Necesito que me ames

Capítulo 32

Lily

Llego a casa cansada queriendo ver a mi pequeño, darme una ducha, comer algo y dormir. Hoy fue un día movido en el trabajo. Al parecer los empresarios se pusieron de acuerdo para hacer reuniones al mismo tiempo y algunos fueron muy exigentes. Lo bueno es que se obtuvo buena propina.

La casa está muy silenciosa. Busco a Charlotte en la cocina y la encuentro cortando tomates. Amaris está sentada batiendo algo y contándole de lo emocionada que está por comenzar en su nueva escuela. Mi pequeño está sentado en su silla esperando la cena. Él al verme dibuja una sonrisa y tira los brazos hacia mí.

—Mamama…

—Hola, corazón. —lo saco de su silla, lo beso y abrazo.

—No te escuchamos llegar. —dice Charlotte.

—Estaban muy entretenidas charlando—suspiro—. Estoy cansada.

Amaris se acerca y toca mi pierna.

—Deja a Caleb ahí, ve a ducharte y ponte algo lindo.

Arrugo el entrecejo.

—¿Por qué? Quiero darle de comer a mi hijo.

—Charlotte lo hará. Tú debes hacer lo que te digo para una sorpresa.

Coloco a mi hijo en su silla, quien se pone a llorar queriendo regresar conmigo. Lo levanto de nuevo.

—No me gustan las sorpresas.

Charlotte agarra a Caleb.

—Esta te gustará. Ve a darte una ducha y ponte algo sencillo, luego baja y deja que guiemos.

Paseo la mirada entre ambas sin comprender, mas no digo nada y voy a ducharme porque lo necesito. Amaris sigue mis pasos sin decir nada.

Entro en la habitación de Clayton, pues no mudé mis cosas todavía y él tiene un hermoso baño propio, y me doy una ducha relajante rápida. No me demoro mucho porque deseo estar con Caleb y saber sobre la sorpresa.

No tengo idea que esté planeando Amaris y no estoy segura de que me guste. No recuerdo cuando fue la última vez que me dio una sorpresa, que alguien me diera una. Odio los sorpresas por más buenas y lindas que sean.  

Salgo de la ducha, me pongo crema en todo el cuerpo y encuentro a Amaris en la habitación sentada en la cama balanceando los pies. No dice nada mientras saco un pantalón vaquero, una blusa mangas larga, lisa de color negra.

—¿Eso te vas a poner?

Suspiro.

—Si no me dices cual es la sorpresa, entonces sí.

—Me dijo que no dijera, solo debía llevarte—arruga la nariz y balancea la cabeza—. Supongo que la ropa no es lo importante.

—¿Quién te dijo? ¿Charlotte?

Por Clayton ni pregunto. Lo más probable es que esté en la empresa trabajando y hoy se quede hasta tarde como viene haciendo. No me sorprende que ignore la pregunta que me hizo invitándome a una cita. Él es así. Suele hablar y después pensar.

Me visto enviando lejos los pensamientos sobre Clayton, me coloco las botas y apenas termino de peinarme Amaris tira de mí escaleras abajo, pasamos por la cocina donde Caleb está comiendo y Charlotte sonríe.

—¿Alguien me puede decir algo?

—Ahora sabrás—responde mi hermana—. Ven. —tira de mí y no me queda opción más que seguirla.

En realidad deseo estar con Caleb. Amaris me dice que no durmió siesta, lo que significa que caerá rendido después de comer y confío en su palabra.

Pasamos por el gimnasio de Clayton, su estudio y la lavandería para luego salir al jardín.

Abro la boca para preguntarle a Amaris cuando me encuentro la mesa del jardín preparada para una cena que yo llamaría romántica debido a las velas en el centro y las luces led que rodean esa parte del jardín. Se ve hermoso rodeado de flores de lavanda y rosas.

—Sé amable. —dice mi hermana.

Bajo la mirada y veo a Amaris salir corriendo de regreso al interior de la casa.

—¿Qué…? ¿Acaso es broma?

—No, ninguna.

Volteo hacia la mesa y encuentro a Clayton vestido casual con un pantalón negro, una remera y una camisa vaquera encima de la remera.

—¿Qué es esto, Clayton?

—Una cena. Te dije que tuviéramos una cita, no respondiste y decidí sorprenderte con la ayuda de Amaris y de Charlotte.

—¿Por qué?

Él ríe y pasa la mano por su cabello.

—Eres diferente a otras mujeres. Cualquier otra se habría emocionado con la sorpresa—me cruzo de brazos, ocultando que sí me emociona. Clayton pasa la mano por su cabello y suspira—. Porque ya no puedo ocultar lo que siento por ti y tengo la esperanza de que sientas lo mismo.

—¿Qué es lo que sientes? Si me dices que es lo que sientes, te diré que es lo que siento.

Acorta la distancia sin dejar de sonreír, agarra mi mano y me invita a sentarme a la mesa. Lo hago porque pasé mucho tiempo de pie y estoy cansada, además de tener hambre.

—Antes hay algunas cosas que debes saber sobre mí.




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