Nivel 0: "La promoción":

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En la mañana, luego de hacer un sin fin de cosas en el lugar que se supone debía ser "mi hogar" y yo debía de querer como tal, tome mi tablet y un único mensaje brillaba en las notificaciones de la parte superior.


[6:07 a. m.] Mejor Amigo: Te la dedico.


Citaba el mensaje, que ya tenía un buen rato en mi bandeja de entrada, sin ser abierto.

Con un pequeño clic y me apareció el video de una canción que nunca en la vida había oído.

"Puedes contar conmigo"
"Estaré ahí cuando lo necesites"
"Seré la luz que te guíe"

Fueron los fragmentos que más me gustaron y a los que más atención presté. La melodía era dulce, el ritmo tranquilo y la letra preciosa.

Una linda y perfecta combinación; mi corazón se llenó de alegría, sentía que mi pecho reventaría de la emoción; era la primera vez que alguien me dedicaba una canción y justamente fue mi mejor amigo quien lo hizo por primera vez.

El sentimiento era agradable y la sensación embriagadora. Todo dentro de mí era simpatía hacia su persona, con un simple gesto había logrado disminuir mucha distancia entre los dos. Las palabras se fugaron de mi boca y las lágrimas acumuladas en mis ojos se agolparon con violencia.

No quería llorar y no iba a hacerlo. Suspira hondo y sexo concentrarme de lleno en la canción.

"Si alguna vez olvidas lo que significas para mí, estaré ahí para recordártelo"

Ese pedazo fue el que más me gustó, el que más adentro me llegó y el que más necesitaba.

Estaba olvidando que era lo que yo significaba para él, quería que me lo recordara; necesitaba que él estuviera ahí para recordármelo, porque desde hace mucho que en mi memoria solo quedaba la tenue estela de maravillosos recuerdos.

Ya todo se estaba convirtiendo como un reflejo en el agua.

Una falacia de lo que fue o lo que pudo ser.

Dejando fuera ese sentimiento de regocijo ante su gesto uno de dolor, desánimo, de suciedad y de culpa, por sobre todas las cosas, se arraigó en mí.

No por la pésima relación que estábamos llevando, sino por la fea jugarreta que mi mente me había jugado con un, extraño y agradable al mismo tiempo, sueño; que no sabía si me fascinaba o me repugnaba hasta la médula.

Horas Sociales:
De trabajo voluntario tenía muy poco pero bueno no dejaba de ser un servicio a la comunidad o más bien a la institución, ya que eran los únicos que se beneficiarán con eso; y según ellos nosotros también al enseñarnos el trabajo en equipo, la unidad y el altruismo, que supuestamente todos debíamos de manifestar al prójimo.

Mis horas sociales pueden describirse desde las experiencias más bonitas hasta las más amargas y desagradables.

Mis días de trabajo eran dos, los jueves con la señorita Inés Cardona en preparatoria y los viernes con el profesor Neftalí Guandique.

Neftalí, era un amor de persona.

En ocasiones me invitó el desayuno, al principio me daba pena aceptárselo, él lo comprendió de inmediato y dejó de ofrecerme o preguntarme si quería algo, simplemente aparecía con la comida y nunca se lo rechace por más que ya hubiera comido o no quisiera nada de lo que veía, siempre se a lo aceptaba encantada y apenada en igual medida.

Y en la única ocasión que cometí un error con su trabajo, encomendado a mi persona, no me regañó, gritó, reprendió o algo parecido.

Sito sus palabras: —No se preocupe —fue lo único que me dijo en un tono bastante tranquilo... Sereno a imperturbable.

Había confundido las notas de dos materia diferentes de unos treinta y dos niños y por su fuera poco las notas eran de la prueba de logros.

Con todo eso no se molestó conmigo. Yo si me preocupe, sentía todo encima y no quería defraudarlo o que se enojara. Me sentí por largos momentos entre contarle o no gasta que mi compañero de labor, Mauricio, aconsejo que decirle era lo mejor. Hice acopio de mi valor y le dije.

Un enorme peso me fue quitado de encima cuando fui testiga de su tranquilidad ante mi error.

Por eso y más con las pocas semanas que estuve bajo sus órdenes quedé encantada. El que modificaran el horario de las dichosas horas me dolió y me molesto en demasía. Ya no estuve con él y el verlo se hizo complicado.

Por otro lado Inés Cardona fue una mujer a la que sólo agrade con mi arduo trabajo; memoricé su rutina, su forma de trabajar... Su modus operandi hasta que por inicia comencé a reproducir todo por inercia.

Xiomara, mi compañera de los jueves, al igual que yo, se ganó un lugar privilegiado bajo la gracia de la señorita Inés y por encima de las demás, muy por encima.

Necesito hacer especial mención de Nancy, nadie nunca reconoció su trabajo y aunque ya no valga de nada, yo quiero hacerlo.

Al principio la subdirectora nos dijo que algunos de nosotros habíamos sido de difícil ubicación, por el hecho de que llevábamos una pésima relación con el resto de nosotros.

Nancy, el año pasado, en octavo, se había caído a golpes con una de noveno. Para ser mayor la chica salió bastante magullada, con lágrimas en los ojos y más allá de lo despeinada, estoy casi segura que salió hasta con el orgullo pisoteado por Nancy, quien lucía de maravilla, sin ningún rasguño y con una enorme sonrisa de victoria.

Como castigo tuvo que hacer limpieza en el colegio y para peor estuvo en boca de todos, no con buena fama.

Casi me vi, yo misma, en un problema parecido. Nancy llegó pavoneando poder y autoridad, reclamando que yo me había burlado de su persona, según ella, con una regañada que la subdirectora la había propinado.

Estuvimos a una palabra de agarrarnos a puños. Sabía que llevaba las de perder y más daño me iba a hacer ella a mí que yo a ella, pero eso no me importó en lo más mínimo, Nancy me había provocado y la que me buscaba me encontraba con una impresionante facilidad.




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