Nivel 0: "La promoción":

8. La Blanca Oveja Teñida De Negro. ✓

De ella simplemente quiero hacer mención, puesto que siempre se quedará en mi memoria lo que con ella pasó. Vanessa era su nombre.

Su mamá tenía una enfermedad muy grave, por otro lado su empleo del gobierno le daba muy buena paga y le consumía la mayoría de su tiempo, por ello quien estaba al cargo de Vanessa era su abuela, a la que por cierto nunca le supe el nombre, la cual llamaré Ebruin de "Vieja Bruja Insoportable" apodo con el que la bautizó Jeannette.

Lo primero que diré será: "Al que escupe para arriba, en la cara le cae la saliva".

Ebruin era una señora cascarrabias de antaño, demasiado sobreprotectora, que sofocaba en demasía, un tanto dotada en la lengua —por no decirle chambrosa con todas las letras. Parecía tener una víbora ponzoñosa en lugar de una lengua—.

En el colegio podría andar el rumor de que: "Se metió una gallina y puso un huevo en el salón de kínder", por ejemplo.

No sé si quizá estaba enferma de los oídos o no se los lavaba bien, pero cuando llegaba a ella la información —repito, rumor, puro chambre, es decir habladurías, simples murmullos dichos en los rincones a escondidas—; se encargaba de tergiversarla de tal manera que quedaba irreconocible.

"En kínder y en prepa se metieron cuatro gallinas y pusieron más de treinta huevos entre las cuatro; dicen que los venderán... Pero quién sabe".

Lo peor y más frustrante de todo, era que le creían cada palabra siempre. SIEMPRE ¡Por Dios! Era como si no la conocieran, como si su lengua fuera una fuente confiable, incapaz de agregar o de mentir.

Disfrutaba de criticar a todo el mundo, incluyéndome, para ella nadie más que su nieta era la encarnación de la perfección.

Esta señora, que no respetaba ni sus propias canas, vaya que era insoportable. Creo que en su mente nada era perfecto ni funcionaba de la manera más conveniente o como mínimo óptima.

Una vez dijo que Silvia y yo habíamos tratado mal a su nieta Vanessa en una actividad integradora —en este tipo de actividades nos obligaban a trabajar en grupo, disque para enseñarnos a convivir—, además de humillarla, le dijo a los profesores que sólo Vanessa había aportado todos los materiales y por si fuera poco que los habíamos desperdiciado... Para mí buena fortuna nadie le creyó. Ebruin obligó al orientador de grado en aquel entonces que nos confrontara a Silvia y a mí para, según ella, obligarnos a decir la verdad.

Lo más chistoso de todo fue que ni Silvia ni yo nos habíamos dado cuenta de aquella queja de Ebruin, a amabas nos interrogaron el mismo día por separado, sin que la otra se diera cuenta y ambas dimos exactamente la misma versión.

—Ninguna de las dos hemos tratado mal a Vanessa; y no entiendo por qué dice que le desperdiciamos su material, si ella fue quien lo ofreció para trabajar, aun cuando todo el grupo quería hacer el trabajo en el material de Shane.

Fue un golpe directo en la cara que recibió. Yo no la vi al irse, no obstante fácilmente me la puedo imaginar yéndose soltando espuma de la boca por el enojo y haciendo todo el numerito de niña caprichosa a la que le han hecho una completa injusticia.

Vanessa era una historia diferente en su totalidad, desde sus orígenes. Era bastante alta y un poco gordita, muy blanca de su tez, con unas hermosas pestañas colochas. Su forma de ser en lugar de ser fuerte y segura, era tímida, llena de complejos, inseguridades y baja autoestima.

Tendía a compararse con todo el mundo, a sus ojos todas eran mejor que ella. Llegó hasta compararse conmigo.

¿Qué mierda tenía en la cabeza para llegarse a comparar con mi persona?

Ella era más alta que yo, era más corpulenta, tenía más dinero, una mejor posición económica que yo... ¿Por qué compararse conmigo si era hasta más hermosa que yo?

Sí, tal vez yo era más inteligente y delgada, algo que ella siempre quiso ser. Pero ambas éramos colochas, cabellos no del todo negros, ojos grandes y pestañas enormes.

Vanessa no era una gorda sin forma ni hechura, ella tenía bien puesto todo en su lugar, cosa que nunca fue capaz de ver con sus propios ojos.

— ¿Por qué te comparas conmigo? —Fue lo primero que logré articular en medio de mi estupor al enterarme que hacía aquello—. No soy bonita. Tengo un carácter de los mil demonios...

—Tenés amigos, te aceptan, hacen lo que vos decís...

—Porque me tienen miedo y no son amigos.

—Más allá del miedo lo hacen porque quieren —me corrigió con lágrimas agolpándose en sus ojos. Me sentí fatal de sólo verla tan frágil, tan vulnerable—. Es mejor que te tengan miedo, a que seas la burla y el juguete de todos, como yo.

Las palabras se me atrancaron en la garganta, todo intento de hablar murió en mi boca y mi corazón se hizo jirones mientras que latía con violencia contra mis costillas, mis manos comenzaron a temblar tanto que me vi obligada a cerrarlas en puños para aminorar los espasmos involuntarios que las apresaron.

Todo mi cuerpo se estremeció cuando la mirada dolida y melancólica de Vanessa se encontró con la mía. Cuando sus ojos —que normalmente eran alegres y vivaces— se clavaron en los míos.

Todo dentro de mi cabeza se volvió una revolución en ese momento; todo dentro de mi pecho se hizo un manojo de sensaciones y sentimientos que colisionaron con violencia y por más que trate, no pude poner orden. No pude procesar del todo lo que me dijo.

Jamás me había gustado que me tuvieran miedo, hasta que ella me dijo eso.

Desde entonces me encargué de siempre hacerle saber todos los "Porqué yo no era mejor que ella" aunque eso me dejara por los suelos a mí, solo quería hacerla sentir mejor y esos ojos brillantes, llenos de euforia, con algo muy parecido a la gratitud, fueron suficiente agradecimiento. Muy a mi pesar estoy más que segura que cada una de mis palabras fueron dichas al viento. Jamás se creyó nada de lo que le dije.




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