Nivel 0: "La promoción":

15. Refuerzos "Prueba de Logros". ✓

Como ya antes nos habían dicho nos cumplieron el que fuéramos a unos refuerzos, los cuales en teoría nos ayudarían para el dichoso examen llamado prueba de logros, que era algo así como una PAES* a nivel de menor exigencia. Sin embargo para nosotros era algo así como el propio mal encarnado.

Los refuerzos de pruebas de logros eran obligatorios para todos.

No importaba si eras el más inteligente, aplicado, la mejor nota en el examen anterior... Siempre tendrías que asistir a esos refuerzos de matemáticas y de lenguaje y literatura.

Al de matemáticas más a que a ningún otro. La señorita Isabel Alemán sabía muy bien cómo hacer que de esos sábados dependiera tu pellejo en el mes. Empezando por actividades, pasando por las guías y terminando en trabajos con nota mensual en grupo.

Con la señorita Sofía, quien nos daba lenguaje y literatura, la cosa era un poco más tranquila pero no más fácil. Nos daba algunas guías complementarias y uno que otro punto, que quien sabe si de verdad nos los adjudicaba a nuestras calificaciones.

No obstante nunca hubo motivo para creer que no los cumplía. Ni que lo hacía.

En el año hacíamos dos exámenes de esos de pruebas de logros, uno en mayo y el otro en octubre, por lo que prácticamente los sábados en la mañana de siete a once vivíamos en el colegio.

Cada sábado era igual que el anterior; cansado, con tarea rezagada y con un sueño increíblemente insoportable. Al menos yo pasaba la mitad del tiempo añorando mi cama y la otra mitad pensado en que tenía hambre.

Lo peor para mí era que el jueves y viernes eran mis horas sociales, por si fuera poco el sábado no era un día de descanso para mí, era otro día en que tenía que prestar atención y mostrarme interesada en la incesante diatriba, bien planificada y a veces aburrida, que oía.

Algunos de mis compañeros, como Franklin y Paolo, solo iban cuando se les antoja la regalada gana, muy a pesar que estuviera en juego su nota; las escasas veces que logre verlos fue cuando a la subdirectora se le ocurrió hacer la actividad integradora del trimestre un sábado.

Nancy, Laila, Helen y a veces las gemelas con su primo Samuelito, llegaban o muy tarde o no llegaban o se les olvidaba más de algo.

Otros como Johanna, Kevin, Alex, Jasón, Mauricio, Anderson y el PC solo llegaban a calentar el pupitre y a ocupar un lugar en el vacío.

Esos sábados a algunos nos sirvieron de mucho, a unos cuantos de muy poco y a otros de nada.

En una ocasión especial, por llamarla de alguna manera, ocurrió un gran problema entorno a mi persona. El viernes hubo una reunión de padres de familia, del tipo en el que los maestros aprovechaban a ponernos en mal con nuestras madres, pues eran ellas las que generalmente asistían.

Ese mismo día la señorita Sofía se enteró que el día siguiente, sábado, a noveno grado le tocaba la venta del refuerzo. Eso era una vendimia realizada un sábado por octavo, para recolectar fondos para la despedida de noveno, noveno para reunir dinero y dejar un recuerdo a la institución, como era tradición, y la dirección, para ganancias institucionales.

Ese viernes no hubo clases, por lo mismo de la casa abierta, o sea la reunión, de pura casualidad acompañe a mi abuela al colegio lo que facilitó el que la señorita me pidiera ayuda para hacer la lista de los implementos necesarios para el siguiente día, es decir, sábado, día de refuerzo.

La señora a la que nosotros solíamos encargarle las pupusas*, que era una conocida de la mamá de Paolo al parecer estaba enferma así que no podía hacernos las tradicionales pupusas. La más fácil práctico y accesible, nuestra desesperada y única opción, eran sándwiches.

Serían sencillos pero buenos como para darlos por sobre su valor, lo suficientemente comestibles, pero no de los mejores. El propósito era dejarlos en el rango de lo perfectamente aceptable y lo mínimamente rechazable.

Obviamente al que necesitaba la señorita era a Lucas, quizá porque era el presidente, me pidió el favor de buscarlo y lo hice al no encontrarlo me mandó por la vicepresidenta, Xiomara, a la que igual a Lucas la fui a buscar, lo único que me decían era que no la habían visto pero que ahí andaban sus padres.

"Gracias" era lo único que respondía. En mi mente solo pensaba: "¿Para qué me sirven los padres si yo la necesito a ella?"

—No la encuentro —fue lo que le dije a la señorita Sofía—, creo que no ha venido.

— ¿Y ahora? —me preguntó al mismo tiempo que mordía su labio inferior nerviosa, casi paranoica... Casi.

—Bueno... —balbuce, dándome tiempo a mí misma de poder idear una solución—, le puedo escribir a él...

— ¿A Lucas?

—Si quiere... —asentí confirmando.

—No... Mejor... ¿Usted está en el grupo de WhatsApp de la promo? —Moví mi cabeza en señal afirmativa—. Baya entonces usted le va a decir a sus compañeros lo que van a traer para mañana.

Asentí en acuerdo y rebusque una página con un lápiz para anotar lo que ella me dijera.

Lechuga, kétchup, queso craf y... unas cuantas cosas más que no tienen mucha relevancia.

El asunto estuvo cuando tuve que decirles a mis compañeros lo que les tocaba.

Primero renegaron por lo que les había asignado, con la excusa de que había muy poco tiempo para conseguirlo. Si, era de un día para otro, pero no creo que un paquete de jamón y otro de queso craf cueste conseguirlo... No obstante ellos afirmaron con vehemencia que les sería imposible obtenerlos. Primero porque ya era de noche, según lo que dijeron ellos —mentira eran como las cuatro de la tarde cuando yo les comunique el encargo de la señorita—. Segundo que no había ningún lugar abierto a esa hora.

Mentiras.

Patrañas.

Falacias.

Puros cuentos de viejas, como dirían por ahí.

Fue desesperante tener que lidiar con la ineptitud y falta de pro actividad de la que todos fueron protagonistas. Algunos de ellos llegaron al punto de ofenderme no directamente pero si entre líneas con comentarios de doble sentido y cosas parecidas.




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