No Apto Para Matrimonio

Capítulo Uno : Mi amante fantasia

Capítulo Uno

CON EL CABELLO DORADO BRILLATE Y LOS OJOS AZUL CIELO, SERIOS Y ATENTOS. el doctor Nathan Griffin se materializó al otro lado del mostrador de recepción de la clínica. Yo Alice-Marie Fox, levanté la vista de la pantalla donde intentaba consultar la receta y el historial de laboratorio del querido señor Turner.

Por un instante —una fracción de segundo, una arruga en el tiempo— vi al guapísimo doctor con un sombrero de tres picos y una chaqueta militar azul con galones dorados en los hombros, con la mano metida en la chaqueta justo debajo del corazón.

Y en lugar de estar sentada en una silla giratoria que crujía, me imaginé tumbada en un diván de brocado, con un vestido estilo imperio hasta los tobillos que dejaba ver un busto pálido y voluptuoso; un busto que no tenía en la vida real, para ser sincera, pero ¿para qué sirve una fantasía si una mujer no puede lucirse de maravilla con él?

Mi amante de fantasía la observaba a través de los ojos llenos de melancólica de un conquistador de continentes.

—Ven aquí, Josefina...

Me vio suspirando, tan profundamente que dejé al descubierto un pecho imaginario mayor del que mi atrevido vestido ya revelaba.

—Ah, Bonaparte, pides demasiado.

—Ven aquí.

Suspiré de nuevo, más profundamente esta vez. Y Napoleón Bonaparte retiró la mano de debajo del corazón y la extendió hacia mí...

—Alice.

Desganadamente parpadeé para desterrar la fantasía.

El doctor Nathan Griffin sonrió.

¡Dios mío, qué sonrisa tan hermosa! Una boca para morirse y, más allá de esos labios perfectos, dos hileras de dientes increíbles. Todo él era perfecto, impecablemente perfecto. Desde ese cabello deslumbrante hasta esos ojos azules, y la barba que brotaba con tanta varonilidad de su mandíbula esculpida.

Durante los últimos diez meses, desde que asumió como médico en John Thomas Hopkins Hospital, Yo había disfrutado mucho de esa perfección…sin causar daño, por supuesto, en mi secreta y maravillosa vida de fantasía para aliviar el estrés. Él preguntó: —¿No nos dieron algunas muestras de azitromicina en paquetes Z la semana pasada?

Yo como buena enfermera asentí.

—¿Me das un paquete?

—Claro. —giré mi silla hasta el armario bajo el mostrador, a pocos metros de distancia. Accioné la cerradura de combinación y saqueé el antibiótico que él había pedido.

Él rodeó el mostrador justo cuando yo me enderezaba con la caja de pastillas en la mano. ¡Y ahí estaba!, podía verlo entero. Con camisa azul y corbata granate, pantalones anchos y bata blanca, el inevitable estetoscopio colgado del cuello, era digno de comer, en sentido figurado.

El cogió la tarjeta.

—Gracias.

Me aparté el flequillo de los ojos con un soplido y le sonreí directamente al guapísimo doctor, una sonrisa estrictamente profesional y sin sentido.

—De nada.

Se alejaba y volví mi atención al querido señor Turner siempre nervioso cuando lo dejaba solo en la consulta, asomó su dulce cara, con manchas de la edad, por la puerta de la habitación 3.

—¿Alice? ¿Adónde te has ido, Alice?

Lo saludé con la mano.

—Enseguida voy, no se preocupe. —El anciano miró con recelo en dirección hacia mí. Ya que sabía que no podía verme. Era extremadamente miope, pero nunca usaría gafas.

—¿Seguro?

—Seguro.

Seguía con el ceño fruncido, pero aparentemente algo más tranquilo, se adentró a la consulta una vez.

Y el doctor Griffin se giró para mirarme. Su espléndida sonrisa se había desvanecido; todos esos dientes perfectos estaban ocultos a la vista.

—¿Cuánto tiempo lleva ese paciente en esa...?

—Pues vera, doctor —respondí con evasivas. —Solo lo dejé hace unos minutos. Solo estoy revisando su...

—Lleva más de una hora ahí, ¿verdad?

Cedí y confese:

—Sí.

Él preguntó: —¿Por qué?

Y yo con mucha paciencia, le explique: —Ya lo hablamos después de examinarlo. Tiene ochenta y cuatro años y últimamente ha desarrollado algunas dificultades cognitivas. Lo más preocupante es que tiene problemas para controlar sus medicamentos. Parece haber una pequeña discrepancia en cuanto a los diversos medicamentos que aparecen en su historial, así que los estaba buscando aquí para...

Esas fabulosas cejas bronceadas se juntaron sobre los ojos de Marlon Brandon,

—Alice, no sestamos retrasando.

Doctor, pensé, ¿atrasados?, pero no lo dijo. Por lo que añadí: —Haré todo lo posible para que las cosas avancen.

—Gracias —dijo por segunda vez en cinco minutos, aunque no parecía nada agradecido. Y yo no perdí la sonrisa, aunque sí la sacudí. Doctor Griffin se dio la vuelta y se dirigió a la habitación 4.

Un hombre realmente guapo, pensé. Y últimamente era el protagonista de todas mis fantasías. Pero en la vida real, el doctor Nathan Griffin era como casi todos los demás médicos que yo había conocido. Tenía una obsesión con el control.

Era muy organizado.

Muy consciente del tiempo.

Y quería que el resto del personal de la segunda planta de John Thomas Hopkins Hospital, también fuera organizado y consciente del tiempo.

Aunque yo era organizada y consciente del tiempo. A mi manera, sabía cómo priorizar. Y a veces, apresurar a un paciente en la consulta para cumplir con el horario no ayudaba a nadie.

A veces, algún que otro paciente necesitaba consejo, o una derivación, o simplemente alguien que lo escuchara y se preocupara. Y ese era mi trabajo, tal como lo veía yo, tratar con el paciente en su totalidad.

Empuje la silla giratoria debajo del mostrador y regrese a la habitación 3, donde el señor Turner esperaba. Diez minutos después, acompañaba al anciano a la salida, recordándole que mantuviera sus paseos diarios y que usara los nuevos trucos que le había enseñado para tomar sus medicamentos al día.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.