Niñera a convenir

7

- Marat, querido, déjame que te prepare un poco de borshch, - fue para mí una gran oportunidad de evitar semejante abuso culinario por parte de Oleksandr, así que me levanté de la silla y empecé a poner la olla en el fuego. No me importó que el dueño de la casa me estuviera mirando, y no había absolutamente nada agradable en esa mirada. Me preocupo por su hijo, así que que se vaya a paseo con sus juegos.

- No lo haré, - y resulta que tengo que enfrentarme a dos hombres con personalidades desagradables, el más joven también quiere demostrar que, aunque aún es joven, superará a su padre en el futuro.

- ¿Y por qué no? Tienes hambre, así que deberías comer, - me aferré a este salvavidas y no quise soltarlo. ¿Quizá ahora finja ser un ama de casa muy quisquillosa y entonces el hombre me dejará en paz y todo irá bien? Es posible, ¿verdad?

- Le dije - no, no lo haré, - y el pequeño bastardo salió a su padre. El chico no sólo dijo la frase mucho más alto la segunda vez, sino que además se fue de la cocina por las buenas. Demostró claramente que negociar con él era todo un reto.

- Pues bien, el truco no funcionó, - mientras yo cuidaba del niño, un miembro adulto de la familia se acercó por detrás sin darme cuenta y me susurró la misma frase al oído. Fue tan inesperado para mí que salté en el acto como picado y me volví hacia el hombre.

- ¿De qué estás hablando? - entorné los ojos al máximo, pues no esperaba que Oleksandr estuviera tan cerca de mí, se podría decir que violó mi espacio personal.

- Chica, no me tomes por idiota, ¿vale? - Inmediatamente cambió su cara, y si antes había estado observando mis acciones con interés, ahora era el hombre más sereno y serio que tenía delante.

- ¡Vale, al diablo contigo! Hoy como mucho pasaré un par de horas en tu presencia, y mañana serás un extraño para mí, igual que antes. Todo volverá a la normalidad y todo seguirá su camino.

- Estupendo, ahora te pido que sientes tu bonito culito en la silla y pruebes la delicia que me has preparado, no puede pasar desapercibida, - y señaló la silla donde antes descansaba mi quinto punto.

Y yo... Me quedé boquiabierta, atónita y simplemente... Vale, vale, todavía estoy haciendo todo lo posible por no patearle el culo a este bruto, porque Oleksandr no sólo cambió bruscamente a “tú”, sino que además utilizó esta expresión Bonito culo. Por supuesto, me alegro de que mis entrenamientos no se hayan echado a perder y de que alguien haya apreciado mis esfuerzos, pero está claro que no esperaba oír semejante cumplido del jefe de mi madre.

- ¿Sabe bien? - Tengo un fuerte deseo de coger este plato con mis obras maestras culinarias y volcar todo el contenido en la cabeza de ese pavo, porque no sólo se pasa de la raya, sino que además disfruto del momento en que me meto esta cosa asquerosa. Es como si con cada bocado que me meto en la boca, estuviera celebrando esta victoria sobre mí.

- Está muy, muy bueno, solo hay que chuparse los dedos, - siento la sal crepitando en mis dientes, una pesadez increíble en el estómago, pero no me rindo. El hombre sólo necesita doblegarme y demostrarme que me domina y empujarme como el hocico de un perro en el desastre que ha hecho en la puerta. Quiere darme una lección de esta manera y vengarse de mí por el incidente de nuestro encuentro en la ruleta del chat.

- Estoy completamente de acuerdo contigo, así que dejaré estas delicias para más tarde, - y Oleksandr coge su plato y me lo lanza por encima de la cabeza. Sentí literalmente la brisa que siguió a este boomerang, y luego un fuerte estruendo que me hizo zumbar los oídos.

Incluso Marat vino corriendo a la cocina al oír este fuerte grito y empezó a mirar a su alrededor para ver qué había pasado. Y lo que pasó fue que su padre es un psicópata desequilibrado que no aprecia sus propios platos, pero es un jugador de baloncesto bastante bueno, así que los restos del plato y de mi obra maestra están tirados por el fregadero.

- ¿Qué ha pasado aquí? - una pregunta muy lógica de un niño, porque yo también quiero hacérsela al hombre, pero en una interpretación adulta y con palabras malhumoradas en los labios.

- Diana y yo habíamos terminado de cenar, así que pusimos los platos en el fregadero, porque después de comer hay que fregar los platos, ¿recuerdas? - Maldita sea, ¿por casualidad actúa en algún teatro en su tiempo libre? Porque la forma en que se mueve hábilmente de un papel a otro es increíble. Hace un segundo era un toro rabioso, y ahora es un padre tan sensible que se te escapa una lagrimilla en esta escena en la que le habla al niño de la importancia de fregar los platos.

- Sí, me acuerdo, para que no haya insectos en nuestra casa, - asiente el niño y mira mi plato, como preguntándose en silencio, - ¿por qué no ha puesto aún los platos en el fregadero? ¿Qué clase de desgracia es esa?

- Buen chico, - con una sonrisa en la cara, Oleksandr despeinó la mata de pelo de la cabeza de su hijo, - ahora ve a vestirte, tenemos que llevar a Diana con su madre.

- De acuerdo, - Marat no necesitó que se lo pidieran dos veces, probablemente estaba contento de dar una vuelta por la ciudad con su padre, así que salió corriendo de la cocina y nos dejó otra vez a solas con aquel hombre. Y a juzgar por la experiencia de la última vez, esto no podía acabar bien. Yo ya estaba tensa con todo mi cuerpo y esperando una nueva inyección de este hombre de temperamento ardiente...

- Querida Diana, te pido que te des un poco de prisa y recojas tu solomillo para entregárselo a tu madre. - Para este maestro de la situación es un placer gastarme una broma, porque veo cómo le brillan los ojos cuando habla de mi culo y lo mucho que saborea este momento. Parece que le he hecho tanto daño durante nuestra breve videollamada que no puede vengarse de mí. Y no sólo vengarse, sino darme una bofetada moral en el solomillo.

- Pero para qué te molestas, yo sola llegaré bien al hospital. Gracias. - Podía haberle contestado de una forma que le hubiera vuelto a dejar pasmado, y no le es ajeno. Pero sigo sin saber cómo reaccionará Oleksandr y si esto afectará más adelante al trabajo de mi madre. Más concretamente, a la falta de trabajo de mi querida. Pero sé con certeza que no quiero estar más cerca de este hombre, porque cada minuto entre nosotros es como una mecha encendida que pronto alcanzará una masa explosiva. Creo que no hace falta que te diga lo que puede pasar si el fuego alcanza su objetivo.




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