se estremecían y cuando María abrió presurosa la puerta, el sonido se triplicó… Era tan fuerte que se cubrió los oídos como para proteger los tímpanos. El escándalo venía del cuarto de Estrella, de inmediato fue para allá, pero su ira y molestia, se combinó con una mueca de asombro, al abrir la puerta, la radio y el volumen dejaron de ser su prioridad, sobre la cama yacía el cuerpo, al parecer inerte de la muchacha, que semidesnuda parecía no importarle que aquel enorme hombre, estuviera sentado sobre ella. María grito con toda su voz pero al no ser escuchada, aquel tipo, continuó acariciando el vientre desnudo de Estrella…El desespero de la joven la hizo dar dos pasos al frente, hacerse presente empujando al hombre, pero lo vio muy grande y fuerte y tuvo miedo… Así que optó por mantener distancia, apagó la música y el silencio fue más fuerte y eficaz que sus gritos anteriores. El hombre miró a la radio y a María enfrente, ésta se paralizó al ver aquellos ojos inyectados de sangre, aunque estaba llenada de pánico, pudo decidir con algo de calma:
- ¡La policía viene por ahí! Llamaron por la bulla y…
Se calló al ver como el hombre, sin dejar de mirarla, descendió de la cama, luego dirigió su mirada al cuerpo de la mujer que yacía sobre el lecho, ajena a todo… María sentía que las piernas le temblaban, que no podría ni correr para escapar si aquel tipo viniera en su contra, la respiración se le acelero al grado que le era difícil respirar, mas aquel gigante, demostrando su cobardía, recogió con prontitud su ropa de sobre la cama y salió casi corriendo del apartamento.