Acordamos con mi madre que yo me quedaría un rato con mi abuela, por si necesitaba hablar con el médico o por si la anciana podía despertarse, y ella se iría a casa a cambiarse de ropa y a buscar algo de comida para pasar la noche. Aunque el médico le aseguró que todo iría bien y que no debía preocuparse demasiado, decidió pasar un rato con su abuela. Creo que es una decisión acertada, porque aquí se sentirá más tranquila al saber que su madre está a un par de pasos, y siempre es mucho más difícil percibirlo todo desde la distancia.
A solas conmigo misma, mis pensamientos empezaron a ir y venir a una velocidad tan tremenda que incluso tuve que cerrar los ojos para no vomitar allí mismo, cerca de la sala. Todo ocurrió en un solo día. Tuve que justificarme de alguna manera ante mi grupo por haberles tendido una trampa a todos con mi rápida salida de la clase, prepararme para aquel examen de conocimientos, porque por mucho que le rogara al profesor que se apiadara de mí y se pusiera en situación, era un hombre de la vieja escuela, así que seguro que le importaría un bledo todo este moco por mi parte. Y era una pena, porque de hecho, estaba en una mala situación, si no una tragedia, sí una situación bastante mala, ¿cómo te lo puedes tomar de otra manera cuando tu ser querido está hospitalizado? Pero además, había un matiz más al que merecía la pena prestar atención, o mejor dicho, que la atención no abandonara el momento ni por un instante. Oleksandr, el padre de Marat, que hoy me había dejado estupefacto un par de veces, me sorprendió gratamente con sus actos, y volvió a mostrarme dónde hibernan los cánceres. ¿Cómo reaccionar ante un hombre del que no sabes qué esperar? La gente nunca se siente cómoda cuando no controla la situación, y si estás cerca de él, sólo puedes soñar con el control. Razón de más para que me sorprenda y disfrute del proceso.
Me sacó de mis pensamientos el tono de llamada de mi teléfono y, cuando lo saqué del bolso, vi un número desconocido. Mi cerebro empezó a trabajar caóticamente y a lanzar todas las opciones posibles de quién podría ser, desde uno de mis compañeros de clase hasta Oleksandr. Y si voy a ser la niñera de su hijo al menos un día más, quizá ya conozca mi número de teléfono. Tal vez su madre ya haya hecho un esfuerzo para conseguirlo.
- Hola, - crucé los dedos sobre mi mano, esperando que no fuera uno de mis compañeros que quería matarme por mi broma. Podía entender su enfado, yo hubiera querido hablar con esa persona si me hubiera tendido una trampa, pero joder, como en aquella canción, no es culpa mía, óyeme, entiéndeme.
- Hola, Diana, ¿cómo estás? - una voz de hombre llegó desde el otro lado, pero definitivamente no era la voz de Oleksandr, y a juzgar por el hecho de que la persona que me hablaba era optimista conmigo, la opción de los compañeros de clase también desapareció.
- Vale... ¿quién habla?
- Andriy.
- ¿Quién es Andriy? - Este diálogo era como una conversación entre dos personas no muy inteligentes, o para ser atrevidos, imbéciles.
- Estás bromeando, ¿recuerdas cuando nos conocimos en la ruleta del chat? - Maldita sea, no necesitaba que me hicieras feliz. Ya me había olvidado del tipo, estaba claro que no estaba de humor para pensar en él en este día tan emotivo.
- Oh, sí, claro, ¿cómo estás? - pregunté más por decoro, pero en realidad no me importaba cómo estaba o qué estaba haciendo.
- Todo genial, no te habrás olvidado de nuestra cita de mañana, ¿verdad? - Una palmada en la frente con la mano fue exactamente lo que me ocurrió al escuchar estas palabras de Andrei. Estaba claro que no tenía sitio en mi cabeza para una información tan poco importante.
- No, no lo he olvidado, pero no sé si podré venir, hay algunos matices, - si supieras, Andriy, cómo ha cambiado mi vida radicalmente desde que nos conocimos...
- ¿Qué ha pasado? ¿Algo catastrófico? ¿Estás seguro de que no saldrá bien? - El tipo estaba disgustado, aunque yo no podía verlo, pero podía oír en su voz que le preocupaba que todos nuestros planes fueran a parar al mismo sitio.
- No, es que... - y entonces me asaltó un pensamiento, que en un par de minutos me parecería una idiotez, pero que ahora me parecía muy apropiado, si estoy con un niño, ¿será un problema para ti?
- ¿Con una niña? ¿Es... pequeña? - Claramente quería preguntar algo más, como si era mía por casualidad, pero probablemente decidió no cortar las cuerdas tan rápido.
- No, es lo suficientemente mayor como para no interferir en nuestra cita. ¿Entonces no te importa? - Puse una voz lastimera, como diciendo que lamentaba que no funcionara si él estaba en contra de un bebé en nuestro encuentro.
- No, no me importa, hagámoslo así, entonces será bueno para... ¿tú? - Mira qué personaje más valiente me he encontrado, hasta haciendo de canguro de un niño está dispuesto a conocerme.
- Sí, el niño se despertará dentro de un momento, y nos reuniremos contigo, - le di a Andriy más tiempo y una razón para rechazar esta idea, pero el tipo sólo dijo "de acuerdo" y se despidió.
Bueno, vale, si tiene tantas ganas de conocerme, no voy a aporrear la puerta y gritar que no voy a ninguna parte. A lo mejor es exactamente la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida, ¿quién sabe cómo será el destino? Además, prácticamente estamos modelando la escena de una familia feliz con un niño pequeño a su lado, así que, ¿qué duda cabe de que debería ponerle a prueba en cuanto a fuerza y seriedad de intenciones? Además, tras el encuentro de hoy con Oleksandr, me he dado cuenta de algo, algo que no esperaba de mí misma...
***
- Diana, ¿dónde estás? - me dijo Oleksandr sin ningún deseo de buenos días, y con una voz tal que de sus labios "buenos días" sonaría como "¿te irías al infierno?".
- Buenos días, estoy de camino, debería llegar pronto, - quise ser una persona educada y con buenos modales en comparación con aquel asaltante grosero, sobre todo porque quería ponerle fideos en las orejas a este hombre durante toda la mañana. Ahora estaba apretujado en el minibús y tenía unos buenos treinta minutos, si no cuarenta, para ir a casa de Oleksandr y Marat. Emocionada por el estado de mi abuela ayer y preocupada por mi madre, no me dormí hasta cerca de las tres de la madrugada, y mi sueño no fue nada reparador. Menos mal que mi querida hermana me llamó y me despertó, si no, seguiría en la cama.