Niñera a convenir

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Para mi gran felicidad y alegría ante la perspectiva de continuar mis estudios en mi ahora querida universidad, hubo una oportunidad de entrenar en el gimnasio de nuestra universidad antes de la competición, que decidí aprovechar y no rechazar esta oportunidad de darme a mí misma y a mi cuerpo una oportunidad de convertirme en la mejor versión de mí misma. Y cuando Rebecca y yo habíamos trabajado durante lo que me parecieron unos miserables sesenta minutos, no era sólo que mi cuerpo no quisiera intentar hacer más movimientos, sino que mi cerebro estaba trabajando tan duro que tenía enormes dudas sobre si sería capaz siquiera de arrastrarme en público y realizar incluso los movimientos más sencillos de la docena o así de sencillos que tenía en mi arsenal.

- ¿Podemos al menos descansar un rato? ¿Al menos un par de minutos? - empecé a suplicar a mi amigo cuando me di cuenta de que, tras la siguiente maniobra, probablemente la ciento ochenta y ocho, no podía levantarme del suelo, así que me quedé sentado en el suelo con mi quinto punto.

- ¿Y has decidido rendirte, por lo que veo, debilucho? ¿Quieres ver a ese viejo cabrón feliz y satisfecho con tu derrota? - La mención de Petróvich me produjo de inmediato unas ganas enormes de destrozar y destruir todo lo que me rodeaba, porque en cuanto empecé a imaginarme su cara de satisfacción, todo mi cansancio saltó por los aires. Aun así, elegí al entrenador adecuado para mi misión, y Rebecca sabía exactamente dónde presionarme para que volviera al buen camino.

- Sí, claro, que busque la amapola, la va a necesitar pronto, - exclamé y empecé a levantarme, aunque me costó mucho, como si llevara cincuenta kilos de pesas colgando de las piernas, y una enorme bolsa con no se sabe qué alrededor del cuello, porque realmente pesaba demasiado para mi frágil cuerpo.

- ¿Por qué la amapola? - La chica me miró como dudando si debía seguir con este entrenamiento, o tal vez ya había alucinado más adelante en el programa y no debía mezclar al pecador con el justo.

- Para espolvorearlo en el hocico que me voy a torcer al final de esta noche, realmente esperaba esta evolución, y como ahora estaba decidida, incluso fui capaz de ponerme por fin en pie sobre mis dos patas, aunque todavía me tambaleaba sobre ellas como un andador.

- Ahahaha, eso está mejor, ese es mi amigo, eso es lo que entiendo, - Rebecca pareció recibir una porción de emociones positivas de mi parte, aunque hace un minuto me sentía como un huevo que claramente había sido sobrecocido, - pero te daré un par de minutos de descanso, que así sea. ¿Por casualidad llevas un cargador? Mi carga está casi a cero, y necesitamos repetir un par de combinaciones más del programa que te especifiqué.

- Si lo tienes, busca en tu bolso, y con tu permiso, me sentaré un poco más, - y volvió a tumbarse en el suelo, porque mis fuerzas se habían sobrevalorado, pareciendo granos de arena en un mar de arena durante un par de minutos, pero ahora tan necesarias como el aire que respiraba con el pecho lleno.

- Vaya, amigo mío, hay algo que no sé... ¿Qué es? Ni siquiera puedo descansar en paz, incluso aquí tengo que girar mi cansado cuerpo hacia Rebecca, que no da abasto para encontrar el cargador.

Pero cuando por fin consigo realizar una tarea tan difícil como girar la cabeza hacia la voz de la chica, me doy cuenta del error que cometí al dejarla rebuscar sola en mi bolso. Confiaba en Rebecca, al cien por cien, pero esa no era la cuestión en ese momento, la cuestión era que mi amiga llevaba en la mano un ramo de rosas que yo había conseguido esconder a medias en mi bolso. Un ramo que había recibido ayer de Oleksandr, pero con el que no sabía qué hacer. Llevarlo a casa significaría recibir un montón de preguntas de mis padres, y mi madre ya tenía algunas sospechas. Tirarlo a la basura no es una opción en absoluto, porque la persona que lo intentó, de alguna manera se enteró de mis preferencias, y eran tan preciadas para mí. Especialmente después de esta noche, cuando nos abrimos el uno al otro y le dejamos entrar en nuestro espacio personal.

- Ahhh... y esto... - ¿he mencionado que mi cerebro se estaba hundiendo por el enorme esfuerzo físico? Así que ahora ni siquiera sabía qué decirle a mi amiga, en qué mentirle para que lo tomara todo por verdad.

- Debe de haber llegado aquí por accidente, ¿verdad? Y no tienes ni idea de por qué está en tu bolso, ¿verdad? - La chica podía ver claramente que yo estaba confusa, y realmente quería saber la verdad. ¿Cómo podía ser que su amiga aparentemente tuviera una vida personal, y ella aún no lo supiera? Sobre todo Rebecca, a quien le encantaban esas conversaciones sobre chicos y amoríos.

- No, es sólo que... - Le di una orden a mi cerebro para que pensara inmediatamente en algo que pudiera sacarme de este pozo de confusión en el que había caído por accidente y por mi propia estupidez, pero la materia gris claramente no quería cooperar conmigo hoy y rechazó mis órdenes rotundamente.

Pero aun así, si no pude agarrar al pájaro de la felicidad por la cola, al menos una pluma de esa cola sí me alcanzó, porque alguien más debió de querer entrenar antes de la competición y entró en el gimnasio. Sólo yo pensaba que esa persona sería mi salvadora, pero resultó que me quedé congelado en un sitio y me quedé mirando a esa persona con una mirada sin pestañear, como si estuviera hechizado. Pensé que podría estar imaginando cosas, que tal vez mis ojos me estaban defraudando y engañando, pero después de parpadear un par de veces, la realidad salió a la luz

- Oh, qué bonitas flores, - Marky, la chica que me tendió una trampa sin piedad con Petrovich, y por la que ahora estoy haciendo algo en esta habitación, sonríe, - son para nuestra bella Diane, ¿verdad? Flores de honor para futuros esfuerzos, por así decirlo.

- ¿Y qué haces tú aquí? - Intento recomponerme y hacerle a esta chica la pregunta más tolerable en esta situación, porque después de los azotes del decano, me juré a mí mismo que encontraría a esta estúpida oveja y le daría una lección por dar un consejo tan “increíblemente” bueno sobre Arkadiyy Petrovich.




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