No Era Un Gato

Siete cadáveres

Marcus corrió desesperado por el pasillo, escuchando los lamentos infernales de lo que fuera que sea esa cosa, las tres cabezas se movían de forma extraña, serpenteando su larguísimo cuello, enredando los cuellos unos con otros, con el crujir de huesos rotos.

Las tres bocas se abrieron en un grito infernal. Al principio parecía el graznido de un pájaro, pero luego se convertio en tres gritos espantosos, llenos de dolor y sufrimiento. Marcus esquivó una de las cabezas que se lanzó hacía él, revelando una mandíbula retráctil que se aferraba a la carne de la cara.

— ¿Pero qué...?

Marcus tembló al ver la cara golpearse contra una pared, encajando sus dientes sobre la dura pared, esto provoco que la criatura intentará escapar. Las caras empezaron a gritar y gruñir de forma gutural, moviéndose como pequeñas antenas alrededor de la otra cabeza que seguía enterrada en la pared.

Marcus finalmente logró llegar a uno de los búnkeres en los cuales algunos huéspedes se estaban refugiándose, nadie sabía lo que pasaba, los rumores eran difusos, algunos decían que extrañas criaturas estaban en el hotel. Monstruos con anomalías físicas que acababan con toda vida que encontraban en su camino, pero la mayoría ni siquiera había visto a los monstruos, solo escuchaban el sonido frío y crudo de los movimientos que acababan con la vida de los infortunados que acababan muertos a manos de lo que estuviera pasando.

— ¿Qué? ¿Qué viste? — pregunto Alizée, abrazando a su hermanito asustada.

Marcus suspiró cansado.

— No lo sé...era, — Marcus temblaba extrañado y su pecho vibraba de forma extraña, sentía que quería morir — era un monstruo, yo...

— ¿De qué hablas? — está vez su madre estaba temblando — ¿Cómo que un monstruo?

— ¡No lo sé, madre! — gritó Marcus enojado — ¡No lo sé! ¡Solo vi a una cosa de tres cabezas!

Jolie respiró profundamente, el pánico había hecho del hotel un campo de batalla. Pero los sonidos de gritos y extraños maullidos los hicieron quedarse todos en silencio.

Porque sabían que una infortunada persona iba a morir.

La señora Higgins era una mujer adinerada, que al igual que todos los años viajaba a aquel hotel, para relajarse y disfrutar de un fin de semana tranquilo. Pero lo que esa mujer no sabía era que varios ojos estaban tras ella. Aquella criatura era similar a una especie de flor de carne, cuyos pétalos de piel se abrían con suavidad, revelando una serie de ojos en el centro del capullo, mismos ojos que observaban tembaleante a la mujer. El cuerpo de aquél ser era una clase de serpiente con dos brazos con los cuales se arrastraban lentamente por el suelo, la criatura abrió su enorme boca en debajo de sus pétalos, la mujer escuchó el sonido gutural pero el aliento de putrefacción fue lo que le provocó ganas de vomitar. Al girarse aquella cosa se abalanzó sobre la mujer, pero mientras ella temblaba e intentaba quitárselo de encima notó que era increíblemente liviano y por alguna razón aquella boca la atravesaba pero no provocaba heridas muy fuertes, o al menos no tan dolorosas como esas hileras de dientes lo ameritaba.

— ¡Auxilió!

La mujer intento escapar, pero de la desesperación acabo por caer en las escaleras, deteniéndose justo cuando su cabeza golpeó la pared rompiéndose.

Esa misma noche al revisar el hotel, encontraron un total de siete cadáveres: cada uno con una forma de muerte peculiar; una mujer con la cabeza rota, un hombre colgado, tres hombres saltaron por la ventana, dos de ellos murieron al llegar al suelo y uno quedó empalado contra una estatua, una mujer del pánico se ocultó en un clóset y al cerrarlo acabo por quedarse atrapada, finalmente muriendo por la falta de oxígeno al ser un armario completamente sellado y dos últimos hombres murieron al quedar atrapados en un ascensor cuando hubo un apagón.

Sus cuerpos cayeron con fuerza contra el metal del ascensor, con la piel y huesos rompiéndose en el acto.

Curiosamente ninguno murió a causa de esos "monstruos".

 



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En el texto hay: misterio, secretos, secta familiar

Editado: 04.03.2021

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