No digas que no me amas.

7

Artur llevó a Nastia a un rincón apartado detrás de la barra y la acorraló contra la pared, sin dejarle la posibilidad de moverse. Ella sentía su respiración y el suave aroma de un caro perfume que empezaba a provocarla, a atraerla. Nastia quería cerrar los ojos y disfrutar de ese aroma, esperando algo más. Esperando aquello en lo que nunca había pensado siquiera. ¿De verdad Artur despertaba en ella ese deseo? ¿El deseo de un beso…?

—¿Lo entendiste o no? —preguntó Artur una vez más, sacando a Nastia de sus pensamientos con su grito.

—¿Qué cosa? —preguntó ella, sin entender por qué estaba tan distraída.

—Nastia, me desesperas —Artur se acercó aún más a su rostro—. Te repito que en cualquier momento llegarán mi padre y Olga. Y todos tenemos que sentarnos juntos en la mesa como una familia unida.

—No te preocupes, si hay que sentarse, nos sentamos —aseguró Nastia—. No me opongo y sé cómo comportarme. ¿Pero con qué motivo nos reunimos? Se supone que debería saberlo, ¿o no?

—Mi padre propuso vernos en mi club como símbolo de reconciliación, beber algo, conversar, y acepté —respondió Artur, ya más calmado al ver que Nastia se tomaba el asunto en serio y entendía lo que se esperaba de ella—. Quiero informarte de algo: los extorsionadores ya no molestarán más a tu padre. Esos insignificantes mocosos se creyeron dioses, pero los puse en su lugar rápidamente. Además, aparecieron los ladrones. Espero encontrar la estatuilla pronto.

—Son buenas noticias. Y gracias por ayudar a mi padre —Nastia intentó liberarse de la presión de Artur, pero él seguía inmovilizándola—. La estatuilla aparecerá tarde o temprano. No pudo haberse esfumado de la faz de la tierra. He revisado muchas páginas en internet, pero aún me quedan algunas. Así que quizás…

—Te he entendido —interrumpió de repente Artur a Nastia, rozando su mejilla con la palma de su mano—. Y hoy te ves más hermosa que nunca.

Nastia no tuvo tiempo de responder, porque en ese mismo instante, un furioso Sasha se lanzó hacia ellos. Agarró a Artur por el hombro y, con un movimiento brusco, lo hizo girar hacia él, apartándolo de Nastia. Apuntó con el puño para golpearlo en la cara, pero Artur interceptó el golpe y le torció el brazo detrás de la espalda.

—¿Quién demonios eres tú? —gritó Artur en su oído, presionándolo contra la pared.

—¡¿Cómo te atreves a tocar a mi novia?! —Sasha intentó liberarse y tomar el control de la situación, pero no lo logró.

—Tú debes de ser el loco que acosa a mi esposa —dedujo Artur, doblándole aún más el brazo—. Pues qué bueno conocerte.

Bob y Ambal corrieron hacia ellos con el rostro lleno de preocupación.

—Jefe, permítame encargarme de él —dijo Ambal, intentando sujetar a Sasha por los hombros, pero Artur les hizo un gesto para que no intervinieran.

—Lo sentimos, jefe —comenzó a justificarse Bob—. No vimos el peligro que se cernía sobre usted. Pero, ¿quién hubiera imaginado…?

—¡Cállate! —le ordenó Artur con frialdad—. Ya hablaré contigo después. Pero ahora, ustedes van a llevarse a este desgraciado y a hacerle entender la lección de la manera más silenciosa posible. Y cuando yo termine aquí…

—¡Artur, suéltalo! —exclamó Nastia con angustia, sintiendo lástima por Sasha al pensar en lo que podría pasarle—. Ahora él sabe que estoy casada y no volverá a seguirme.

—No te creo —logró decir Sasha, torciendo el gesto de dolor—. ¿Cuándo pudiste casarte? ¿Cómo pudiste hacerlo?

—¿Y por qué no habría podido? —preguntó Artur con una sonrisa burlona.

—Porque me ama. Solo que Nastia aún no lo ha entendido del todo —contestó Sasha, forcejeando para mirar a Nastia.

—Sasha, yo amo a Artur —dijo Nastia con firmeza, intentando que no quedara ninguna duda en la mente de Sasha sobre la veracidad de sus palabras.

—¡Qué drama tan intenso! —intervino de repente Nikolái Borísovich, el padre de Artur, acercándose a ellos—. Pero me alegra escuchar que mi nuera ama a mi hijo.

Al ver a su padre, Artur decidió hacer lo que había dicho Nastia: soltar a Sasha, pero solo para aparentar, sin tensar más la situación ni despertar una curiosidad innecesaria entre los presentes. Sin embargo, le hizo un leve gesto a Bob, dejándole claro lo que realmente debía hacer. Bob se alejó junto con Ambal, sin apartar la vista de Sasha y esperando el momento oportuno para atraparlo sin que nadie lo notara.

—Haré que cierren tu club —dijo Sasha a Artur mientras se acomodaba la ropa—. Mi tío ha sido ascendido. Ahora es el jefe.

—¿Qué pasa? ¿No puedes resolver tus problemas sin la ayuda de tu tito? —Artur ya sabía en qué trabajaba el tío de Sasha, pero no que lo habían promovido.

—En mi familia tenemos la costumbre de ayudarnos unos a otros —contestó Sasha, preparándose para irse—. Nastia, tú eres solo mía.

—Ya es hora de que te vayas —intervino Nikolái Borísovich, apartándose para dejarlo pasar—. Y no amenaces a mis hijos. Si es necesario, yo también intervendré y no permitiré que les hagan daño…

—Papá, ve a sentarte a la mesa, enseguida nos unimos a ustedes —Artur se contuvo con esfuerzo, porque la situación lo había irritado demasiado.

Nikolái Borísovich lo entendió y prefirió no tensar más el ambiente.

—Nastia, ven conmigo —dijo, tomándola del brazo—. Artur llegará en un minuto. Mi Olga está deseando verte lo antes posible. Tiene una propuesta que, sin duda, te interesará.

—Ve con él —apoyó Artur a su padre—. No te preocupes, todo estará bien.

Apenas se alejaron, Bob y Ambal agarraron a Sasha con fuerza y lo arrastraron hacia la salida. Nadie en la multitud les prestó atención, porque en los clubes nocturnos escenas así eran comunes. Podía ser alguien borracho causando disturbios o alguien negándose a pagar. Sasha intentó liberarse, pero fue inútil. Una vez que lo llevaron lejos del club, Ambal le asestó un golpe brutal en el estómago. Fue tan fuerte que Sasha necesitó varios minutos para recuperar el aliento.




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