No dejes que me encuentre

Capítulo 24

Cuando abrí mis ojos de nuevo mi cuerpo se sintió pesado y empecé a toser de la nada mientras mi vista trataba de ajustarse un poco. Al instante, me di cuenta que me encontraba en el bosque y Ela estaba a mi lado, desplomada sobre el césped a poca distancia con su mano extendida hacia mí en un posición extraña que casi me hacía pensar que había hecho un acto desesperado. Mis ojos se abrieron un poco más notando la naciente luz del sol y me asuste de lo que eso significaba, ¿cuántas horas habían pasado? ¿por cuánto tiempo estuve inconsciente? No lo sabía, probablemente fueran alrededor de una doce horas o menos. Entonces, recordé la sensación extraña que tuve antes de desvanecerme y por un momento supe que había muerto. El único problema es que no podía morir o eso pensaba, sin embargo lo había hecho, aunque había regresado a la vida. Esa idea me asustó como nunca ya que cambiaba por completo la forma en que concebía mi existencia y me llevaba a otra conclusión sobre cómo funcionaba.

—Ela… —la llamé, pero mi voz fue apenas un susurro.

Mi cuerpo parecía estar recuperándose aún, me sentía enfermo y mareado, las cosas a mi alrededor se movían e incluso estaba seguro de que estaba viendo doble. Sacudí la cabeza más de una vez e intenté volver a mis cinco sentidos mientras me arrastraba por el suelo para llegar a ella. En ese momento noté que no estábamos solos, sangre estaba esparcida coloreando el verde del suelo a un rojo oscuro. Una mujer anciana se encontraba no muy lejos de nosotros dos, bocabajo sobre el suelo y sin mostrar signos de vida. El susto que me causó aquella imagen frente a mi me sorprendió tanto que en un segundo volví a ser yo mismo y me abalance sobre Ela para poder descubrir cual era su estado. No se movía y eso me aterrorizaba en formas que nunca creí posible, así que en ese momento me di cuenta que tenía miedo a perderla.

—Ela… ¡Ela! —Sacudí sus hombros.

Ella no respondía, pero podía ver su pecho subir y bajar, eso era suficiente para calmarme un poco y empezar a ser razonable, necesitaba llevarla a un lugar seguro y hacer algo con el cuerpo. ¿Estaba bien que hiciera eso? Realmente no lo sabía, necesitaba saber qué había ocurrido y eso solamente podría decirmelo la chica que estaba inconsciente. La puse sobre mi espalda y me la llevé de allí, dejando el cuerpo atrás y huyendo de lo que se podría llamar la escena del crimen. Fui hasta la cabaña o eso pensé, por alguna razón no lograba llegar allí, el bosque se había convertido en un laberinto de repente. Probé diferentes caminos y fui de derecha a izquierda, adelante y atrás.

—¡¿Qué significa esto?! —Le grite al bosque. —¡¿Por qué me estás bloqueando?!

Mis gritos no me ayudaron a encontrar ni una sola respuesta o solución.

—¡¿Qué...?!

—¡Adam! —Me di la vuelta con Ela sobre mi espalda y vi a Marco mirarme sorprendido. —Finalmente te encuentro… ¿Qué ha pasado? —Me preguntó con sus ojos abiertos en sorpresa ante mi estado agitado y Ela inconsciente sobre mi espalda. —Te hemos estado llamando todas estas últimas horas y… ¿Qué le pasa a Ela? ¿Está bien? —Estaba preocupado al igual que yo.

—No lo sé —respondí. —Cuando desperté ya estaba así… Creo que todo se salió de control y puede que yo haya muerto —le dije y él lució aún más asustado.

—¿Muerto? —Preguntó, incrédulo ante lo que decía.

—Probablemente…

—Bueno, eso explica la sangre en tu rostro, supongo —señaló y me pasé una mano por mi rostro, sintiendo algo seco en mis mejillas que iba desde mis ojos hasta mi barbilla. —¿Deberíamos llevarla al hospital? —Señaló a Ela, olvidando aquello que ensombrecía en mi rostro y causaba pavor.

—No lo creo —le dije. —Pero, no logro encontrar su casa, es como si hubiera desaparecido o el bosque no me dejara llegar allí. He intentado ir por diferentes caminos pero siempre regreso al mismo lugar o me alejo en vez de acercarme. Algo está pasando en el bosque, puedo sentirlo —finalmente, expresé todo lo que sentía.

—¿Qué hacemos? Necesitas ir al hospital ahora —Lo miré con curiosidad. —Tu abuela está en el hospital, se desmayó en la calle de un momento a otro y no ha despertado desde entonces.

—¿Qué dices? —No podía creer lo que escuchaba. —¿Los médicos han dicho algo? No sé si… No creo que el bosque me dejé llevarme a Ela.

—¿Lo has intentado? ¿Has intentado sacarla? —Me preguntó Marco con dudas.

—No —dije, pero tenía aquella extraña e inesperada idea de que no debía sacarla de allí, como si el mismo viento me lo susurrará al oído, palabras dulces envueltas en una advertencia que no lograba comprender porque era difícil escuchar entre tanto ruido. Sin embargo, decidí ignorar aquel susurró y con presura salí del bosque con Ela en mis hombros.




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