Nivel 0: "La promoción":

10. Aprendiendo A La Fuerza. ✓

Y así de lento parecían pasar mis días en el Liceo Cristiano a la espera del catorce de febrero, más específicamente por mi regalo prometido por boca de Lucas.

— ¿Puedo continuar, Roberto? —Le preguntó la subdirectora Isabel a mi compañero, el cual parecía muy concentrado en su cuaderno; posiblemente sus dibujos que eran más interesantes que la clase de matemáticas.

El tipo parecía estar en su propio mundo, ni siquiera se daba cuenta que la subdirectora le estaba hablando. Ella parecía renuente a emitir un solo sonido hasta que Roberto no la viera.

Mis otros compañeros al lado de él, le dieron unos golpes anunciando la exigencia de Isabel Alemán—: ¿Hola? —soltó con el aire más tranquilo y despreocupado existente.

— ¿Puedo continuar? —Preguntó de nuevo con un deje furioso la señorita Alemán.

La obviedad de que no tenía ni la menor idea de lo que se estaba hablando se reflejó en su rostro—: Sí —respondió viendo a todos lados por alguna explicación.

Más calmada volvió a dar las clases. O más bien dicho las malas noticias, en octavo grado habíamos sufrido tanto déficit de aprendizaje que, literalmente, estábamos en blanco. La subdirectora no podía explicar los temas que por ley nos tocaban ya que ni siquiera teníamos una base sobre el tema. Ella quería instruirnos sobre las ecuaciones lineales de segundo grado y lo más trágico de la situación era que no teníamos ni la menor idea de siquiera qué era una maldita ecuación.

Más que desesperante, para ella, era frustrante en demasía; eso la hacía sentir mal consigo misma, estresada como maestra y estancada como profesional. Eran tantos temas para cubrir en un sólo año... En definitiva eso era nadar contra marea. A pesar de que nunca lo dijo con todas las palabras siempre recalcó que era probable que no alcanzáramos a ver todos los temas, por cuestiones de tiempo.

No obstante aseguró que haría todo lo que estuviera en sus manos para nivelarnos; eso sonó como puras palabras aunque a mis oídos retumbaron más a una promesa.

— ¡Roberto! —Volvió a reprenderlo la subdirectora—, si quiere seguir dibujando mejor salgase y haya afuera dibuja todo lo que quiera.

Su tono fue bastante intimidatorio, inclusive amenazador; casi me encojo sobre mí misma al oírla. Roberto indiferente negó con la cabeza diciendo ''No'' a baja voz.

—Entonces, deje de dibujar —soltó la sub medo gritado—, por favor —agregó innecesariamente—. Mejor ponga atención a la clase, que no dudo que lo necesita; al igual que todos.

—Baya, está bien —dijo sin la intención de sonar malcriado, pero al mismo tiempo fracasando horrorosamente en el intento.

Al igual que todos, la subdirectora Isabel, lo ignoró dejándolo pasar.

—No tengan miedo cuando vean un ejercicio demasiado complejo —aconsejaba la sub en una diatriba, bastante natural y para nada planeada —. Recuerden que el primer paso es guardar la calma; después, pongan a trabajar el hámster que tienen en la cabeza. Para algo lo tienen y es para...

—Pensar —respondieron a coro y al unísono algunos cuantos.

—Cabal —concordó ella—; ejercítenlo y póngalo a dar vueltas en su ruedita de hámster que tienen en la cabeza.

Era un tanto divertido oír como comparaba nuestro ¨Cerebro¨ con un hámster; aún más divertido era para mí asociar el ¨Pensar" con un hámster dando vueltas en su rueda.

Lo raro del caso, era como nos amedrentaba con un pavoroso regaño; el susto casi de muerte que nos pegaba con los ejercicios que escribía en la pizarra, los cuales a simple vista parecían muy complejos, complicados por sobre todas las cosas; para paradoja del caso que nos hiciera reír después de todo y de tanto.

Puede que fuera estricta, bravucona y un poco mandona pero en el fondo no era más que ese típico cliché de la trillada personalidad débil y sentimental pretendiendo ser fuerte.

Luego de nuestra clase de matemáticas siguió la de lenguaje con la seño Sofía. Con ella las cosas eran más llevaderas y, gracias al cielo, era nuestra orientadora. La mayor información que nos dieron durante clase fue la confirmación del "Proyecto Horas Sociales", el cual iniciaríamos una vez fuéramos asignados con nuestras parejas, el día de servicio y el grado orientador.

No tenía nada en contra de brindar mi ayuda —obligatoriamente— voluntaria; el problema lo tenía con el hecho de pasar todo el día metida en el colegio, de las 6:45AM de la mañana a las 5:30PM de la tarde; con apenas un descanso de una hora antes de nuestra jornada de estudio.

Era un horario bastante pesado, es decir, en la mañana soportar a un montón de niños pequeños que no entienden el significado de obediencia y en la tarde luchar contra el sueño, soportar el hambre y de paso, por si fuera poco, prestar atención a las seis horas clase que nos esperaban.

Al menos a mí, eso era lo que me molestaba. A mis otros compañeros les molestaba eso y también el hecho de que fuera obligatorio ese dichoso proyecto, que en teoría debería de ser voluntario.

Básicamente todo el mundo estaba inconforme pero ninguno se atrevía a decirlo en voz alta. Yo al igual que todos me calle mis opiniones, objeciones y molestias.

Otra de las cosas que la seño Sofía nos comentó, fue el hecho de que como noveno grado debíamos de dejar un recuerdo a la institución, el cual debería de salir de nuestros bolsillos. Para la recaudación de fondos todos deberíamos de cooperar en unas ventas, tanto en la vendimia como en la obtención de materiales para la misma.

Además de haber acordado la realización de esas ventas para la obtención de fondos, también acordamos dar cierta cantidad de dinero diaria para llenar la alcancía, qué de cariño nombramos "El Cochito".

Luego de ese aviso y de esa "Estafa que íbamos a sufrir a nuestros bolsillos" como alguno de mis compañeros se atrevieron a llamarlo—, salimos a recreo.




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