Me puse el uniforme e ignoré todos mis planes sobre una educación en línea, ¿en qué estaba pensando? No iba a esperar más para ir al colegio por primera vez y no como un fantasma o lo que fuera. Después de despertar en el hospital, mis recuerdos vinieron poco a poco con algunas partes confusas; pero, Natura me explicaba con mucha paciencia que era demasiada información como para comprenderlo todo en un instante. Sin embargo, había un nombre que se repetía, Adam. El chico parecía muy amable y comprensivo conmigo; aunque, a veces era un tanto esquivo. Lo bueno es que me había presentado a sus amigos y a su abuela, lo que me consiguió un trabajo y un grupo de conocidos en el lugar. Eso sí, las cosas no eran nada simples aún, resulta que soy una bruja de más de cien años que vive en medio de un gran bosque al que debo ayudar a recuperarse mientras yo lo hago porque tal parece somos uno, eso explica porque tanto el bosque como mi cuerpo tiene quemaduras que duelen de vez en cuando y las cuales trato de curar. Me miro en el espejo por última vez y tomó mi nuevo teléfono.
—Realmente irás… —Natur me miraba desde la puerta con cierto tono acusatorio.
Me giré hacia ella con lentitud y con una sonrisa traviesa.
—Creí que habíamos dejado este asunto claro —me dijo. —Aún no estás lista…
—Pero, quiero ir… Necesito aprender a relacionarme con los demás y…
—No, ahora mismo no estás en tus cinco sentidos. Eres una combinación de hormonas con sueños de libertad y mucha locura a punto de explotar. Además, desde que nuestro lazo cambió, tus poderes andan un poco fuera de control y si no controlas tus emociones…
—Lo sé, lo sé. Todo hará ¡Kaboom! —Le dije al espíritu del bosque. —Por favor, prometo ser buena y el colegio está ubicado en tierras del bosque…
—¿Qué pasa con tu identidad?
—Ya me encargué de eso —dije y miré hacia otro lado. —Tú no te preocupes por eso.
—Me da miedo preguntar…
—Entonces no lo hagas —dije con una sonrisa. —Ahora, dime, ¿cómo me veo?
—Te estaremos vigilando.
Mi me observó con curiosidad y le extendí mi mano para que subiera a mi hombro, lo cual hizo. La ardilla tenía su cola quemada pero con mis pócimas, cada día se veía como algo que pronto sería dejado en el pasado. La acaricié con dulzura y pensé un poco en lo que estaba haciendo.
—Hoy será un día de prueba Mi, si no lo logro… Esperaré —le susurré y podría jurar que el animal me miró con sus ojos entrecerrados. —Hablo en serio —le aseguré. —Confia en mi, hasta conseguí un trabajo.
Mi simplemente me miró de reojo y se desplazó a mi otro hombro para saltar a una mesa cercana donde escondía semillas que ella siempre terminaba comiendo.
Sin más preámbulo, empecé mi camino por el bosque y con un chasquido de mis dedos ilumine el cielo que lucía demasiado deprimente. Caminé entre la hierba con mis pies descalzos sosteniendo mis zapatillas con una de mis manos. Sentí el aire mover mi falda escolar y traté de mantenerla hasta la rodilla. Fui más allá del centro del bosque hasta que una sensación oscura embargó cada parte de mi cuerpo y mis manos empezaron a temblar mientras susurros provenientes de todas las direcciones llegaban a mis oídos. Finalmente se detuvieron y me di vuelta para ver a un visitante, un hombre con un bastón y mirada calculadora estaba parado allí, como salido de la nada.
—He querido hablar con usted desde hace ya un tiempo.
—¿Quiere una taza de té? —Le pregunté, resignada a no tener mi aventura escolar.
—Me encantaría.
Sonreí con amabilidad e hice aparecer frente a mi una mesita de campo con dos sillas para luego indicarle que tomara asiento. Entonces, extendí mi mano para tomar la recién aparecida tetera. Así, serví en dos tacitas de porcelana y el hombre aceptó la suya con amabilidad.
—¿A qué debo su visita?
—Yo soy todo…
—Es la presentación que siempre da a todos, ¿me equivoco? Sé muy bien quién es usted… —Tomé un poco de té. —Un mensajero divino, siempre supervisando, guiando y manejando toda la situación desde la distancia.
—Se supone que tus recuerdos…
—Mis recuerdos van y vienen como les place, no es nada extraño para mi —le dije con tranquilidad.
—Bueno, ahora no tendrás que temer que desaparezcan de nuevo; pero, me preocupa un poco como han ido todos estos cambios para ti, princesa. ¿Realmente podrás ajustarte a esta nueva vida? Francamente, nadie lo cree… Yo no lo creo.
—¿Cuál es el problema?
—No creo que realmente comprendas tu situación —me miró con suma seriedad. —Puede que ahora seas “libre” como algunos te han hecho creer.
—Soy libre —le aseguré.
—No, no lo eres y en realidad, nadie lo es en este mundo.
—¿A qué te refieres? —Mi voz fue un tanto oscura mientras el cielo se oscurecía.
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Editado: 06.07.2018