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Una vez terminó de escribir aquella historia, guardo el archivo tratando que no haya faltas ortográficas o gramaticales, a pesar de mi esfuerzo soy híper consciente de que aún quedan muchos errores por corregir... Aun así me decido a enviarle el archivo a aquel chico que en el pasado considere mi mejor amigo.
No sé qué vaya a pensar cuando lo lea ni me quiero enterar de qué me pueda decir... Muy a mi pesar me muero de la curiosidad por saber cómo vaya a reaccionar.
Le echo un último vistazo al trabajo final y lo guardo. Acto inmediato, digito el correo de aquel tipo y le mando el archivo, completo sin omitir ni una sola J. El arrepentimiento viene a mí automáticamente en milésimas de segundos. Un leve impulso de borrar el correo me ataca pero lo desechó.
Puesto que mande aquella historia bajo la excusa de que está basada en nuestro noveno y a la vez le dije que la mayoría es pura literatura, espero a que eso lo disuada de creer en lo fidedigno de la información escrita.
A pesar de que quepa una posibilidad de que yo me haya enamorado de mi mejor amigo, era, soy y seré demasiado orgullosa como para poder aceptarlo.
Yo no valía la pena para él. Él no valía la pena para mí. Nosotros no valíamos la jodida y maldita pena.
Jamás había permitido que me apodaran pero en noveno no pude hacer nada en contra. Me hice acreedora de apodos como:
"Ange y Angel", por la seño de Inglés, quien nunca dejó de decirme que cambiara, que intentara ser más abierta, que aunque no confiara en la gente le permitiera acercarse a mí. Según ella yo tenía el carácter tan encantador de un angelito de ahí el apodo "Angel" que era Ángel en inglés. Creo que la mayor lección que ella me dejó fue: "No confíes pero convive. No es necesario confiar del todo para llevar una relación cordial con la mayoría".
Según lo que yo pensaba; sin confianza, no había nada pero mirándolo por un lado bueno, decidí interpretarlo como una súplica que ella me interpuso ante mi negativa a salir de la burbuja en la que yo misma me había metido, hasta cierto punto por la culpa de mi familia quienes tendían a controlarme demasiado sin contar que me tenían más controlada que un reo en máxima seguridad.
"Ángela", apodo que recibí de parte de Ana una niña de sexto hermana de Helen, con la que frecuentaba hablar una o dos veces. "Colocha o colochita", mi profesor de Física, la fantasía erótica de Leticia, Ronaldo Peña, quien era amigo cercano de la seño Ester Villanueva de computación y de la seño Nohemí Amaya de Inglés. Muchas veces los vimos hablando, bromeando e intercambiando información a escondidas. Incluso algunos lo molestaban diciendo que él era pareja amorosa de la seño Nohemí. Siempre lo negaron.
Mi jodido trauma entorno a mi peso, no por bajar sino por aumentar de libras, fue algo que siempre me acomplejo hasta los huesos. Era demasiado delgada para mí gusto, tenía un enorme hueco entre las piernas, se me veían las costillas sin contar los huesos de las clavículas los cuales eran muy marcados y pronunciados, y no tenía nada de abdomen. Era muy delgada. Algunas personas pensaban que era modelo porque me veía como una por mi cuerpo y mi altura. Yo sentía que tenía el cuerpo de una anoréxica. Mi Hámster W. toda la vida se encargó de asegurar que era hermosa y que tenía grandes curvas aunque yo no fuera capaz de verlas.
Mi alocada amistad con mi querido Hámster W. Algo dentro de mí gritaba a toda voz asegurando que yo le gustaba; muchos de mis compañeros lo afirmaban también pero... No podía faltar el maldito "Pero"; la única vez que ambos tocamos el tema dijo que no. Yo no le gustaba pero que me quería como una gran amiga y que nunca en la vida me quería perder.
"Mentiroso".
Jamás dejé de pensar en eso, en esa mentira que me había dicho.
"Te quiero muchísimo pero no me gustas"
A pesar de que muy en el fondo jamás le creí que yo no le gustaba, decidí hacer caso omiso a mi corazonada y confiar en su palabra, creer su mentira.
Y como siempre he dicho, la verdad, es la mentira que cada quien escoge creer. Sin embargo, siempre pensé que si me hubiera dicho la verdad que yo quería oír, a tiempo, hubiera llegado a mucho conmigo, más que a una amistad.
Su físico no era precisamente el más hermoso ni el más envidiable, pero al diablo con las malditas apariencias. Amaba la forma en que me trataba, me hacía reír, decía que mi cuerpo era hermoso aunque no lo fuera; su mundo, todo él giraba en torno a mí, yo era su prioridad, nadie más que yo era su centro de atención. Una parte de mí siempre lamentará nuestra cobardía, ese estúpido miedo al rechazo que ambos teníamos... De todas formas tener a mi Hámster en mi vida por un breve tiempo, fue inolvidablemente hermoso.
El 14 de febrero de 2018, fecha exacta en la que le comencé a hablar gracias a la seño de inglés, me dejó una amistad que no merecía, porque no había hecho nada para ganarla y él no dejaba de luchar por un poco de mi atención. Logrando conseguirla toda al final.
Lo que siempre odie que me hiciera es abrazarme estando él todo sudado. Sinceramente jamás he soportado el sudor o esa sensación pegajosa del cuerpo y que él me abrazara estando todo empapado casi me provocaba arcadas... Casi.
Algo que vale la pena reconocer es el enorme esfuerzo que hizo la subdirectora Isabel Alemán para nivelarnos en matemáticas. Aunque la mayor parte de ese baje académico en dicha asignatura se debió por el profesor Roberto Villeda, los culpables no fuimos más que nosotros los alumnos. Él queda completamente exonerado por dos simples razones.
1. Ninguno lo respetaba; su hablar, su apariencia, todo él denotaba un origen muy humilde y sencillo, su acento afirmaba de ser de algún pueblo con una "J" y un "jum" bien marcado en la terminación de cada palabra. Todo eso era objeto de burla entre mis compañeros.