Clayton
Un tiempo después
Mi abuelo abre el cajón y me entrega una caja de terciopelo de color azul.
—¿Qué es esto, abuelo?
Abro la caja y encuentro un precioso anillo de oro blanco con un zafiro incrustado.
—Ese anillo le pertenecía a tu bisabuela. Mi abuelo me lo entregó cuando le propuse matrimonio a tu abuela, luego se lo di a tu padre para que le propusiera matrimonio a tu madre y ella me lo entregó hace un mes para ti. En realidad, tu padre sería la persona que te lo entregaría por tradición, pero dada las circunstancias me ha tocado a mí.
—Lily y yo ya estamos casados.
Le dije a Lily que hiciéramos otra ceremonia, una real con votos sinceros, pero no quiso. Ella sabe lo que siento por ella y yo sé lo que siente por mí. Ya estamos casados y no necesitamos otra ceremonia para jurarnos amor, fidelidad y respeto.
—Tu madre me explicó que no tuvo tiempo de entregarte este anillo porque le propusiste matrimonio a Lily sin decirle nada a nadie. No le pareció justo que Lily no llevara este anillo como lo hicieron tu bisabuela, tu abuela y ella. Es justo que Lily lo lleve y cuando Caleb se case algún día, se lo entregues para que se lo dé a su futura esposa y así continúe la tradición.
—¿Por qué no me lo dieron cuando les dije que le pediría casamiento a Clarissa?
—Este anillo es símbolo de amor verdadero, de compromiso de amor. Tanto tu madre como yo sabíamos que no era así con Clarissa. Ahora estamos seguros de que lo es con Lily.
Cierro la caja, la guardo en el bolsillo de mi chaqueta y abrazo a mi abuelo.
—Gracias abuelo por siempre cuidarme las espaldas, estar para mí y por insistir con que me casara para no perder la empresa.
—Te amo, Clayton. Estoy muy orgulloso de ti. Tu padre, esté donde esté, lo está también.
Nos apartamos.
—¿En serio me habrías desheredado si no me casaba?
Mi abuelo ríe.
—Claro que no—responde con seguridad—. Me importa un cuerno lo que los inversionistas, clientes o cualquier persona piensen. Jamás te habría dejado ir sabiendo que manejas bien la empresa y te gusta.
Abro la boca y la vuelvo a cerrar.
—¿Me engañaste para que me casara?
—Sabía que no te casarías nada más por hacerlo después de Melanie y Clarissa. Tampoco estabas muy dispuesto a abrirte al amor, así que pensé que esta vez buscarías amor y matrimonio—palmea mi espalda—, y no me equivoqué. Conociste a Lily, te enamoraste y le propusiste matrimonio por amor. Todos ganamos.
Dibujo una media sonrisa forzada.
Pensé en contarle al abuelo toda la verdad sobre como comenzó mi relación con Lily. Mi madre aconsejó no hacerlo y ahora resulta que el abuelo me estuvo engañando.
Bueno, ya no me siento mal por haberle mentido. Él también lo hizo. Y mi confesión no viene al caso en este momento.
Amo a Lily, estoy enamorado de ella y no tengo intención de pedirle el divorcio.
—Ya debo irme, abuelo. Gracias por manipularme y orillarme al casamiento.
Reímos.
—Cuando quieras. Estate atento que estar casado no siempre es fácil. Hay tiempos difíciles que tendrán que enfrentar juntos… Mejor me callo. Lily y tú sabrán solucionarlo.
—Me parece bien. Un día a la vez. Ahora vamos que no quiero llegar tarde.
Nos reunimos con mi abuela en la sala y emprendemos viaje a la Universidad de Melbourne, donde nos encontramos con mi madre, Charlotte y los niños.
Caleb corre hacia mí y lo levanto acomodándolo en la cadera.
—¿Te has portado bien con tu abuela y tu tía?
—Shi. —responde riendo.
Pongo los ojos en blanco.
Caleb es muy travieso, le encanta jugar a las escondidas y en ocasiones Charlotte se vuelve loca buscándolo. Amaris es la única que sabe encontrarlo y a Caleb le encanta que lo haga.
—¿Quién tiene el cartel? —pregunta Andrea—. ¿Clayton?
La mención de mi nombre me recuerda que le pedí a Emir que pasara por el cartel.
—Se lo pedí a Emir.
—Llámalo. Necesitamos el cartel. —pide Amaris.
—Quero mamá. —dice Caleb.
Lo dejo en el piso y Amaris lo entretiene mientras le marco a mi amigo, él responde enseguida diciendo que está a un par de pasos y lo veo caminar a gran velocidad con el cartel en la mano.
Amaris corre a su encuentro y le quita el cartel.
—Ustedes dos no hacen uno. —dice la mini pelirroja.
Saludo a mi amigo.
—Luces cansado.
—Mi tía se cayó y se quebró la pierna. Tengo que ir a Adelaida sí o sí.
—Llevas meses evitando viajar, usando de excusa el trabajo tras solucionar el problema del negocio de tu tía. Ahora no puedes huir.