No Apto Para Matrimonio

Capítulo ocho: Caso por resolver

Capítulo ocho

Caso por resolver

NO ERA FORMA DE VIVIR, ¿PERO ¿QUÉ MÁS PODÍA HACER? Él seguía siendo, como siempre, muy cortés en su persecución. Nunca alzó la voz. Nunca se pasó de la cortesía técnica. Pero me estaba acosando, simple y llanamente.

Me sentía tan frustrada. Y sola. Y el jueves por la noche, supo que tenía que hablar con alguien. Pensé que podría visitar a Jess en una de sus dos noches de voluntariado, pero decidí contactar con Evelyn.

—¿Estás ocupada? —, pregunté en cuanto mi amiga contestó el teléfono.

—¿Qué pasa?

—Supongo que Trevor está ahí, ¿eh?

—Claro que sí. Solo somos él y yo y comida italiana para llevar. Luego le enseñaré mis grabados.

—Bueno. No quiero molestar.

—Alice. ¿Qué pasa?

—La verdad, tú y Trevor disfrutar de la cena, y de todo…

—¿Estás en casa?

—Evelyn, de verdad, no está bien que te…

—Estaré allí en quince minutos.

Evelyn cumplió su palabra. Trece minutos después, entró por mi puerta Aceptó una Sprite Light. Y nos sentamos en el sofá de mi sala. Se quitó los zapatos y juntó las piernas.

—De acuerdo. Suéltalo.

Y así, lo hice. Le conté todo, bueno, casi todo. Omití la parte de mis fantasías. Al fin y al cabo, eran asunto mío y solo mío.

Cuando finalmente quede en silencio, Evelyn dijo: —Entonces, ¿sigues firme en tu promesa?

Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás.

—Sí. No... —. Los volví abrir y miré a mi amiga. —Vale, estoy dispuesta a admitir que puede que haya uno o dos médicos por ahí a los que valga la pena acercarse. Después de todo, tú encontraste a Trevor y Jess tiene a Richard, y no tengo ningún problema con ninguno de ellos. Pero Nathan Griffin... —respiré hondo y negué con la cabeza. —Déjame decirlo así. Si alguna vez he conocido a un hombre que sea la prueba viviente de que una mujer nunca debería involucrarse con un médico, es él.

—¿Por qué?

—¿De verdad quieres saberlo?

—Pregunté, ¿no?

—De acuerdo. Nathan Griffin no conversa, da órdenes. Sale con mujeres solo por su apariencia: una rubia a la semana. Y tiene un ego enorme. ¿Te bastan esas razones?

Evelyn respondió tímidamente: —A Walter le cae muy bien.

Y yo gemí de frustración.

—Claro que le cae bien a Walter Brooks. Nathan Griffin es un buen médico y un orgullo para John Thomas Hopkins Hospital. Como jefe de gabinete, Walter Brooks pensaría que es un tipo estupendo.

Evelyn dejó su vaso en la mesa.

—Supongo que no llegaré a ninguna parte sugiriendo que le des un respiro.

—Evelyn, de verdad que me está acosando en el trabajo.

Mi amiga extendió su mano delgada y la puso sobre mi hombro.

—Oye. Te entiendo. De verdad. Y por lo que me acabas de decir, creo que te están tratando injustamente.

Apenas podía creer lo que oía.

Evelyn lo entendía. Alguien lo entendía.

—¿En serio? —Las palabras salieron débiles y quebradizas.

—Sí.

Me incorporé un poco.

—¿Alguna sugerencia para cambiar la situación?

Evelyn volvió a coger su Sprite y dio un pequeño sorbo.

—Dale la razón.

Pensé en ello a la mañana siguiente, después del calvario del restaurante mexicano. Había intentado darle la razón por su comportamiento. De poco sirvió.

—Lo intenté. No me escuchó.

—Esfuérzate más. Creo, por lo que Walter y Trevor han dicho de él, que es un hombre honorable. Me gustaría creer que no se da cuenta de lo que te está haciendo. Así que tendrás que explicárselo. Y si no se estera, házmelo saber.

—Iremos a Walter. —añadí.

—Exactamente. Y dile lo que me acabas de decir. Porque, francamente, creo que el comportamiento del doctor Griffin roza el acoso sexual. Y no te quedes tan sorprendida, no dije que fuera acoso sexual, al menos no exactamente.

—¿En serio? Ni siquiera estoy segura de saber qué constituye acoso sexual.

—¿Te lo explico?

Miré a mi amiga de reojo.

—Suenas muy autoritaria.

—Debo de decir que, desde que me incorporé a la administración, parte de mi trabajo es estar al tanto de todo lo relacionado con las relaciones laborales. Y, según tengo entendido, el acoso sexual puede adoptar dos formas, ambas ilegales. La primera ocurre cuando la sumisión a insinuaciones sexuales se utiliza como base para tomar decisiones laborales. La segunda se llama acoso en un entorno hostil.

—¿Y esa es?

—Cuando un trabajador es objeto de comentarios ofensivos e insinuaciones físicas no deseadas de naturaleza sexual en el trabajo.

Y negué con la cabeza.

—No, Evelyn. De verdad. La primera parte no me cuadra para nada. Me contrataron antes de que él llegara y podía quejarse de mí, pero no podía despedirme. Y en cuanto a la idea del ambiente hostil...

—Respóndeme a esto. Ya que lo rechazaste, ¿cómo describirías tu ambiente laboral? En una palabra.

Suspiré.

—De acuerdo. Hostil. Pero escucha. Ese hombre no me ha hecho ninguna insinuación, excepto esa. Le dije ni hablar y no volvió a intentarlo. Y te juro que jamás le haría comentarios insinuantes a una mujer en el trabajo. Eso sería completamente indigno de él.

Una pequeña sonrisa cómplice se dibujó en una comisura de la bonita boca de Evelyn.

—Considerando que odias a este tipo, pareces estar lista para salir en su defensa.

—No he dicho que lo odie. Solo quiero que me trate con justicia en el trabajo.

—Vale, vale. Así que la situación es que lo rechazaste cuando te invitó a salir y...

—Él no me invito.

—Bien. Lo rechazaste. ¿Sí o no?

—Sí.

—Y desde entonces, ha sido hostil y casi insultante contigo en tu relación laboral. No, no hace comentarios sexuales, gestos obscenos ni insinuaciones físicas. Pero está enfadado porque le dijiste que no, y está descargando su ira contigo.'

—Sí—conteste. —Eso es. Eso es exactamente.

—Pues enfréntamelo.




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