No digas que no me amas.

6

—Cuando íbamos al colegio, no podía dejar de pensar en él, de verdad que estaba obsesionada —empezó a contar Marina, compartiendo recuerdos—. Y al final no aguanté más, reuní valor y le escribí una carta. Le puse que lo amaba y que quería estar con él.

—¿En serio te atreviste a escribirle eso? —preguntó Luda con incredulidad, empezando a sospechar si su amiga no estaría exagerando.

—Hoy ni yo misma me reconozco —Marina terminó su café con una sonrisa satisfecha—, pero sí, tal cual se lo escribí. Y encima se la di en persona, ¡y Artur la leyó delante de mí!

—¿Y qué te dijo? —Nastia y Luda abrieron la boca, conteniendo la respiración.

—Que tenía novia. Que la amaba y que ni se le pasaba por la cabeza serle infiel. Y encima me aconsejó que me fijara en otra persona. Por ejemplo, en su amigo Dima. De hecho, salí una vez con Dima, pero solo quería acostarse conmigo, y ahí quedó todo. ¿Se acuerdan que les hablé de un chico que me utilizó?

—¿Era Dimón? —preguntó Nastia, sin poder creer lo que escuchaba.

—Sí —Marina dejó escapar unas lágrimas—. Un imbécil. Le regalé mi virginidad y… no supo valorarlo.

—Qué triste… Pero deberías habérnoslo contado —dijo Luda abrazando a su amiga, y Nastia se sumó al abrazo.

De pronto sonó el teléfono de Nastia. Lo sacó del bolso y miró la pantalla.

—Chicas, es Artur. Seguro quiere algo —dijo Nastia, nerviosa, mirando a sus amigas.

—Pon el móvil sobre la mesa y activa el altavoz —ordenó Luda—. Desde ahora, las decisiones las tomamos juntas. Y tranquila, Marina y yo seremos más discretas que el agua.

—Gracias, chicas, por no estar más enojadas conmigo —Marina se secó las lágrimas—. Prometo no ocultarles nada nunca más.

—Ya está, olvídalo —asintió Luda, enfocándose por completo en Nastia.

Nastia hizo lo que le sugirió Luda. No pensaba privar a las chicas del gusto de escuchar su conversación con Artur.

—Te escucho —respondió Nastia, intentando sonar lo más tranquila posible.

—Hola, espero que no te hayas olvidado de mí —preguntó Artur.

—Es imposible olvidarte —le siguió el juego Nastia con tono divertido—. No pensé que llamarías tan pronto. ¿Qué querías?

—Quería verte el sábado. Por negocios, claro —aclaró Artur—. Ven a mi club nocturno sobre las ocho. Te paso la dirección por SMS. Necesito que vuelvas a hacer de mi esposa por una noche.

Luda y Marina empezaron a gesticular para que Nastia preguntara si podían ir con ella. Al principio Nastia pensó ignorarlas y colgar, pero luego cambió de idea. ¿Por qué no?

—Artur, voy a ir con mis amigas.

—¿Me estás avisando o me estás pidiendo permiso? —a Artur no le gustó nada la idea.

—Quieren bailar y tomarse unos cócteles —Nastia mantuvo su posición—. Les conté todo, o sea…

—Pues no me hace gracia —la interrumpió Artur de manera brusca—. No sabes guardar un secreto.

—Tampoco me dijiste que debía serlo —se defendió Nastia—. Además, no te preocupes, no te van a fallar.

—Que ni se les ocurra hacer alguna tontería, porque luego no quiero llantos —cortó Artur la llamada.

—¡Vaya! Así que tiene un club nocturno —exclamó Marina—. Igual tiene más de uno.

—Un hombre con dinero. Justo el tipo de amante con el que sueño —dijo Luda, levantándose—. Tenemos que irnos, me toca ir a buscar a Nazar a la guardería.

—Vamos —asintió Nastia mientras se ponía la chaqueta—. De repente bajó muchísimo la temperatura. Qué horror. Pero, chicas, no se ilusionen demasiado con Artur. Recuerden que es un bandido y una persona bastante peligrosa.

—Empiezo a preocuparme —comentó Marina mientras salían—. Aunque, ¿saben qué estaba pensando?

—¿Qué? —preguntó Nastia sin girarse.

—Que quizá ahora sí le guste. Antes no funcionó, pero ahora… quién sabe.

—Veo que tú, Marina, y tú, Luda, están soñando despiertas con ese Artur. Y parece que olvidaron todo lo que acabo de contarles —dijo Nastia mientras detenía un taxi—. Pero bueno, hagan lo que quieran. Lo importante es que ya las advertí.

El sábado llegó rápido. Al principio, Nastia se vistió de manera sencilla: jeans, un suéter... Pero luego cambió de idea y decidió arreglarse un poco más para la ocasión. Optó por un vestido corto, por encima de las rodillas, cambió las zapatillas por unos zapatos de tacón bajo, se maquilló y se hizo unas ondas en el pelo. Pensó que, después de todo, iban a mirarla como si realmente fuera la esposa del dueño del club nocturno. Claro, era solo un juego... pero solo para ellos. Para los demás, serían marido y mujer.

Luda y Marina también se habían arreglado y esperaban a Nastia dentro del taxi, ansiosas porque bajara de una vez. Las dos estaban impacientes por entrar al club y encontrarse con Artur. Cada una de ellas soñaba con conquistarlo y empezar un romance. Tanto Marina como Luda se sentían seguras de sí mismas, convencidas de que lograrían su objetivo. ¿Y por qué no? Eran guapas, inteligentes y con experiencia tratando con hombres.

—Mira, Mari —dijo Luda, asomándose por la ventanilla del taxi y observando la oscuridad—, creo que ese es Sashko.

—Sí, es él —confirmó Marina—. Justo ahora viene a aparecerse... Hay que sacar a Nastia rápido. ¿Vienes?

—Ni lo preguntes —respondió Luda, un poco molesta—. Vamos, tomamos a Nastia del brazo y directo al taxi.

—Chofer, espérenos, por favor —pidió Marina.

—Mientras me paguen, las espero lo que quieran —respondió el taxista, sonriendo al verlas por el retrovisor.

—Y no lo dude, que pagaremos. Somos decentes... —empezó a decir Luda, dejando la puerta del taxi abierta, pero se interrumpió al ver a Nastia.

Las amigas corrieron hacia ella, apartando a Sashko, que ya se había acercado.

—Yo solo quería... —alcanzó a decir Sashko, pero tuvo que agarrarse del respaldo del banco que estaba junto al portal para no caerse.

—Nastia, rápido, vámonos —Luda tomó a su amiga de la mano y comenzó a tirar de ella sin darle tiempo a reaccionar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.