Capítulo siete
Solo tenía razón en parte.
La actitud del doctor Griffin pareció mejorar con el personal en general. Al día siguiente, se propuso repartir esas fabulosas sonrisas, elogiar la eficiencia de Harry y criticar con más amabilidad si las cosas no estaban como él quería cuando las necesitaba.
Pero conmigo, se mantuvo frío y completamente distante. Me dije a misma que podía lidiar con eso. No era exactamente el ambiente agradable que esperaba que fomentaran. Sin embargo, aparte de las miradas de desconcierto que me dedicaba cada vez que teníamos que hablar por alguna razón, me dejaba bastante tranquila. Y yo, podía soportarlo.
Y, muy gratificante, logré controlar mi imaginación al máximo. No me dejé llevar por ninguna fantasía. De verdad, no fue tan difícil. ¿Quién quiere fantasear con un hombre que te odia? Muy desagradable.
***
Y no me arriesgué. No me permití sentirme arrogante con respecto a mi autocontrol. El gimnasio siempre había sido mi lugar favorito para soñar despierta. Así que, por si acaso, me salté su entrenamiento del miércoles. Al fin y al cabo, no le veía sentido a tentar a la suerte.
Decidí esperar una semana o así para volver a Optimum Fitness. Y como Nathan solía entrenar los lunes, miércoles y viernes, iría en días alternos. Estaba segura de que, con paciencia, disciplina y buena planificación, vencería por completo mi ansia de inventar escenas sensuales en torno al Dr. Nathan Griffin.
El viernes, cuatro días después de lo que llegué a considerar el desastre del restaurante mexicano, una rubia despampanante apareció en recepción.
—Disculpe, tengo una cita para comer con el Dr. Griffin—. La voz de la mujer parecía tener dos partes: terciopelo y una parte crema. —Me pregunto si podría decirle que Chloe está aquí.
Harry se colocó el teléfono bajo la barbilla y miró por encima del borde del mostrador. Al ver a la exquisita criatura allí de pie, se quedó boquiabierto.
La rubia rió; una risa tan suave y aterciopelada como su voz.
—El doctor Griffin. ¿Está aquí?
—Eh. Ah, sí. Solo... tome asiento. Le diré que está esperando.
—Gracias. —La rubia se giró. Harry se quedó boquiabierto al ver a la mujer alejarse, con sus esbeltas caderas balanceándose suavemente a cada paso.
Y yo que estaba de pie junto a la recepción, me di cuenta de que también estaba boquiabierta. La observé sentarse, la vi cruzar una fabulosa pierna sobre la otra. Su falda se deslizó un poco hacia atrás, revelando unos centímetros extra de un muslo realmente espectacular. Por encima de sus sexys tacones negros, sus estilizados tobillos brillaban.
Mientras la miraba, Me dije a mí misma que no estaba celosa en absoluto. En absoluto. Y, además, después de un buen almuerzo con una mujer así, Nathan Griffin olvidaría por completo su indiferencia conmigo porque lo había rechazado para una cita.
En ese momento, el hombre en persona llegó a grandes zancadas por el pasillo central desde su oficina, alisándose el cuello de su chaqueta deportiva y arreglándose los puños. La bata y el estetoscopio no estaban a la vista. Debió de quitárselos justo antes de almorzar con ella, la de la voz aterciopelada y crema.
—Chloe está aquí—, le dijo Harry; algo innecesario, pensé. La mujer había elegido un asiento que daba al pasillo central. Debió de haber visto al doctor salir de su consultorio. Y Nathan la tenía claramente en la mira, ya que pasó junto a Harry, dirigiéndose directamente hacia ella.
Chole se puso de pie, con su rostro angelical iluminado.
—Nathan. Me alegro mucho de verte.
Él le sonrió.
—Chloe, te ves muy bien.
Ella le puso la mano en el hueco del brazo.
—Vamos. Salgamos de aquí—. Te quiero solo para mí.
Se giraron al unísono, y caminaron por la alfombra azul oscuro de la sala de espera, en dirección a la puerta. Y pensé que parecían de la realeza, dos seres dorados, separados de los simples mortales que los rodeaban por su rubio cabello, sus ojos azules, su vigorosa buena salud.
—Guau—, dijo Harry con reverencia, cuando se fueron. Luego volvió a levantar el teléfono para taparse la boca y empezó a hablar como si no hubiera parado.
Miré ciegamente el historial médico que tenía en las manos y le ordené a mis ojos que se concentraran en él. Esto está bien, me dije en silencio por segunda vez. Es justo lo que recetó el médico. Después de comer con una mujer así, tratarme con indiferencia le va a parecer ridículo.
Esperaba que lo pasara genial, de verdad. Y sabía que las cosas empezarían a mejorar entre él y yo a partir de ahora.
***
Chloe extendió la mano por encima de la consola y la puso sobre el muslo de Nathan.
—Qué almuerzo tan delicioso—. Él bajó la mirada hacia su mano y luego volvió a mirarla.
—Me alegra que lo hayas disfrutado.
Chloe se lamió el labio superior con delicadeza.
—¿Tienes que volver enseguida al hospital?
No tenía prisa por volver. Había hecho que Harry hiciera malabarismos con su horario a propósito para tener dos horas completas para comer. La idea era disfrutar al máximo de la compañía de una mujer hermosa y así olvidarse por completo de cierta enfermera practicante con poca gestión del tiempo y un mal corte de pelo que se negaba a admitir que sentía algo por él.
Pero no estaba funcionando. Chloe era simpática. Y absolutamente guapísima. También era bastante brillante y sexy como el demonio. Habían disfrutado de más de un encuentro íntimo mutuamente satisfactorio en los meses que él llevaba viviendo en Berkeley.
Pero en realidad no había llegado a ninguna parte. Demonios, la verdad era que ninguna de sus relaciones parecía ir a ninguna parte.
Lo cual le había ido bien hasta hacía poco, como el lunes por la noche, tal vez.
Chloe suspiró y deslizó su suave mano lentamente por su muslo.
—Nathan ¿te preocupa algo?