Nivel 0: "La promoción":

12. Día de la Amistad. ✓

¿Qué es la amistad?

Pues según la RAE (Real Academia Española) es: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.

Para mí, amistad era un regalo que una persona estaba dispuesta a darte sin importar nada. Puede nacer por una segunda intención, conveniencia, lástima, amor... ADMIRACIÓN.

Conocí a Amanda cuando ella cursaba sexto y yo séptimo. Era un año mayor que ella, en edad y grado, la subdirectora había mezclado a los escogidos de ambos grados para ir a un concurso de reciclaje; ella fue a la única que escogieron de sexto, de séptimo fuimos Lucas y yo para ir a dicho concurso.

Durante el camino Lucas y yo compartimos asiento en el autobús que nos transportaría al lugar de los hechos. En el asiento de enfrente iba Amanda, quién parecía tener mil cosas que decir y ninguna forma de callarla.

Habló, habló y habló... Hasta que me asqueo y su voz me produjo repulsa. Su risa era estridente y chillona, podía sentir cada hueso de mi tímpano agrietándose, cada músculo rasgándose con cada risotada que soltaba.

Quería silencio.

Era lo único que pedía.

Al parecer para ella mi única súplica era demasiado pedir, porque ni aunque se lo dije, se cayó; en su lugar siguió hablando, contándonos lo maravilloso que sería ese viaje, de lo bonito que se sentía hablar con nosotros, de lo mucho que había deseado hacerlo y de lo bastante que le enorgullecía estar a la altura de nosotros para ir a ese viaje.

Los tres éramos los únicos que íbamos a presentar el proyecto de reciclaje; que consistía en usar unas aljabas quebradas, forrarlas con bolsas plásticas, llenarlas de tierra y hacer unas lindas macetas. Aparte de cultivar las plantas y hacerles un abono casero.

No sólo eso, también nosotros tres éramos los representantes de la institución. Seguro a Lucas y a mí nos habían llevado porque en aquel tiempo de séptimo grado la subdirectora era la orientadora; Amanda la habían llevado seguramente porque era una excelente estudiante.

— ¿Te callas de alguna parte? —Pregunté hastiada de su incesante parloteo.

—No —me respondió con una flamante sonrisa que puso a hervir mi sangre a fuego lento—. Me gusta mucho hablar.

—He podido darme cuenta —mi tono no era amigable ni mucho menos cordial, era burlesco, un tanto irritado, acompañado de una dulce sonrisa.

—Reíte niña —ordenó presenciando mi seriedad.

— ¿Me has dicho algo gracioso?

En aquel momento tuvo suficiente para dejar de hablarme, al menos durante unos escasos minutos. La dicha duró poco y de un momento a otro la tuve de nuevo hablando, riéndose, jugándome bromas y tratando de sacarme mínimo una sonrisita sincera y no burlona, como había estado esbozando.

En aquel concurso de reciclaje fue cuando por primera vez me di cuenta de la existencia de Amanda Velázquez. Desde entonces no hubo poder humano que me la quitará de encima.

Yo siempre estaba con Lucas, y ella siempre estaba buscándonos para hablar de cualquier cosa que se le ocurriera.

Lucas se reía de cualquier sinsentido, francamente para mí lo que decía no tenía nada gracia. Aunque debo admitir que en algunas ocasiones llegó hacer que me muriera de la risa.

Durante algún tiempo siempre trato de socializar conmigo y yo siempre traté de alejarme lo más posible; era amigable con ella pero le dejaba en claro que no tenía ninguna intención en cruzar más de una palabra con su persona.

Me sentía bien teniendo sólo un amigo, el cual era Lucas, jamás me mostré interesada en tener una amiga más; mucho menos a Amanda, quien me resultaba bastante empalagosa, risueña en demasía, afectiva por sobre todas las cosas.

Mi personalidad siempre fue seria, fría, apartada y reservada, teniendo una persona cerca completamente diferente a mí, me resultaba incómodo.

— ¡¿Te podes callar?! —Casi se lo grité en la ocasión que me estaba haciendo burla, creo por una palabra que había pronunciado mal.

Hizo puño sus labios ahogando una evidente carcajada que exigía retumbar por doquier. Estaba a nada de reventar y en cierto modo empezaba a agradarme.

Las barreras que había construido a mí alrededor, estaban a una sola provocación para desplegar todas las defensas que poseía en mis sistemas.

Un listado de palabras groseras e hirientes desfilaba por mi mente y mi lengua picaba por escupirlas a toda voz, mis manos hechas puños las apreté a mi regazo dispuesta a mantenerlas ahí a toda costa.

No me consideraba una persona violenta, pero siempre he sido una bastante fácil de desquiciar y nunca he reaccionado nada bien ante una provocación de tan alta magnitud como la que ella me estaba haciendo.

La pobrecilla ya no soporto más y se echó a reír.

La rabia comenzaba envenenarme la sangre, podía sentirla hervir en mis venas recorriendo todo mi cuerpo; la bilis subió hasta mi garganta, tenía el corazón corriendo a toda marcha, mis sienes palpitaban y aunque no podía verlo estaba segura que tenía el músculo de mi mandíbula severamente alterado por apretar mis dientes con tanta brutalidad.

—No te vuelvo hacer burla, lo siento —prometió entre risas.

La furia que escocía mi interior colisionó abruptamente contra la tranquilidad que me esforzaba por demostrar. Verla a ella, a esa sonrisita, esa diversión que vomitaba hasta por los poros me envenenaba mis sistemas. Antes de que pudiera hacer algo de lo que seguramente me arrepentiría cuando estuviera más tranquila y pudiera pensar con la cabeza fría opté por irme.

—No te vayas —la oí suplicar en un grito a mis espaldas.

Hice caso omiso a su llamado, de igual manera hice con el de Lucas y seguí caminando, casi trotando lejos de ellos, principalmente de Amanda.

Unos delgados dedos se aferraron a mi brazo y me di la vuelta muy a la defensiva, si la memoria no me falla me di la vuelta hasta con los puños hechos—: ¿Qué querés? —Grité furiosa. Por ahí más de algún curioso nos veía, pendiente de los hechos.




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